Tarradellas versus Òmnium Cultural

Para Tarradellas, la entidad era un apéndice de la burguesía catalana que se enriqueció con el franquismo

Vídeo: La historia de Tarradellas y su previsión de "ruptura" ATLAS

SERGI DORIA

La autonomía de Cataluña la abolió Franco en 1939, pero ya se había autodestruido el 6 de octubre de 1934 con la quiebra del orden republicano por Lluís Companys y el fascista Estat Català. La autonomía de Cataluña se reencarnó el 23 de octubre de 1977 en la persona de Josep Tarradellas para volver a autodestruirse cuarenta años después; fue el 6 y 7 de septiembre en una maratoniana sesión del Parlament: Carles Puigdemont -sostenido por los antisistema de las CUP y azuzado por las entidades no electas ANC y Òmnium Cultural - trocó la Constitución y el Estatuto por un referéndum ilegal y la llamada ley de Transitoriedad.

En los años sesenta y setenta, Tarradellas puso bajo sospecha al quienes «representaban» un catalanismo de senyera y sotana: Jordi Pujol, Montserrat y Òmnium Cultural. Su aversión por los turbios manejos de Banca Catalana es conocida, al igual que la desconfianza hacia la comunidad benedictina: «No tienen nada que ver ni con la Iglesia ni con Cataluña». Pero los ácidos comentarios sobre Òmnium merecen artículo aparte.

Tarradellas es recibido por el ministro de Trabajo, Manuel Jiménez de Parga, al descender del avión que los trasladó desde Tours (Francia) tras 38 años de exilio.
Tarradellas es recibido por el ministro de Trabajo, Manuel Jiménez de Parga, al descender del avión que los trasladó desde Tours (Francia) tras 38 años de exilio.- ABC

Catalanes franquistas

Para Tarradellas la entidad fundada en 1962 era un apéndice de la burguesía catalana que se enriqueció del franquismo; ahora se trataba de monopolizar la representación de Cataluña, protagonizar la oposición a un Régimen en decadencia. El president recordaba la Comisión de Incorporación Industrial y Mercantil, creada por Franco en 1939 para valorar las industrias con vistas a su posterior reparto. Por su papel en la industria de guerra, Tarradellas conocía las fábricas que salieron intactas de la contienda y luego recompensaron a los catalanes franquistas por los servicios prestados: «Los beneficiarios de tantos esfuerzos y sacrificios hoy día tienen el atrevimiento de darnos lecciones de patriotismo y moralidad».

Pese a su buena relación con Félix Millet Maristany, quien le aseguró que Òmnium tenía un propósito estrictamente cultural, Tarradellas desveló las verdaderas intenciones de sus impulsores. Su opinión era tajante: «Que no interviniesen políticamente ni en Cataluña ni fuera de ella».

Los lujos

El 25 de septiembre del 65 un antiguo integrante la comisión gestora de al entidad alerta al president de los lujos de esos catalanistas que él juzga «neofranquistas». Menciona el elevado alquiler que pagan por la sede del gótico Palau Dalmases de la calle Montcada y la compra de un piso en París: «En el aspecto político, se pasaba del absurdo de afirmar que el activismo cultural no tenía ninguna consecuencia política a creerse los auténticos representantes del país», advierte el comunicante. Aquel mismo año, en carta a Ramón Sugranyes, Tarradellas insiste en las «incomprensibles» actividades de Òmnium y en el daño que causarán a la sociedad catalana: «Ser o denominarse catalanes en Barcelona, franquistas en Madrid, servir fielmente al Régimen y, al pasar la frontera, presentarse como ultranacionalistas… Si no nos oponemos crearán unos sentimientos contra Cataluña por parte de muchos catalanes y de aquellos que no lo son y que hoy representan, según ciertas estadísticas, el 30 por ciento de la población».

Lectura selectiva

Carta a carta, el President exige que Òmnium se limite a la lengua catalana: «Que dejaran de crear estados pasionales entre nosotros y de subvencionar catalanes y no catalanes que dicen luchar por la independencia de los “países de lengua catalana”, que cerrasen sus delegaciones de Europa y América y que las importantísimas partidas las destinasen a becas… Pero todo eso no les interesaba ni les interesa, ya que sus propósitos son otros». En diciembre de 1969 Tarradellas vuelve a transmitir a Sugranyes sus temores sobre la deriva de la entidad: «Si continúa su actual acción política, veremos repetirse los hechos de hace cincuenta años atrás».

Òmnium, denuncia Tarradellas, aplica una lectura selectiva de la historia catalana. Borran de la memoria a Marcel.lí Domingo -el ministro republicano que decretó el bilingüismo en la Educación-; manosean, al servicio de su activismo, a Pompeu Fabra… En esa estrategia manipuladora de catalanes ilustres se enmarca el retorno del poeta Josep Carner en 1970. Se anuncia una «gentada» en el aeropuerto del Prat y al final solo acude tres centenares de personas. Servirse del poeta «como bandera de una baja política hecha de rencores y ambiciones personales es despreciable y a la vez imperdonable», escribe el president. Califica a Òmnium de «mojiganga cultural» a cargo de «unos cuantos minimecenas de fabricantes y “botiguers” que se creen que de esta manera podrán dirigir la vida política de Cataluña».

Así enjuiciaba Tarradellas al lobby que con Junts pel Sí, la CUP y la ANC ha fracturado la sociedad catalana y pulverizado el autogobierno. De aquellos polvos, estos lodos.

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