Joan Carles Valero - Letras expectativas

Sobresaltos

Toda revolución tecnológica comporta otra social y la digital lleva asociada otra política

Joan Carles Valero
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Los jubilados ya no son analfabetos digitales porque pueden dedicar tiempo para ponerse al día, de modo que cuando nietos y abuelos se ponen a hablar, ahora somos los padres los que no nos enteramos. Las anteriores revoluciones del carbón, la electricidad y los motores de explosión, cambiaron músculos por máquinas, pero no fueron tan disruptivas como la actual de las neuronas y la inteligencia artificial. Afortunadamente, España no llega tarde a la revolución digital y goza de las mejores infraestructuras, según Álvaro Nadal, ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, que participó el lunes en uno de los Encuentros Hotusa junto al exministro Josep Piqué, que además de Exteriores y portavoz, también fue titular de Industria.

Con Amancio López de introductor, ambos destacaron las oportunidades de España en un mundo globalizado y digital, empezando por el idioma, dado que el castellano está llamada a ser la primera lengua materna del mundo.

Ese vínculo lingüístico propio del «soft power», término utilizado en las relaciones internacionales para describir la capacidad para incidir en las acciones o intereses de otros valiéndose de medios culturales e ideológicos; unido a las relaciones diplomáticas propiciadas por el repliegue nacionalista de la política estadounidense, refuerza el papel de España en América Latina, donde comparten los valores occidentales con nosotros más que con sus vecinos del norte.

Toda revolución tecnológica comporta otra social y la digital lleva asociada otra política. Además de los cambios de hábitos, una consecuencia de la actual revolución es el brutal proceso de desintermediación en favor de una relación directa entre consumidores y fabricantes, gracias al libre acceso a la información. Una crisis de la mediación que en las democracias occidentales alcanza a los partidos, como han puesto de manifiesto Trump y el Brexit, donde el binomio izquierda-derecha ha sido sustituido por los analógicos-digitales, urbanos-rurales y jóvenes-mayores.

Sin embargo, con la globalización vivimos y viviremos mejor, pero con más sobresaltos, porque en cualquier lugar puede surgir un competidor. Afortunadamente, los europeos no debemos tener miedo a la globalización porque hemos tejido una red de seguridad, el Estado del bienestar, que actúa como un seguro colectivo ante los sobresaltos. Para evitarlos, necesitamos una agenda digital europea, además de una mayor integración política y fiscal, para así blindarnos ante los ciberataques.

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