Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Relato

El relato que ilusiona asegura que la perspectiva de la emancipación nacional de Cataluña está intacta

Al parecer, una parte del secesionismo catalán está dispuesto a caminar por la senda constitucional. ¿Convicción o interés? A estas alturas de la película nacionalista, que nadie se lleve a engaño. Que los maestros en al arte del engaño -suma y sigue- no nos engañen. En pocas palabras, poca convicción -si alguna hay- y mucho interés. En otros términos, el secesionismo no quiere volver a caer -por su mala cabeza y una hoja de ruta que inexorablemente conduce a la ilegalidad- en manos de la Justicia con todo lo que ello implica. Por eso, ensaya un nuevo relato. De hecho, un cuádruple relato que justifica, propone, ilusiona y protege. Vayamos por partes.

El relato que justifica advierte que el secesionismo -más allá de una «autocrítica» impostada que no sirve ni para aplacar la mala consciencia del emisor ni para tranquilizar al militante- no engañó a nadie, sino que no pudo llevar a buen puerto su propósito por culpa de un Estado represor que hubiera desencadenado la violencia más brutal contra el pueblo de haber defendido la República ya proclamada. El relato que propone señala que el «proceso», víctima de la represión brutal del Estado, necesita transitar por una fase de acumulación de fuerzas con el objeto de aumentar el apoyo social y político, y alcanzar el definitivo amparo de una comunidad internacional que acabará presionando al Estado para que acepte un referéndum de autodeterminación acordado, reconocido, vinculante y efectivo. Y, precisamente por eso, hay que participar en las elecciones del 21-D y ganarlas.

El relato que ilusiona asegura que la perspectiva de la emancipación nacional de Cataluña está intacta y que la aparente victoria del Estado -España no ha recuperado Cataluña, aseguran»- es fruto de su debilidad, vulnerabilidad y fragilidad. Finalmente, el relato que protege se fundamente en la pareja legalidad/ilegalidad. Si el secesionismo gana, las elecciones habrán sido legales. Si pierde, serán ilegales. La culpa, como siempre, de la España antidemocrática.

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