Ángel González Abad - Los martes, toros

Otra Mercè huérfanos

En las fiestas de la Mercè de hace seis años se vivió el último soplo de libertad antes de que un telón negro cayera sobre la plaza

Enarbolar la bandera de la Constitución, del Estado de Derecho y de la Ley, y hasta la insignia oficial de Cataluña -sin la estrellita- y que te llamen facha, fascista, ultra y opresor, es todo uno. Claro, que, no vamos a esperar que todos los que se movilizan tras un neoflautista, acudan estos días a cualquier concentración con una mentalidad abierta para el debate y llevando bajo el brazo un ejemplar de la Constitución, del Estatuto o del Código Penal.

Sin embargo, existe un punto en Cataluña, un lugar en Barcelona, en el que reina el silencio. Las hordas de intolerancia, insultos y agresiones eran normales y consentidas. Allí también te llamaban facha y asesino. Una ley catalana les dio la razón... Hace seis años todo desapareció, y la Monumental permanece en silencio. Acudir a la plaza de toros de Barcelona un domingo de corrida era soportar toda clase de insultos, era atravesar una selva de gritos, de caras de odio, de ojos inyectados de ira, para poder entrar en el coso. Y todo por defender una pasión, por mantener una afición heredada de nuestros mayores. La sinrazón de entonces, la locura de hoy.

Durante años, los aficionados a los toros han soportado estos escraches sin razón alguna. Así, hasta que un día se cercenó nuestra libertad con una decisión política, y poco importó que después el Tribunal Constitucional la revocara, porque el aparato del incumplimiento ya estaba en marcha, iniciativa privada incluida. En las fiestas de la Mercè de hace seis años se vivió el último soplo de libertad antes de que un telón negro cayera sobre la plaza. Desde entonces, cada Mercè, los aficionados siguen huérfanos, siguen clamando por la ley que les ampara y que no les sirve de nada. Pese a todo, el alma de los aficionados sigue viva, soñando con una Mercè en libertad, y, mientras, son muchos los que para alimentar su espíritu toman el camino del exilio hacia plazas cercanas.

Por eso, en esta Mercè de desafíos, los aficionados catalanes se sienten más huérfanos que nunca, y mantienen su clamor por la Ley.

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