El optimismo de la acción

A los expertos les sorprende la fortaleza de la economía global, europea y española, aunque la prudencia aconseje decir que nunca se sabe, porque los síntomas de debilidad siguen enquistados. Por primera vez en diez años, todo el mundo está creciendo y no hay ningún país en recesión, dijo anoche el profesor Pedro Videla a antiguos alumnos del IESE. Parafraseando a la directora del FMI, Christine Lagarde, es en días soleados cuando hay que encaramarse a arreglar el tejado.

Después de seis años de bondad tras haber estado en la UCI económica, nos vemos capaces de correr una maratón. Una manifestación de euforia que hace una década estaba más repartida y que ahora se concentra de forma complaciente y por eso se ve menos compartida. El también profesor del IESE Antonio Argandoña animó a los empresarios a que asuman las riendas de la formación porque son los que verdaderamente saben hacerlo. Y a falta de programas y de liderazgos políticos que contribuyen a un progresivo deterioro institucional y de productividad, impelió a la clase empresarial a refundar el país para sentar unas bases de crecimiento como las que supusieron hace 40 años los Pactos de la Moncloa.

Al otro lado de la ciudad, el presidente del grupo Hotusa, Amancio López, era el protagonista del Ciclo Diálogos Empresa y Sociedad de EY en el Círculo de Economía. Por regla general, quienes nacen en los pueblos suelen forjarse a sí mismos frente a la adversidad. Nacer en la parroquia de Campo Ramiro, en el municipio de Chantada (Lugo) y haber construido desde Barcelona el emporio turístico que hoy es Hotusa, con 180 hoteles en todo el mundo, da una idea del carácter y de la determinación de Amancio López Seijas.

Este gallego fundó hace 40 años Hotusa a partir de una inversión de 150.000 pesetas. Viva imagen del «self-made man» y convencido de que el turismo es tractor de la economía por su transversalidad, garantía de paz y entendimiento entre los pueblos, Amancio López encabeza en persona la expansión internacional de su grupo como un samurái de los negocios: defendiéndose de la adversidad con una espada en una mano mientras con la otra ataca nuevos mercados. Y con el objetivo permanente de perseguir el objetivo de crecer mediante la inversión de ganancias. Por pura diversión, porque los hombres de acción no pueden ser pesimistas.