Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Miedo

El secesionismo busca la confrontación para pescar en río revuelto

El secesionismo catalán orquesta una campaña pro referéndum que –marca de la casa- combina provocación y engaño. Ya en el primer acto de campaña en Tarragona surge la bravuconada de unos oradores que desafían al Estado diciéndoles que allí están y a ver quién es el guapo que los echa. La provocación sigue con la publicidad que desafía las resoluciones de los Altos Tribunales, la alcaldada en el Ayuntamiento de Barcelona y el Palacio de la Generalitat, la movilización permanente. Más: la Generalitat provoca con una Ley de Referéndum y una Ley de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República suspendidas por el Tribunal Constitucional. Y como no hay provocación sin engaño, asocian el referéndum ilegal a democracia, califican de Estado de excepción los registros a instancias de la Justicia, catalogan el cumplimento de la ley como golpe de Estado.

A los más exigentes, el secesionismo les engaña asegurando que el derecho de autodeterminación de Cataluña está reconocido por el Derecho Internacional, la Carta de la ONU y la Declaración de los Derechos Humanos. Y, por si fuera poco, el secesionismo –recuerden la carta que Puigdemont, Forcadell, Junqueras y Colau remiten a Rajoy- confunde el diálogo con el trágala. Todo ello aderezado con la dosis necesaria de un cinismo que –después de haberse cargado la Constitución y el Estatuto con premeditación, nocturnidad y alevosía- exige el respeto y cumplimiento de la «legalidad catalana surgida del Parlament por mandato democrático». Sorpresa: ¡el secesionismo se nos ha vuelto legalista!

Todo ello, ¿para qué? El secesionismo necesita victimizarse para movilizar a los suyos. Necesita que el Estado desarticule el referéndum para tensionar el ambiente. Y si hay que utilizar a alcaldes, sindicatos, escuelas y escolares, se hace. sin manías. Todo vale. El secesionismo busca la confrontación para pescar en río revuelto. Y Puigdemont afirma que no olvidará los «silencios cómplices». Lo dijo él mismo: «damos miedo, y más que daremos».

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