Ángel González Abad - Los martes, toros

De la Marsellesa a la Diada

No fueron pocos los aficionados catalanes que el pasado fin de semana acudieron a la plaza francesa de Arles, que es uno de los puntos hacia donde se dirige el exilio de la Cataluña taurina

No fueron pocos los aficionados catalanes que el pasado fin de semana acudieron a la plaza francesa de Arles para presenciar su Feria del Arroz. Apenas 300 kilómetros para desintoxicarse del irrespirable ambiente de una Cataluña política sumida en el desacato y la ilegalidad.

Y es que Arles, con su imponente coliseo romano, como Nimes, y como tantas plazas del sureste francés, es uno de los puntos hacia donde se dirige el exilio de la Cataluña taurina.

Pues en Arles, el pasado sábado, durante la corrida goyesca, al finalizar El Juli con el primero de la tarde, saltó a la arena un activista antitaurino, que fue reducido de forma inmediata por la Policía. Ni se lo pensaron, ni cinco segundos pasaron, y el anti ya estaba en las firmes y enérgicas manos policiales. Ni una duda, ni un atisbo del mínimo prejuicio. El infractor de la norma, fuera y a responder ante la Justicia.

Ovación de las diez mil almas a los gendarmes, y a la vez, como un resorte, como si un sentimiento colectivo necesitara reafirmarse en su pasión por los toros, los tendidos en pie comenzaron a entonar la Marsellesa. El himno nacional como clamor de libertad. Y vuelvo a insistir, sin un ápice de prejuicio.

¡Ay, la libertad de ir a los toros! Aquí hurtada a miles de aficionados. Como tantas libertades aquí perdidas por la decisión de unos políticos que nunca entonarían juntos el himno nacional.

Hablar de toros al día siguiente de la Diada y a pocas fechas del 1-O, con la Constitución pisoteada, con una sociedad fracturada..., puede parecer una frivolidad. Pero no me resisto a resaltar lo sucedido en la plaza de Arles, como un acto de defensa de la legalidad bajo el paraguas de un sentimiento común, al que se agarraron de forma espontánea miles de personas, porque, precisamente, para la defensa de su libertad esta el Estado. Y para los franceses, el Estado esta en la Marsellesa. Sin fisuras, sin prejuicios.

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