Joan Carles Valero - Letras expectativas

Economía farisea

La economía colaborativa no es una moda. Ha llegado para quedarse, tras adquirir un fulgurante protagonismo, no exento de polémica

La economía colaborativa invade nuestras vidas y ha puesto en crisis a la economía clásica, al propinar un giro a los conceptos tradicionales de oferta, demanda y consumo. Sus defensores alegan que se basa en la participación y la confianza, una suerte de vuelta al capitalismo tradicional en la que las partes se intercambian libremente servicios sin intermediarios, esa figura que casaba la demanda con la oferta.

La economía colaborativa no es una moda. Ha llegado para quedarse, tras adquirir un fulgurante protagonismo, no exento de polémica, sobre todo en los sectores de transporte y alquiler de viviendas. Pero la economía colaborativa también adquiere relevancia en finanzas alternativas, ventas de productos de segunda mano, gastronomía y en la prestación de trabajos autónomos, los llamados «doers», que ofrecen servicios a precios reventados a través de aplicaciones como Fiverr.

El Observatorio de Investigación Económica de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras (Racef), que preside el premio Nobel Finn Kydland y que dirige la doctora Ana Maria Gil, está realizando un estudio sobre las consecuencias positivas y negativas de la economía colaborativa en España, sus costes en perjuicios a colectivos concretos, los que ganan y cuánto. Por ejemplo, el alquiler turístico beneficia a quienes tienen capacidad patrimonial, pero perjudica al sector inmobiliario y a los hoteleros al crear inflación o deflación, según los casos. En el equipo participan investigadores de las universidades de Barcelona, Rovira i Virgili, Pompeu Fabra y Carlos III. Sin duda, los resultados de la investigación que coordina la doctora Gil serán relevantes, porque aportarán conocimiento a las administraciones como primer paso para regular negocios como Airbnb o Uber. La investigación se podrá extender a toda Europa y América si recibe el respaldo del BBVA.

Ahora es fácil que el mundo se convierta en tu mercado a través de internet, en una revolución que obliga a sectores clásicos a replantear su futuro, puesto que cualquiera con un vehículo, una habitación o que sepa cocinar, se convierte en un competidor. Frente a este fenómeno, la sociedad practica el fariseísmo de reclamar que paguen los impuestos como todo hijo de vecino, pero se beneficia de la rebaja en precios de los nuevos emprendedores, que no son transportistas, ni hoteleros, ni restauradores. Nada es lo que parece en la economía farisea.

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