José Rosiñol - Tribuna Abierta

Cuatro capitales en cinco días

El secesionismo ha dibujado en su propaganda una suerte de Estado neofranquista. Una nueva leyenda negra

Europa es, también, una unión ferro- viaria. Hemos tenido ocasión de comprobarlo estos días, recorriendo el corazón de nuestro continente a lomos de trenes de todo tipo. Hace sesenta años, las vías se utilizaron para transportar tropas y armamento. Hoy, esas mismas vías son cicatrices en nuestra memoria colectiva, pero son sobre todo el medio de ese gran espacio de comunicación, encuentro e intercambio en que se ha convertido la Unión Europea (UE).

Nadie me avisó de que asumir la presidencia de Societat Civil Catalana (SCC) implicaba madrugar cada día en una capital europea distinta. Quizá no lo hicieron porque sabían que a lo largo de mi trayectoria había viajado ya demasiado y había perdido toda querencia por el desplazamiento. Pero las circunstancias obligan a llevar la voz de la mayoría de catalanes a todos los interlocutores posibles. Por eso hace dos semanas estuvimos en Berlín. Por eso esta vez nos hemos lanzado a desmantelar la propaganda independentista en Luxemburgo, Bruselas, Londres y Edimburgo.

Me fascinaba comprobar cómo cruzábamos las fronteras sin enterarnos siquiera. Para los que todavía hemos viajado haciendo colas en fronteras, la experiencia de cruzar en un día varios límites nacionales sin darte cuenta es una sensación que tiene algo de sublime y de reconciliación con las potencialidades de la humanidad. Los que nos sentimos herederos de la Ilustración no olvidamos que la UE realiza, aunque sea de forma imperfecta, aquel ideal de paz universal en que soñó Immanuel Kant.

Pero nada en esta vida está definitivamente asentado. Nunca hay que dar por supuesto el triunfo de la integración, del Estado de Derecho o de la libertad. Son tareas que nacen de nuevo con cada generación. A lomos del populismo y de la demagogia, una pírrica mayoría levantará una nueva frontera separando al Reino Unido de la UE. También en España los líderes independentistas han pretendido romper la unidad de nuestra democracia, sabiendo que ello implicaba trazar una nueva frontera.

Europa nació para sumar e integrar. Desgraciadamente, en esta época de tantas conexiones, algunos se han empeñado en trazar lógicas de división en la sociedad catalana, que durante tanto tiempo había vivido con naturalidad sus diversos registros de pertenencia.

La articulación de la complejidad y la pluralidad ha cedido paso al maniqueísmo y a las soluciones divisivas. Llevamos más de un lustro debatiendo hasta la extenuación si debemos levantar una nueva frontera entre Cataluña y Aragón. El «procés» puede definirse, en toda regla, como un retroceso del espíritu europeo en Cataluña.

Junto a Miriam Tey (vicepresidenta de SCC) explicábamos todos estos argumentos a nuestros interlocutores. El independentismo ha dibujado en su propaganda una suerte de Estado neofranquista. Se ha difundido una especie de nueva leyenda negra. Pero frente a las leyendas están los datos. Hemos acudido con muchas cifras electorales y demoscópicas. El resultado ha sido muy positivo. Muchos de nuestros interlocutores se percataban de que tenían una visión distorsionada de lo que pasaba en Cataluña y reconocían que una minoría social no podía forzar una ruptura constitucional.

Hemos regresado con la esperanza de ver que la realidad, cuando se explica, espanta muchos fantasmas. Y hemos vuelto espoleados por el trabajo incansable que hacen muchas agrupaciones de SCC en las principales capitales europeas. De forma voluntaria, defienden en Europa nuestra democracia constitucional y nuestro modelo de convivencia. A ellos, desde estas páginas, les quiero reconocer su trabajo y darles sinceramente las gracias.

José Rosiñol es presidente de Societat Civil Catalana

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