Carina Mejías - Tribuna Abierta

El círculo vicioso

Colau asigna generosas subvenciones a plataformas, oenegés y observatorios que antes dirigía ella o alguno de sus concejales y que, tras acceder a la alcaldía, dejaron en manos de amiguetes

Estos días ha trascendido que Colau utiliza prácticas al más puro estilo de la vieja política. Y es que los que venían a regenerar la democracia no tuvieron ningún pudor en contratar a familiares, amigos y conocidos para ocupar cargos públicos alegando que lo suyo era reconocer sus méritos.

Ahora también sabemos que a sus antiguos valedores, a esas entidades que inocentemente utilizaron como plataformas de promoción política para llegar a la alcaldía, les llueven las subvenciones municipales concedidas a dedo para así pagarles el favor. El sistema responde al viejo clientelismo político de toda la vida aunque esta vez lo han disfrazado de activismo para tener una excusa.

Colau asigna generosas subvenciones a plataformas, oenegés y observatorios que antes dirigía ella o alguno de sus concejales y que, tras acceder a la alcaldía, dejaron en manos de amiguetes. Amiguetes que ahora, obedientes y agradecidos, utilizan el dinero de todos en actos de propaganda para alimentar supuestas demandas sociales que, por casualidades de la vida, se parecen mucho a las políticas que defiende Colau. Es el círculo vicioso de la subvención: yo te pago, tú actúas, yo me beneficio y te vuelvo a pagar.

Por ejemplo, la oenegé Ingenieros Sin Fronteras, que hasta no hace mucho dirigía uno de los concejales de Colau, se ha embolsado en el último año casi 400.000€ de todos los barceloneses para realizar actos y campañas a favor de la remunicipalización del agua, uno de los proyectos estrella del programa de Colau. O lo que es lo mismo, la oenegé se nutre de dinero público para hacer proselitismo social.

Pero quizá el caso más sonado es el del observatorio DESC, donde se incubó la Plataforma de Afectados por la Hipoteca que catapultó a la activista Colau hasta convertirla en alcaldesa. Por eso hoy les paga el favor en forma de subvención; la vieja política clientelar. Ya lo decía el clásico: “La amistad es un contrato por el cual nos obligamos a hacer pequeños favores a cambio de que los demás nos los hagan grandes”.

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