Unamuno pasea por el claustro de la Universidad de Salamanca
Unamuno pasea por el claustro de la Universidad de Salamanca
Artes&Letras

Unamuno en agraz, casi desconocido

Oportet Editores lanza el inédito del ilustre rector de la Universidad de Salamanca «Apuntes de un viaje por Francia, Italia y Suiza», que escribió cuando tenía 25 años y es, por tanto, su primer libro

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Parece un misterio el descubrimiento en estos tiempos de una obra de Miguel de Unamuno, nacida, como se indica en el prólogo, en 1889: «antes de cumplir los veinticinco e invitado por su tío Claudio, Unamuno, doctorado desde hacía cinco años y a la espera de ganar unas oposiciones y casarse, hizo un viaje turístico a Italia, con regreso por Suiza y Francia». La sorpresa de la obra, inédita hasta ahora, es modélica, porque, como escribe Pollux Hernúñez, autor de la edición, «constituye una verdadera joya del escritor (…) Es, sin circunloquios, su primer libro».

Resulta llamativo cómo Apuntes de un viaje… es un anticipo del Unamuno viajero por las tierras de España, desentrañando desde su sabiduría, su esencia y sus raíces.

Aunque existía conocimiento de la obra, leemos palabras de Unamuno que justifican su negativa a publicar el borrador: «como lo escribí a mis veinticinco años, lo encuentro ahora lleno de cosas que no me satisfacen y por otra parte tengo respeto a meterme a retocarlo». Ello no es obstáculo para que Unamuno publique en años de su juventud algunas partes del libro. Con todo, hay que advertirlo: ninguno de los pasajes de la obra, ni observaciones o referencias personales escapan a la mirada minuciosa de Pollux Hernúñez, que reproduce incluso los tachados del original. Él es el autor de una exquisita edición, completada con casi quinientas notas a pie de página, un largo índice onomástico y treinta muestras fotográficas de «Algunas páginas del manuscrito», rematado todo ello con un «Itinerario» del viaje.

Caminando por Europa

Con toda sencillez, en Roma, advierte Unamuno: «El objeto de estas notas es ser cantera para cuando quiera escribir o citar algo de Italia, Suiza o Francia. Después de vuelto a casa le voy añadiendo citas literarias». Unamuno viajará deslumbrado por el camino europeo, especialmente por Italia. Roma se convierte en lo inefable, lo excelso, pero no se olvida del País Vasco, su tierra, su novia y sus cartas. Con esta preocupación por descubrir lo nuevo y empaparse de la esencia de arte, discurren sus pasos por Italia, viviendo una apasionada sensación estética.

Viajará deslumbrado por el camino europeo, especialmente por Italia. Roma se convierte en lo inefable, lo excelso

Menor impacto causan las tierras suizas y más sorprendente resulta su mirada en Francia, en ese año de la Exposición Universal. Aun quedando deslumbrado por muchos aspectos de la cultura francesa, no alcanza ese estado casi místico del conocimiento de Italia. No faltan situaciones, calles, jardines, iglesias… que a Unamuno le plantean cierta decepción estética. Es curiosa su opinión ante la excelsa Torre Eiffel, tan llamativa en ese momento. Y no es extraño que se acuerde de su tierra, que suspire por ella, pero sus afirmaciones y juicios son contundentes: «Sigo no viendo a los bulevares más que la inmensa vulgaridad de la monotonía», juicio que justifica su observación: «Qué ganas tengo de marcharme». Todo ello ocurre tal vez porque Unamuno recae en su egolatría: «En Bilbao me conocen todos, soy yo; aquí soy uno de tantos: esto me da grima». Y he ahí su final del Cuaderno segundo, en Madrid, ante la muerte de su tío Claudio: «Aún quedamos dos y la memoria del viaje». Digno final para una obra de juventud, redonda, excelsa y precisa.

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