ARTES & LETRAS

Sorolla lejos del Mediterráneo

El artista valenciano convirtió paisajes, monumentos y tipos de Comunidad en motivo en su pintura a partir de 1902, una relación que se acentuó con el encargo de la Hispanic Society neoyorquina de su «Visión de España»

«Castilla. La fiesta del pan»

C. MONJE

Reconocido sobre todo por sus escenas de playa, Joaquín Sorolla (Valencia, 1863-Cercedilla, Madrid, 1923) fue también pintor de tierra adentro, y Castilla y León uno de sus escenarios pictóricos destacados. La exposición sobre el artista valenciano en el Museo Patio Herreriano de Valladolid «Sorolla en su paraíso» muestra dos fotografías en las que el autor que huía del estudio trabaja al aire libre en esta tierra. El fotógrafo salmantino Venancio Gombau lo retrató pintando a un charro a caballo en la finca de Villar de los Álamos durante un viaje de trabajo a la provincia, en 1912, del que también nació su obra «Tipos de Salamanca». En octubre del mismo año estuvo en Soria y el fotógrafo Aurelio P. Rioja de Pablo dejó constancia del proceso de creación de «Tipos de Soria» en los altos de la ermita del Mirón.

Sorolla estaba inmerso en una amplia gira por la geografía nacional para cumplir un encargo de la Hispanic Society of América, con la que había firmado un contrato en noviembre de 1911 para decorar la biblioteca de su sede neoyorkina con grandes paneles a los que trasladaría su «Visión de España». El principal es el dedicado a Castilla (la Nueva y la Vieja), titulada «La fiesta del pan», de trece metros y medio de largo, donde tras los muchos personajes populares plasmados se impone, entre otros motivos de fondo, una vista de Ávila con sus murallas.

Jardín en una de las exposiciones del Patio Herreriano de Valladolid F. HERAS

En una entrevista publicada en el Heraldo de Madrid el 23 de agosto de 1915, Sorolla se queja de la dificultad de resumir en setenta metros de lienzo «Iberia entera», aunque Portugal quedaría al final fuera del proyecto: «yo estoy contrariado, porque quiero hacer una capa... y solo me han dado tela para una montera», y más concretamente de las estrecheces que le suponía condensar las dos Castillas: «¿Usted concibe que se pueda pintar Castilla, ¡Castilla! en un ‘panneau’ de catorce metros?».

El artista reconoce haber buscado lo «poco pintoresco» que quedaba y lamenta la pérdida de identidad, «ese maldito color único que ahora se lleva para todo». «Hay ciudades, hay provincias en que ya no se encuentra nada. En Burgos y en Valladolid, por ejemplo. En cambio, en Soria, hay mucho, y en Salamanca, también». A la pregunta de Alejandro Pérez Lugín sobre qué región le había conmovido más, responde: «Sin hacer literatura, porque yo jamás hago literatura pintando, Castilla, siempre Castilla. Castilla, no mirando a mi espíritu de pintor, sino a esta obra. Hay en Castilla una honda, una conmovedora melancolía. Las cosas adquieren allí un vigor extraordinario. Una figura en pie en aquella gran planicie toma las proporciones de un coloso...».

La relación de Sorolla con lo que hoy es Castilla y León no se circunscribió al proceso de creación de ese proyecto encargado por Archer Milton Huntington para la Hispanic Society, que iba a reportarle 150.000 dólares de la época y al que dedicó varios años, los últimos de su vida artística. Fue a partir de 1902 cuando el paisaje, el paisanaje y los monumentos de la Comunidad se colaron entre las escenas del Mediterráneo de Joaquín Sorolla. Ese año tuvo lugar su primera estancia documentada en León, donde volvería en otras ocasiones y pintaría el «Mercado» de la ciudad, «Sepulcros de la catedral de León» o «Aldeanos leoneses» (también adquirido por la Hispanic Society of América), con escapadas a Astorga y su entorno.

«Enamorado de Segovia, la vieja e histórica población sería también una de las ciudades que más interés iban a despertar en el artista valenciano», señala José Carlos Brasas Egido en su trabajo «Sorolla por tierras de Castilla y León», publicado en el Boletín de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción. «Vista de Segovia», «Tormenta sobre Peñalara», «Convento del Parral» y «Alrededores de Segovia» son fruto de su primera expedición segoviana, en 1906. Un año más tarde estaría en La Granja, lugar que despertó su gusto pictórico por los jardines, según figura en un texto de la exposición «Sorolla. Un jardín para pintar» del Patio Herreriano. «El árbol amarillo» ejecutado en este escenario, que forma parte de los fondos del Smith College Museum of Art de Northamptom, ha sido incluido por algunos especialistas entre sus obras maestras, y allí pintó también su conocido retrato de Alfonso XII con uniforme de húsares. Sus salidas a otros puntos de la provincia dejaron óleos como el de los «Pinos de Valsaín».

Sorolla pintando «Tipos de Soria» AURELIO P. RIOJA

Las murallas y el puente viejo de Ávila entraron a formar parte del catálogo de Sorolla tras su visita a esta ciudad en marzo de 2010. Este nuevo viaje por tierras castellanas tuvo también parada en Burgos, una estancia de la que surgieron los conocidos cuadros de la catedral nevada y de su interior.

El trabajo para la Hispanic Society le llevaría de vuelta a lugares ya conocidos y a ampliar su recorrido por las provincias de Castilla y León con el fin de tomar apuntes para el panel castellano, que pintaría después en la Cuesta de las Perdices de Madrid. «Banderas de Zamora», «Tipos abulenses», «Tipos de Piedrahita», «Castillo de la Mota» (Medina del Campo); «Tamborileros de Salamanca», «Novios salamanquinos», «Hombres de Salamanca», «Jinete salamantino», «Tipos de Salamanca», «Tipos sorianos» y «Viejos campesinos de Soria» son algunas de las obras con las el maestro del luminismo plasmó la imagen costumbrista de la Comunidad.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación