Ante el cierre de la central

Los pueblos del entorno de Garoña: «Lo teníamos asumido»

Resignados a perder la central, exigen un plan alternativo que revitalice la comarca burgalesa

Entorno de la central de Santa María de Garoña

MAR GONZÁLEZ

«Aquí cada uno tiene su opinión, pero no podemos hacer nada. Estaba en manos del Gobierno y la empresa» y la decisión ha sido el cierre. Así resume Raquel González, alcaldesa del Valle de Tobalina la sensación de resignación que hay en el entorno de la Central Nuclear de Santa María de Garoña en la provincia de Burgos. Al recibir la noticia no pudo evitar cierta «sorpresa» porque todavía confiaba en que el Gobierno encontrase una vía de futuro para Garoña. En su opinión, la mayoría de los vecinos de este municipio «querían la continuidad de la central en condiciones de seguridad», pero reconoce que «poco a poco ya se había asumido» la posibilidad del cierre. Nadie en el entorno era ajeno al goteo de informaciones de la empresa, posicionamientos políticos, alegaciones.... sobre la instalación que, en todo caso, lleva parada desde diciembre de 2012 por decisión empresarial.

Tiempo en el que también se ha notado la progresiva desvinculación de Nuclenor (empresa propietaria de Garoña y formada por Endesa e Iberdrola) con el entorno. González recuerda que hasta hace una década «había convenios con los ayuntamientos, invertían en proyectos, pero ahora no queda nada más que el Impuesto de Actividades Económicas» y eso en el Valle de Tobalina que es el municipio en el que está ubicada la instalación nuclear.

La alcaldesa asegura que la mayoría de los vecinos estaban a favor de la reapertura de la planta

Un elemento más que se ha sumado a la oposición creciente en algunos municipios del entorno que se han posicionado abiertamente contra el futuro de la Central de Garoña y, como el PSOE de Burgos, celebraban ayer la noticia. Para su secretaria provincial, Esther Peña, el anuncio de Nadal era la «crónica de una muerte anunciada» y ahora lo urgente es afrontar la gestión de residuos con seguridad y poner en marcha un plan de reactivación económica de la zona.

En esto coinciden -más allá de colores políticos- los alcaldes de los 14 municipios ubicados en un radio de 10 kilómetros de Garoña, que miran ya hacia el futuro y apuestan por el desarrollo económico de la comarca. Por eso, a lo largo de este año ya han comenzado a reunirse de la mano de la Asociación de Municipios afectados por Centrales Nucleares (AMAC) para elaborar un «plan de desarrollo integral» para el que esperan contar con el apoyo de las administraciones, la Diputación de Burgos, la Junta de Castilla y León y el Gobierno de España.

Raquel González deja claro que no piden «promesas» ni «inversiones al tun tun» sino «proyectos concretos» que contribuyan al desarrollo de la zona a través de la potenciación del turismo u otros sectores productivos. En su opinión, «es justo que los municipios que hemos vivido con Garoña tengamos un futuro y queremos diseñarlo nosotros».

Revuelo mediático

Numerosas cámaras de televisión se agolpaban desde primera hora del día junto a la mediática central. Su objetivo plasmar la última hora del lugar de trabajo de quienes desde hace siete años custodian el material radioactivo que quedó en suspenso en la piscina tras la parada programada que tuvo lugar en diciembre de 2012.

Mucho más tranquilo era el ambiente en el pueblo más cercano a la planta que estos meses estivales se llena por la visita de foráneos y familiares de los residentes. Buena cuenta de ello daba uno de los bares de la zona. «No queremos hablar más del tema porque estamos cansados de que se nos ligue siempre con la central», confesó una de las propietarias de un establecimiento hostelero.

«Poco se podrá hacer ahora»

Menos receloso se mostró el propietario del único hostal que se mantiene abierto en la zona que espera que «el anuncio no sea el comienzo del fin de la vida en el pueblo. Sabíamos que este momento tenía que llegar algún día», estimó el gerente del hostal, que reconoce que su establecimiento «poco podrá hacer sin los trabajadores de la central que eran los que más dinero daban al pueblo». «Mantengo la esperanza en el desmantelamiento porque tendrán que venir obreros de fuera a hacerlo, ¿no es así?», precisó este emprendedor, que tomó el relevo en el negocio el año pasado.

«Mantengo la esperanza en el desmantelamiento porque tendrán que venir obreros de fuera a hacerlo, ¿no es así?»

Fuera del Valle del Tobalina pero en el entorno de Garoña, el propietario de la taberna El Chato, el bilbaíno Javier Beristain, asegura desde Frías (Burgos) que a él la central «me ha dado de comer» y concluye que «el cierre es una pena». Defiende además que «no se nota nada» vivir junto a planta nuclear y asegura que en la zona «te puedes pegar unos baños increíbles» y que «los corzos y los jabalís viven como Dios sin ningún prolbema». Por último, la frutera de Oña admite tener «sentimientos encontrados» por el cierre. «Igual vivíamos entre veneno, pero conozco mucha gente que trabajaba allí y ahora se queda sin nada».

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