Fotos: ALBERTO MACEO
Artes&Letras

El misterio mudéjar de Coca

El escritor Antonio Piedra, el arquitect Alberto Martínez-Peña y el fotógrafo Alberto Maceo iluminan la fortaleza segoviana con un libro

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Escribe José Jiménez Lozano en el prólogo del libro Castillo de Coca. La construcción fascinante que «nadie parece que se haya detenido tanto en el pensar de su construcción y en el mirar en sus estancias, como para obligar a que reluzcan como debieron relucir en su tiempo, y para entregar al lector y al visitante su secreto». A esa mirada detenida en torno a «un sueño hecho con ladrillos», celebrada por el autor de Guía espiritual de Castilla, contribuyen los tres artífices de la obra: el escritor Antonio Piedra, el arquitecto Alberto Martínez-Peña y el fotógrafo Alberto Maceo.

Piedra firma un ensayo que huye de la pura descripción y del mero recuento histórico para adentrarse en la reflexión arquitectónica; Martínez-Peña aporta la planimetría y recreaciones tridimensionales; y Maceo selecciona, entre las más de 4.000 imágenes captadas con su cámara, casi dos centenares de fotografías que ilustran el misterio constructivo de la fortaleza segoviana.

Tres lecturas complementarias que se alían en un libro editado por las fundaciones Smart Forest y Jorge Guillén, con la complicidad de la Consejería de Agricultura y Ganadería, la Diputación de Segovia, la Fundación Villalar y Cajamar.

«Nadie parece que se haya detenido tanto en el pensar de su construcción y en el mirar de sus estancias», escribe en el prólogo Jiménez Lozano

Castillo de Coca. La construcción fascinante nace en el contexto del sexagésimo aniversario de la restauración de la fortaleza y en el octogésimo quinto de su declaración como Monumento Histórico. La recuperación emprendida en los años cincuenta del siglo pasado supuso la «resurrección del Fénix» tras la cesión del inmueble al Estado por parte de la Casa de Alba, una donación condicionada al uso agrícola que todavía mantiene la Junta de Castilla y León con el Centro de Formación Agraria instalado en su interior.

Pero el relato armado por Antonio Piedra se remonta al origen de la construcción en el siglo XV y se detiene de forma especial en su promotor, el obispo de Ávila y arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca y Ulloa (Fonseca el Viejo), y en las razones que movieron al «constructor genético» a levantar una fortaleza y un lugar para vivir plagado de singularidades.

«El monumento, en un extraño juego de escondite y manifestación engañosa, se resiste a la vista»

Sus sobrinos, Alonso de Fonseca y Avellaneda y Antonio de Fonseca y Ayala, no hicieron más que seguir las directrices de su proyecto y ejecutar la obra a la muerte de su antecesor. El mudéjar, escribe el autor, «transitó en la vida de Fonseca como un encontronazo inevitable o como un hallazgo feliz que conduce al primor de Coca», una familiaridad que «luego se transmite como algo natural a sus herederos».

El primero de los misterios que rodean al castillo de Coca tiene que ver con su ubicación; nada que ver con los lugares prominentes que habitualmente ocupan los edificios defensivos. «El monumento, en un extraño juego de escondite y manifestación engañosa, se resiste a la vista. Hasta que, prácticamente, no estamos encima (...) el portento arquitectónico no aparece». El extraño emplazamiento lo atribuye Piedra a «la piscología sinuosa y pragmática del arzobispo» en su intención de «no levantar suspicacias allí donde se alza un emporio».

La obra nace en el 65 aniversario de la restauración y en el 85 de la declaración de monumento histórico

Al primer «encantamiento» le sigue otra sorpresa, la del inmenso foso desde el que emerge la construcción y que la hace prácticamente inexpugnable; y le seguirán otras muchas en el exterior y en el interior.

Entre referencias a los clásicos de la teoría arquitectónica y de la filosofía, el texto se sumerge en una interpretación de los símbolos diseminados por la fortaleza, influencias de la época de Fonseca el Viejo en Ávila, en cuya aljama convivían judíos y moriscos. Ahí encuentran significado elementos inspirados en el Zohar y, sobre todo, el estilo constructivo: «Fonseca identificó su castillo con el mudéjar porque percibió el valor simbólico de una belleza pensada que rematan almenas teológicas y colores miméticos».

La «poliorcética» (el arte de atacar y defender las plazas fuertes) y la estética conviven en perfecto equilibrio en el lugar, y los dos elementos han pervivido al paso de los siglos, a diferencia del arrasado palacio renacentista que se construyó en su interior. «El término anfibológico bellum adquiere en el castillo de Coca plenitud natural y se atribuye por igual a la defensa de lo bello o como belleza defensiva. Quien busque arte, lo encontrará aquí desde cualquier tronera a la última mazmorra, y el que investigue sobre las artes defensivas hallará argumentos sobrados para demostrar que no son pocas las originalidades cargadas de belleza».

Ver los comentarios