Antonio Piedra - NO SOMOS NADIE

El fuego en sus manos

«...apareció el fantasma de la segunda Transición que hoy domingo, tras las elecciones gallegas y vascas, nos llevará de cabeza a dos indeseables situaciones: a la fractura partidaria, o las terceras elecciones»

Antonio Piedra
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El pueblo de Mayorga de Campos está en fiestas. Da gusto que, al margen de la política -esa que nos envenena con campañas electorales varias veces al año como un insoportable dolor de muelas-, le inviten a uno a dar el pregón para decir lo que te dé la gana. Es lo que hice el viernes pasado ante un público que sabía del percal y de las puntadas. Vamos, que eso de confundir un pueblo con el estrato más profundo de Atapuerca resulta una broma de mal gusto y una radical impostura. Y claro, hacer de ello, además, una voladura, como pretenden ciertos políticos de la segunda Transición, no son más que nenucadas en perfume rebajado pero con unos costes elevadísimos.

En Mayorga me topé con ese pueblo sin complejos que tiene ideas, que le gustan sus tradiciones y que no ve claro el futuro si tiene que renunciar a lo propio. Pura herejía democrática para algunos políticos de la segunda investidura. Allí, por ejemplo, me esperaba un nutrido grupos de ex alumnos del Instituto Jorge Guillén de Villalón de Campos de los años sesenta y setenta que son para mí -amén de una nostalgia educativa de muchísimos quilates- una condecoración permanente, pues han demostrado ser en la vida práctica excelentes agricultores, abogados, médicos, periodistas, jueces, políticos, y también personas normales que tienen metas sencillas, cierto, pero escaladas por gladiadores.

Al recordar allí la Transición, que ellos -adolescentes y jovenzuelos-, vivieron en primera línea desde las aulas rurales regentadas por profesores jovencísimos y audaces que creían en la enseñanza y poco más, apareció el fantasma de la segunda Transición que hoy domingo, tras las elecciones gallegas y vascas, nos llevará de cabeza a dos indeseables situaciones: a la fractura partidaria, o las terceras elecciones. En cualquiera de los casos, seguiremos estando inmersos en una operación cosmética con mucho rulo y escasa pelambrera. El pesimismo se ha adueñado del tendido. Y es que se necesitaría algo esencial que la segunda Transición no quiere copiar ni por el forro de la primera: disposición llena de respeto, de tolerancia, de cesiones por parte de unos y de otros, y de mucho sentido de la historia para hacer algo tan elaborado como aquello, y casi tan perfecto, que ahora mismo no parece obra de españoles.

Para compaginar metas tan sensatas -simple entendimiento democrático contra el desaliento-, deberían estos politicastros, con las políticas descabezadas que proponen, acercarse al Vítor de Mayorga que tendrá lugar el próximo martes 27 por la noche. Y es que necesitan urgentemente del fuego purificador de las calles que atiza el pueblo con sus manos, de la claridad de las antorchas que es gratis, y de las quemazones que se llevan por delante la piel con necrosis. ¿Es tan difícil divertirse sin necesidad de hacerse el loco tantas veces al año?

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