SALUD & SOCIEDAD

Discapacidad: La autonomía sexual como un derecho

Valladolid reúne a más de cien profesionales de la sexología, que destacan la necesidad de romper tabúes e ideas preconcebidas en torno a la aplicación real de esta especialidad

El auditorio de las jornadas especializadas en sexología aglutinó a más de un centenar de profesionales en la Casa Revilla de Valladolid F. BLANCO

DIANA G. ARRANZ

Los nuevos postulados de la discapacidad apuestan por poner el foco de atención en las capacidades y valores que todas las personas tienen más allá de los condicionantes personales con los que se conviva. En este misma línea, aunque sea un tema aún poco abordado y cubierto de un cierto pudor, ha sido analizada la sexualidad en la discapacidad dentro del amplio programa de las Jornadas «De las lindes sexológicas», que se han celebrado recientemente en Valladolid de la mano del Centro Integral de Encuentros Sexológicos, y en las que han participado más de un centenar de profesionales procedentes de toda España.

«Existía una necesidad en la profesión de juntarnos y nos sentimos muy orgullosos porque hemos podido elaborar un programa muy variado y donde han confluido importantes referentes de la sexología que hacía mucho tiempo que no coincidían en estos foros», explica Guillermo González, uno de los creadores junto a Lucía Sumillera de este Centro especializado en la atención sexológica. Estos profesionales destacan la necesidad de romper tabúes e ideas de esta profesión, «que va más mucho más allá que la genitalización y donde entra, por ejemplo, la terapia en pareja, la educación basada en el respeto y el consentimiento, la discapacidad, y mucho más», añade Lucía.

Dentro de las 18 ponencias que se desarrollaron, dos de ellas se centraron en el abordaje de la sexualidad en las personas con algún tipo de discapacidad. Concretamente, Javier Bengoa, del centro de atención a personas con discapacidad severa intelectual «Gorabide», trajo a este foro de encuentro experiencias aplicadas en su institución. «Desde que partimos de la idea de que todas las personas somos seres sexuados somos conscientes de que somos seres amados y que amamos», explica Bengoa quien añade que por ese motivo es preciso «dar respuesta a la necesidad sexual de las personas más allá de sus capacidades».

Destaca no obstante que sigue existiendo entre el colectivo la idea de «infantilizarlos, lo que deja fuera de lugar el concepto del placer carnal». En este sentido, Javier resalta que de las diferencias que puedan surgir en este abordaje nace también «una forma diferente de sexar con manifestaciones sexuales socialmente no aceptadas que precisan de una intervención concreta».

Plan estratégico

Desde el año 2012, el centro «Gorabide» incluye en su Plan Estratégico estas acciones «que posibilitan propiciar momentos y espacios de intimidad para las personas que así lo precisan, tratando de entender las necesidades que a veces no pueden ser comunicadas explícitamente».

Como ejemplos reales Javier habla del estado de relax que a uno de los residentes le produce estar bajo la lluvia o rozar su cuerpo con la hierba del campo; o las caricias en la cabeza que solicita otra de las personas. Diferentes manifestaciones que precisan de un abordaje profesional enfocado a una calidad de vida que no excluya las pulsiones sexuales.

Una de las figuras que cuenta con mayor promoción dentro de la políticas de apoyo a la discapacidad es la del asistente personal. En este sentido el encuentro también abordó la especialización de la figura concretamente como asistentes sexuales y los diferentes enfoques que en la actualidad existen de este servicio.

La sexóloga y directora del Grupo de Estudio Sexológico en Asistencia Sexual, Inmaculada Ruiz de Lezana, expuso la dificultad que aún hoy existe a la hora de definir esta figura, y destacó que «ahora contamos con la oportunidad de formular un marco que explique desde dónde entendemos este tipo de recurso». En su exposición, esta experta enumeró las medidas que actualmente ya se están aplicando en otros países europeos como Suiza, Alemania o Bélgica, entre otros, y que plantean el asistente sexual como un recurso dentro de los servicios de salud, además de potenciar una formación adecuada y la propia legislación de la figura. Inmaculada resaltó que, en España, la asistencia sexual sigue cargada de prejuicios morales y éticos «lo que genera grandes debates en torno a ella». Aún así, Ruiz de Lezana destacó que «estamos en un momento de salida de armario en el derecho sexual del mundo de la discapacidad en consonancia con el modelo de fomento de la autonomía». En este sentido, esta experta puso de relieve que hasta el momento la discapacidad física es el colectivo que ha liderado las cuestiones relacionadas con este tipo de recurso.

La sobreprotección, como en otros terrenos, es una de las cuestiones que «anula la capacidad de estas personas para realizar una petición o el reconocimiento de una apetencia sexual», explica Ruiz, quien además reconoce que hasta la fecha existe un mayor predominio del modelo médico-rehabilitador «más cercano al servicio asistencial donde no se potencia lo deseable sino la propia respuesta genital exclusivamente». En cuanto a los marcos actuales en los que se desarrolla esta figura, Inmaculada explicó que existen diferentes enfoques y, por lo tanto, servicios «que en sí mismos crean la controversia a la hora de dar esa definición al asistente sexual». Hoy en día se encuentran recursos que nacen y se desarrollan desde el plano del derecho al sexo en la discapacidad; desde el recurso meramente asistencial; desde el encuentro lúdico entre personas y hasta el servicio profesional erótico especializado.

Para esta profesional, los sexólogos deben empezar a trabajar en la figura partiendo del reconocimiento de la interdependencia «que nos sitúa a todas las personas en situaciones vitales que fluctúan entre momento de independencia y otros de dependencia». En este sentido remarcó la necesidad de potenciar «la mirada inclusiva que pone el acento en la potencialidad de la personas para alcanzar la mejor versión de uno mismo, y de esta manera poder definir dónde y cómo se puede incentivar el capital erótico de las personas con discapacidad como otra forma más de seguir creciendo en autonomía social».

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