Sergio del Molino, durante su participación en la Feria del Libro de Valladolid
Sergio del Molino, durante su participación en la Feria del Libro de Valladolid - F. HERAS
Cultura / Feria del Libro de Valladolid

«El problema de la despoblación en España es infinítamente más grave que en el resto de Europa»

El autor de «La España Vacía», Sergio del Molino, considera que más allá de las comisiones políticas creadas para su evaluación, lo importante es que «se ha encendido una mecha de debate cultural y social» que perdurará en el tiempo

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Cuando en abril de 2016 la editorial Turner publicó el libro «La España vacía. Viaje por un país que nunca fue», su autor, el periodista Sergio del Molino (Madrid, 1979), no imaginaba ni de lejos el éxito que iba a tener, siendo además esta obra un ensayo, un género que de por sí «no despierta mucho interés». Ahora, con la perspectiva que le da tiempo cree que parte del entusiasmo generado por la que muchos consideran una obra necesaria se deba a que «ha despertado la conciencia de algo que estaba latente en millones de españoles», en referencia a «esa relación emocional que tenemos con esa parte del país que hemos dejado morir». Este martes Sergio del Molino participado en la mesa redonda «Un mundo se despuebla, ¿cómo interpretarlo? ¿qué hacer?», en el marco de la Feria del Libro de Valladolid, una de las provincias castellano y leonesas que el escritor madrileño menciona como «herida de muerte» por la despoblación.

No en vano, de las catorce provincias a las que él alude, ocho de ellas están en Castilla y León. Durante el encuentro, ha pedido más «imaginación» a los políticos para combatir un problema que ha considerado «irreversible» en muchas zonas rurales.

- ¿Considera que el éxito de su ensayo se debe a que puso en el dedo en la yaga en un problema latente?

- Es verdad que visto en perspectiva, el hecho de poner en palabras o despertar la conciencia de algo que estaba latente en millones de españoles, esa relación emocional que tenemos con esa parte del país que hemos dejado morir y que languidece, ha hecho que muchos lectores hayan hecho una lectura muy emocional del ensayo, que paradójicamente a mí al principio me resultaba extraña.

«La crónica de sucesos ha contribuido mucho a esa barrera de incomprensión de la ciudad al campo»

- Durante muchos años el tema de la despoblación no importó a nadie, ahora de vez en cuando los grupos políticos hablan de ella, aunque sea para echarse la culpa los unos a los otros, ¿ha cambiado algo?

- No lo sé; creo que ha cambiado de forma retórica. No me atrevo a decir que ahora está en la agenda política, pero desde luego sí que hay una comisión en marcha y una discusión abierta en el Congreso y en el Senado, cosas que antes eran impensables. Está por ver que las comisiones no se eternicen y languidezcan y esto se termine apagando. Yo no tengo mucha fe de que haya una toma de conciencia real dentro de la estructura política, pero sí que es verdad que se ha encendido una mecha de debate cultural y social, que quizá es mucho más interesante, porque yo creo que va a pervivir más.

- Recibido el encargo de Turner, comenzó a viajar por los pueblos de España, ¿se encontró el panorama peor de lo que esperaba?

- Es más o menos parecido en todas partes; yo creo que el reconocimiento que ha tenido no el libro, sino el topónimo de «La España vacía» es porque mucha gente más allá de las diferencias culturales, administrativas y políticas que hay dentro de los territorios se reconocen como parte de una misma realidad.

- En la obra hace alusión a un fragmento de la obra de Miguel Delibes, «El disputado voto del señor Cayo», publicada en 1978, donde el autor vallisoletano ya daba cuenta del vaciamiento del medio rural. De ello han pasado 40 años y poco se ha hecho para revertir la situación.

- Creo que sí que se han hecho cosas; de hecho, la Unión Europea ha intervenido tanto en términos de inversión a través de los fondos Fender y Feader como de acción política a través de los grupos del programa Leader; se han creado administraciones específicas... pero aunque se han hecho muchas cosas, algunas equivocadas, yo creo que para la altura del año 1978 el fenómeno, lo que yo llamo en el libro «el Gran Trauma» ya era irreversible.

«Intentar vender el turismo como salvación o panacea de la despoblación es echar una cortina de humo»

- El Gobierno de Castilla y León lleva tiempo diciendo que es un problema con una dimensión europea, ¿es real o también es una forma de echar balones fuera?

- Es real, pero el problema en España es infinitamente más grave que en el resto de Europa; evidentemente el envejecimiento y el abandono del campo, y la cada vez mayor irrelevancia del sector primario es una cosa no sólo de Europa sino también de América e incluso de China, pero el interior de España tiene unas características que hacen que el problema sea más agudo y requiera más atención. Es verdad que estamos hablando de un fenómeno global pero aquí lleva manifestándose mucho tiempo y de una forma más aguda, por lo que requiere una atención especial; no se puede uno encoger de hombros sin más porque eso añade una complejidad enorme al administrador. Administrar un territorio así es complicadísimo.

- Una de las causas de la despoblación actual es la falta de servicios en el medio rural. Sin embargo, cuando anuncian la construcción de una estación del AVE en Otero de Sanabria (una comarca que recorrió el autor), más de media España se le echa encima al Gobierno.

- Sí, pero es que creo que se requieren servicios adecuados al territorio. El AVE es una gran infraestructura que sirve para grandes masas de población, pero un pueblo pequeño de una comarca pequeña aislada lo que requiere son buenas comunicaciones, quizá un buen ferrocarril convencional, una buena carretera que no esté toda bacheada, otro tipo de inversiones que no se les está dando, parece que se quiere compensar ese abandono con una inversión de primera página para poner el pueblo en el mapa, y eso realmente no soluciona gran cosa. Además está demostrado que la gran inversión en infraestructuras no ha revertido la despoblación en ninguna zona, el hecho de que a un pueblo lo cruce una autovía de tres carriles ha servido al contrario, para que la gente salga más deprisaa; en cambio, sí que está demostrado, por experiencia en otros países, por ejemplo en Canadá o en el Reino Unido, que la acción en inversiones concretas destinadas a estímulos concretos en determinadas comunidades sí consiguen frenar la despoblación.

- Aquí, se confía mucho en el turismo.

- Yo con el turismo soy bastante escéptico porque estamos viendo que allí donde se ha instalado de forma masiva, en grandes ciudades como Barcelona o Madrid, es un gran destructor de tejidos sociales, expulsa a las comunidades, a los vecinos, y crea, además, una especie de comunidad fantasma que acaba siendo muy corrosiva para la población. Y en aquellos pueblos que han apostado todo por el turismo, incluso los que han tenido éxito, también se está notando una destrucción en la Comunidad. El turismo en sí mismo no es malo siempre que haya otras opciones; lo estamos viendo en Francia, donde hay pueblos también turísticos pero no viven exclusivamente de él sino que es un añadido al tejido económico normal; el hecho de intentar vender el turismo como salvación y como panacea para todas las zonas despobladas ha sido como una especie de cortina de humo. Fue un resorte político que saltó enseguida en España en los años de desarrollismo cuando se intentó vender el país entero a la salvación del turismo.

- Y con la despoblación llega la pérdida de una cultura, a veces de un dialecto, de unas costumbres... ¿ahonda aún más el problema?

- Es la consecuencia normal, y es quizá una de las razones por la que tiene tanta atracción literaria, porque con ello asistimos a la destrucción de una cultura secular, en muchos casos milenaria, de la cual apenas encontramos ejemplos vivos, y donde lo encontramos son escenificaciones folclóricas de un pasado que ya no es presente. Es una consecuencia normal pero que desde un punto de vista literario es quizá lo más llamativo o lo que más juego nos puede dar a la hora de debatir, de plantear obras artísticas y miradas.

- ¿Hasta que punto contribuyen al olvido los medios de comunicación?

- La crónica negra ha contribuido mucho a fomentar esa barrera de incomprensión de la ciudad al campo, convirtiendo muchos lugares como restos de barbarie de otro tiempo y a sus habitantes en suburbanos, bestias, cavernícolas...; pero no solo la crónica de sucesos, también algunos relatos de ficción, esos tópicos han sido muy nefastos a la hora de entablar el diálogo entre las comunidades rurales y las urbanas.

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