Guillermo Garabito - La sombra de mis paso

A capa y espada

«El tema de las herencias en Castilla y León es un quebradero de cabeza; y en toda España. Le dejan a uno cuatro tierras y lo desgracian ante Hacienda»

Guillermo Garabito
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La primera vez que recuerdo haber oído hablar de la Tizona fue en el colegio. Mi amigo Mario tenía al Cid en un pedestal y estábamos en párvulos. Confieso que yo no sabía ni quien era El Cid. También decía mi amigo que «el Español» representaba a la selección española cuando ésta no jugaba. Yo le decía que no y ahí quedó. Siempre quise una espada, a la manera de León Felipe, no para que mi abuelo acabara retratado con una mano «cruzada / en el pecho, y la otra en el puño de la espada». Más bien por tener una, que siempre he dicho que nací a destiempo. Por tener un objeto que, como el protocolo, se ha perdido en la indumentaria de diario.

Ha resuelto el Supremo esta semana que el único propietario de la espada era el marqués de Falces, que la heredó y que la vendió en 2008. Marqués que será descendiente de aquel otro donde cenaba y comía el caballero Gaspar de Ezpeleta antes de que lo mataran delante de la casa de Cervantes. El caballero Gaspar de Ezpeleta, de quien decían las criadas que las «pellizcaba» según declaración.

El tema de las herencias en Castilla y León es un quebradero de cabeza; y en toda España. Le dejan a uno cuatro tierras y lo desgracian ante Hacienda. Las herencias siempre se las reparten una oveja negra, que casi siempre es un tío u otro pariente cercano, y Hacienda. Siempre Hacienda. Para querer ser heredero de nadie o te dejan la Tizona o un ducado. Y esto último sólo si es uno de la Casa de Alba. Sino más vale ser un desheredado con una capa y un rebaño.

León Felipe se quejó de no tener una casa solariega, y no sé cuántas otras cosas, en un poema que hoy repito de memoria. Si hubiera sabido que Hacienda medio cobra -también- por componer versos se hubiera ahorrado los versos y hasta la vocación de ser poeta.

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