Canaperos

El último tramo del año viene marcado con muchas fechas festivas en nuestro calendario. Lejos del ocio y jolgorio estival se nos presentan celebraciones oficiales cada dos o tres semanas: Ángeles Custodios, Virgen del Pilar, Los Santos, la Constitución…así hasta rematar la faena festiva con las propias Navidades. España es así y al que no le guste pues que se vaya.

Además de las consabidas autoridades y un buen grupo de ciudadanos por unas u otras razones asistentes a los actos, cada día más abiertos, cada día más de todos, lo cierto es que uno deja sus funciones en numerosas ocasiones a sus compañeros porque nunca, lo confieso, me han gustado este tipo de obligaciones. Y cada vez menos. Hay personas que se matan por conseguir entrar en determinados círculos creyendo así que ascienden en una supuesta escala social de su pueblo, de su ciudad, de su propia región o de su país.

Las formas siempre hay que guardarlas con dosis de educación, pero salvo que te apetezca por saludar y ver a gente a la que verdaderamente admiras y aprecias, poco más tiene de enjundia el consabido vino español, cóctel y demás denominaciones posteriores a actos más sobrios.

De todo este paisanaje destacan los canaperos. Esos que van a todo, saben de todo y conocen a todos tildando de íntimos amigos a personas importantes o de relevancia social que vieron una vez en la mesa de al lado y de refilón. En mi etapa laboral madrileña hasta un periódico nacional otorgó el premio canapero mayor, si bien era por ser la persona a la que más actos habían contabilizado que asistía. La chanza y el colmillo del gremio nos hacen así para poder soportar tanto medrador empresarial con subalternos periodistas que sobrevuelan en torno al poder. ¿Borde? No, europeo y amante de las tertulias no forzadas y anti plantas trepadoras que brotan por doquier