La bici de Puente

De modo recurrente a Óscar Puente le formulan dos preguntas los vallisoletanos en la sección dominical de «El Norte de Castilla» acerca de sendas plagas, la de las palomas y los incívicos ciclistas. El alcalde aplica el corta y pega y sobre los segundos escribe que Valladolid es una ciudad idónea para la bici, que los ciclistas cuentan con carriles, zonas marcadas en las aceras y horarios en las calles peatonales, y que la policía tiene órdenes de prohibir las infracciones. Sin duda Puente cuando utiliza la bicicleta cumplirá las normas, pero debe ir tan rápido o metido en la burbuja de la casta o en la sanchista, que no ve cuanto ocurre. Los ciclistas son un verdadero peligro para los peatones a los que sortean con pericia y van por donde más les place, en ocasiones contraviniendo las normas del tráfico rodado.

Lo peor no es esto, sino la permisividad de la policía, que ni paran ni sancionan. Más de un conocido ciclista me comenta que antes, de vez en cuando, la policía urbana paraba y advertía, ahora miran para otra parte, porque la laxitud se ha instalado en el cuerpo, aunque Puente lo niegue o prefiera ignorarlo.

Con este discurso dual y discordante, se inauguró un monumento al ciclista en la salida a Salamanca y se convocó un festivo paseo ciclista por las calles hasta el puente de la Hispanidad. En medio de la algazara reclamaron seguridad vial y como paradoja, un elevado porcentaje de ciclistas no llevaban casco, ni tampoco los más pequeños. Estamos en tiempos de cambio y acaso Puente en vez del corta y pega debería regalar un casco a los viandantes, obligarles a ponérselo, redactar un bando para caminar por las calles de Valladolid en fila india y ordenar a los policías que sancionen a los peatones.