Reportaje

La mujer que venció al tiempo

A sus 110 años, Téofila Gutiérrez Jiménez, natural de Consuegra, es la mujer más anciana de Castilla-La Mancha y una de las diez de España

Teófila esta semana en la residencia San Francisco de Asís de Consuegra, donde vive desde el 9 de enero LUNA REVENGA
Juan Antonio Pérez

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Teófila Gutiérrez Jiménez estuvo a punto de no venir a este mundo. Santos, su padre, fue uno de «los últimos de Filipinas» , donde combatió unos años hasta que España perdió y le dieron por muerto. Antes de irse al frente, Santos era el novio de María, la madre de Teófila, que sin esperanza acabó por conocer a otro hombre. No solo eso, sino que estaban preparando la boda cuando ocurrió el milagro.

Como si de una aparición fantasmagórica se tratara, un buen día Santos regresó a su pueblo, Consuegra. Vino como un pordiosero, fámelico y hambriento de una guerra ridícula (como todas). «Era un desconocido», cuenta a ABC Joaquina Lomas, una de sus nietas. Sin embargo, la cosa acabó como en uno de esos cuentos de Disney: María dejó al hombre que la iba a llevar al altar y volvió con Santos.

Ambos se casaron y tuvieron cinco hijos: todos han fallecido ya menos la cuarta, Téofila, que hoy tiene 110 años, es la mujer más anciana de Castilla-La Mancha y una de las diez de toda España. Desde hace menos de un mes, «la abuela de Consuegra» vive en la residencia local San Francisco de Asís, donde el personal alucina con su estado. Tiene la visión y el oído afectado por la edad, y también la memoria, pero no toma ninguna pastilla. «Lo que más nos sorprende es lo bien que se maneja ella sola, para nada es de las que peor están de salud», explica Ana Isabel Tomás, trabajadora del centro, un enorme edificio que hasta los años ochenta fue un convento de frailes franciscanos.

Andando hasta el frente

«Ha sido una mujer valiente, capaz de enfrentarse a las adversidades, a la muerte de sus familiares y amigos, que ha sabido superarlas. Siempre nos ha aconsejado que llevemos encima las menos preocupaciones posibles, una especie de mochila imaginaria que soltemos cuando tenga mucho peso», describe Joaquina, de 70 años, la hija pequeña de Teófila, que tiene otros cuatro vástagos. Todos viven. Son Saturnino, 85 años; Alejandro, 80; María José, 78; Elvira, 74; y la mencionada Joaquina . La familia se completa con 13 nietos, 16 bisnietos y dos tataranietos.

La imagen es de 1921 y en ella aparece Teófila (en el centro), con su padre Santos y tres de sus hermanos: José, Joaquina y Alejandra

Teófila siempre ha estado en Consuegra. Al principio de su matrimonio con Elviro Lomas Roco, fallecido en 1989, vivían en la sierra del Oso, donde él era guarda. «Venía en burro a Consuegra a dar a luz y luego se volvía al campo», explica su hija pequeña, y desvela que en el tercer embarazo estuvo cerca de morir «por el traqueteo del animal». «Lo pasó muy mal», añade.

«Desde muy jovencitos, nos pusieron a trabajar a todos», recuerda Joaquina, que cuenta que luego su padre se hizo cazador y una vez capturó un venado: «Todo el pueblo acudió a la casa y mis padres repartieron la carne entre los vecinos». Historias en blanco y negro de la España rural.

«Ella disponía en la casa, llevaba las riendas. Mi padre siempre hacía lo que ella decía, es una mujer con carácter», sigue relatando su hija, que enlaza con otra historia para demostrar que su madre ha sido una adelantada a su época. Cuando llegó la guerra civil, a Elviro lo mandaron al frente de Badajoz. Desesperada, sin noticias de su marido, un día cogió el macuto y a dos de sus hijos y se fue andando a buscarle. Lo encontró, claro, y durante un tiempo «estuvieron viviendo en unos vagones de tren abandonados».

Y así pasaron los años, y llegó el siglo XXI, y Téofila cumplió 100 años, la edad a la que murió su madre. Entonces, cuando llegó a la centena, tuvo un pequeño bache. Como si le asustara vivir tanto. Aquello lo superó y ya ha pasado otra década. Hasta el año pasado caminaba sola, pero coincidiendo con su 110 cumpleaños, el pasado 28 de diciembre, ha pegado otro bajón, esta vez más importante. De ahí que la familia decidiera ingresarla en la residencia. «Destacaría que ha sido muy trabajadora, muy luchadora… Dentro de su pobreza, estoy orgullosa de cómo nos educaron mis padres », añade Joaquina, como si esto fuese un juicio y tuviera que dictar la sentencia final.

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