Antonio Illán Illán

«Último tren a Treblinka», entre el desgarro y la ternura

Es un producto teatral puramente realista

Título: Último tren a Treblinca . Idea Original:  Ana Pimenta y Fernando Bernués . Texto:  Patxo Telleri a . Compañía: Vaivén . Dirección:  Mireia Gabilondo . Intérpretes: Alfonso Torregrosa, Maiken Beitia, Ander Irureta, Gorka Martin, Tania Martin, Jon Casamayor, Asier Hernández, Mikel Laskurain, Nerea Elizalde y Tania Fornieles . Escenografía:  Fernando Bernués . Diseño de iluminación:  Xabier Lozano . Música y espacio sonoro:  Iñaki Salvador . Vestuario:  Ana Turrillas . Producción: Ana Pimenta . Escenario: Teatro de Rojas .

Último tren a Treblinka es un producto teatral puramente realista. Cuenta una historia real. Los personajes son reales. El texto recoge expresiones que se dijeron o se escribieron realmente. La escenografía es de un realismo que ya no se acostumbra. La música es tradicional polaca. Los figurines son los propios del momento en el gueto de Varsovia y hasta la caracterización física del actor protagonista se corresponde con la imagen del médico y pedagogo judío Janusz Korczak. Y la interpretación ni se alambica ni se imposta, trata de reflejar de manera verídica y real los hechos y emociones que ocurren el miércoles 5 de agosto de 1942 en un orfanato con 200 niños judíos, en la Varsovia ocupada por los nazis, y que ese día reciben la cruel noticia de que deben dirigirse al tren que les conducirá al campo de exterminio de Treblinka.

El espectáculo, que se mueve entre el desgarro de la situación que se vive en el gueto y la ternura para sobreponer la vida por encima de las circunstancias, rinde homenaje a las víctimas inocentes de todas las masacres, las de entonces y las de hoy, pone en primer término la situación de los niños pobres desposeídos de su familia y sirve de homenaje a los niños y niñas que sufren situaciones de conflicto y que terminan por convertirse en las mayores víctimas, y también recuerda a Janusz Korczak, un ser excepcional que luchó hasta la muerte por dignificar la vida de los niños y que siempre asumió su identidad como judío y como polaco.

(Janusz Korczak, a quien el psicólogo Jean Piaget definió como “un hombre maravilloso que era capaz de confiar en los niños y jóvenes de los que cuidaba, hasta el punto de dejar en sus manos las cuestiones de disciplina y encomendar a algunos de ellos las tareas más difíciles con gran carga de responsabilidad”, fue un pedagogo innovador, autor de varias publicaciones sobre la teoría y la práctica de la educación y un precursor de la lucha en favor de los derechos y la igualdad de los niños. Como director del Orfanato judío de Varsovia proveyó a los niños internos de un sistema de autogobierno).

Esta práctica educativa, que trata a los niños como personas con autonomía de pensamiento y con responsabilidad de decidir, también la llevan Ana Pimenta y Fernando Bernués a su espectáculo y, aunque no sea tan potente como la anécdota histórica que se representa de los niños judíos en el orfanato de un gueto, es didácticamente muy importante y muy significativa en esta obra.

Evidentemente es un teatro de hechos, de lo real, de lo que sucede, pero lo es también y en esencia de valores. Para la emoción nos tocan más los hechos; sin embargo, para la reflexión, nos importan más los valores. Es tan importante la representación del miedo como la de la reivindicación del derecho a la dignidad.

La obra es tierna y emotiva, aunque sea evidente que la tragedia del irremediable final sobrevuela desde el mismísimo título y este sea anticipado con el recurso del teatro dentro del teatro, en la representación de un texto de Tagore.

Último tren a Treblinka conmueve el corazón y remueve la mente por su asunto real, por las emociones que han sabido sintetizar en el texto y por la interpretación jugosa que llevan a cabo los nueve actores del reparto, muy jóvenes buena parte de ellos, que realizan un trabajo más que meritorio, con una profesionalidad que logra gran verosimilitud y credibilidad. Es preciso destacar la excelente labor de Alfonso Torregrosa, en el papel principal, el del viejo Janusz Korczak, para aunar equilibradamente un estado de sufrimiento con la recreación vital de la alegría, y los cambios de registro que las diferentes situaciones requieren. Así mismo Maiken Beitia, dando vida a Stefania Wilczynska, ofrece toda una lección en la que hay que significar la magnífica y clarísima dicción.

La dirección de Mireia Gabilondo, jugando con una escenografía en la que parte del público estaba integrada como un elemento más que contextualizaba el interior del orfanato, ha manejado muy bien los movimientos y el ritmo de las sucesivas escenas para no dar tregua al suceso y no quedarse en la expresión de un sentimentalismo superficial ante un hecho que sabemos desde el principio que es un horror inhumano. La música, como elemento que relaja tensiones y expresa emociones, también ha jugado un papel muy necesario en la puesta en escena.

Que el público al final hiciera comentarios como: emocionante, excelente, esto se tenía que representar en los colegios, impresionante, es bueno que se cuente la verdad, es hermoso que el teatro no sea solo ficción, entretenimiento y pamplinas…es la manifestación de que este teatro realista también es necesario, es educativo y es aplaudido como lo hizo la gente que llenó el Teatro de Rojas.

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