Antonio Illán Illán

«La estancia»: un fascinante duelo de genios y de ingenios

José Manuel Seda y Javier Collado, dos actores con una profesionalidad y un estudio dignos de admirar

Folleto de la obra Manuel Moreno

Título: La estancia . Compañía: Salvador Collado (Euroscena) . Dirección: Jesús Castejón . Intérpretes: Javier Collado y José Manuel Seda . Escenografía: Alfonso Barajas . Música original y espacio sonoro: Luis Delgado . Vestuario: El Matrimonio Secreto . Iluminación: Juanjo Llorens . Producción: Salvador Collado

Chema Cardeña es un hombre de creación y pensamiento y lo es también de acción: idea, estudia, escribe e interpreta. Que le apasiona la figura y las obras de Christopher Marlowe es evidente, lo mismo que siente fascinación por Willian Shakespeare y su ingente producción literaria. Sobre estos dos personajes de la historia ha escrito La estancia , una pieza teatral moderna, densa, equilibrada, intrigante, con reflexión y humor, rica de lenguaje y entretenida de principio a fin.

En el origen de la trama de La estancia se encuentra la especulación, sostenida por muchos, de las relaciones personales y literarias entre Marlowe y Shakepeare. Según esto (aunque no hay documentación que lo verifique), Marlowe, por razones de seguridad y fingiendo su propia muerte, huyó de Inglaterra y debió de cambiar su identidad; él sería el autor de buena parte de la producción literaria de Shakespeare, al que se suele considerar como un «cómico aventurero», que no dudó en convertirse en hombre de paja del autor verdadero a cambio del éxito económico. La verdad es que los espacios de oscuridad en las biografías de estos personajes históricos favorecen el que sea posible elucubrar sobre ellos sin que se puedan perfilar con verosimilitud sus vidas en el evanescente universo en el que se desenvuelven.

Con estos cimientos argumentales se estructura la obra como un duelo dialéctico entre las dos figuras, en el que sale a relucir la vida de ambos, con un acendrado protagonismo del dandi, atrevido, vividor y bardaje Marlowe, que, mirándose al espejo, quiere ver en Shakespeare su otro yo más natural, más de la calle, más verdad, más primario, pero igual de ambicioso. No en vano, el autor hace en la pieza continuas referencias al espejo, casi como un tema recurrente, para unificar las dos personalidades en una, como si Marlowe y Shakespeare fueran el uno reflejo del otro. Y son uno y otro, pues debieron ser tan parecidos en su físico que eran frecuentemente confundidos. Todo esto es muy teatral y da mucho juego para urdir un nudo y un desenlace que dejan al público con la duda de si lo que parece en la obra pudo ser en la realidad.

El título de la obra, La estancia , hace referencia al espacio en el que se desarrollan los encuentros humanos y dialécticos entre dos personalidades aparentemente antagónicas, aunque con identidades muy similares, como nos quiere mostrar el autor en el desenlace, donde, por encima de la amistad, aparece el interés y la traición.

La pieza es compleja en su composición, pero muy grata para el público al que le gusta la palabra y el enfrentamiento dialéctico; y es un verdadero bocatto di cardinale para los actores, aunque tienen que hacer un trabajo ímprobo para sacar adelante texto y gesto con un dinamismo que no da opción ni a respirar.

Los personajes están perfilados con precisión milimétrica. El de William presenta un desarrollo evolutivo: desde la ingenuidad y la admiración iniciales por el maestro Marlowe, hasta la ambición desmedida que le lleva a traicionar a su amigo y amante. Se muestra como tosco, patán, provinciano, rural, ingenuo, inexperto y casi víctima, pero sabiendo qué busca. Enfrente, perfectamente definido de principio a fin, Marlowe es refinado, culto, cortesano, intrigante, experto, mundano, apasionado, provocador y casi (o sin casi) un corruptor de costumbres y modos sociales.

Estos dos mitos de la cultura inglesa enfrentados con una gran fuerza y verosimilitud es lo que nos frece la magnífica obra de Chema Cardeña, en la que la fisicidad juega un papel importante, y donde el cuerpo a cuerpo es la encarnación de la lucha entre dos concepciones distintas del mundo, del arte, de las relaciones humanas, de la amistad y del amor y, también, de las concesiones que a veces hay que hacer para conseguir lo que se pretende. Estos engranajes entre el amor, la pasión, la intransigencia, lo que se ve y lo que se intuye, están perfectamente urdidos.

La estancia es un juego teatral auténtico que rezuma vida y que no da respiro al público, siempre el espejo, yo tú, tú yo, donde quien ahora es víctima luego puede tornarse en verdugo.

Puestos a reflexionar, no es solo cuestión de quedarse en la anécdota, que, por sí sola, te hace pasar un buen rato, sino apuntar lo que ofrece de otros temas como: la concepción del arte, la poesía, la rivalidad entre escritores, las servidumbres de los artistas a los poderes fácticos… (la sátira a la reina de Inglaterra es enormemente descarnada y cruel pero tremendamente ilustrativa de las costumbres). Asimismo, el autor deja caer tópicos inmutables de la historia de España, como los de la Armada invencible (que, sarcásticamente, se dice que fue vencida por la halitosis y la pestilencia de la reina inglesa). Como todas las conocidas de este autor, que es a su vez actor y gestor teatral, La estancia está perfectamente documentada en lo histórico, además de demostrar un conocimiento profuso de las entrañas del teatro, y así manejar con habilidad y desenfado temas que, a la vez que ilustran, divierten.

La propuesta escenográfica, muy bien pensada, es la justa y necesaria para una evocar una buhardilla amplia, en la que unos personajes hablan, escriben, se miran al espejo y atisban lo que hay tras la ventana, pelean, se visten, fuman o se acuestan. La iluminación resulta primordial para orientar las acciones que se suceden y para destacar el protagonismo de elementos importantes en el desarrollo de la acción. La música de fondo sirve para hilar emociones. Los figurines, asimismo, ayudan a contextualizar a los personajes.

Todo lo dicho tiene su importancia, pero lo relevante y lo que termina por crear el verdadero arte teatral y logra el éxito es la interpretación. Jesús Castejón ha realizado un excelente trabajo rítmico con los mimbres de que disponía: un texto con muchas virtudes y dos actores con una profesionalidad y un estudio dignos de admirar. Javier Collado ha bordado un Christopher Marlowe con muchas caras y actitudes, lo que le ha obligado a cambiar de gesto, de registro, de voz, de actitud…, demostrando su capacidad, inteligencia, sensibilidad y estética para interiorizar el personaje y darle el matiz oportuno en cada momento. José Manuel Seda ha perfilado un Willian Shakespeare complejo y con la necesidad de dotar al personaje de una evolución psicológica evidente a lo largo de la obra (no en vano el tiempo de este viaje cambiante con Marlowe dura cinco meses), lo que ha hecho excelente su labor y ha demostrado su versatilidad. Los dos actores han desarrollado una capacidad creadora evidente en la conformación de sus personajes, a los que han dotado de alma y han hecho sentir la vida. El suyo ha sido un duelo de genios y de ingenios.

Los espectadores del Teatro de Rojas han aplaudido con ganas un espectáculo teatral magnífico y han agradecido la atractiva idea de mantener un coloquio con actores, autor y productor de la obra al finalizar la representación.

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