Diego de Palafox

Una batalla de paz

La música veneciana de Vivaldi tamizada por Bach ha llegado a Toledo, es decir, ha realizado un viaje de la Venecia de agua a la Venecia de piedra

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El segundo paso del Festival de Música El Greco en Toledo ha sido bien firme y consistente con la «IX Batalla de Órganos: Homenaje al Cardenal Cisneros». En las palabras de salutación el deán de la catedral, don Juan Miguel Ferrer, con el excelente discurso que habitualmente se adorna, ha afirmado que estas batallas, no solo por el lugar en el que se producen, sino por su propio espíritu y el que la música aporta, son «batallas de paz».

En cualquier caso, si no enfrentamiento entre organistas con sus instrumentos y sus ataques a los registros y los teclados de los históricos siete órganos toledanos, sí podemos hablar de complementariedad, de coordinación y de un alto nivel de ejecución.

El concierto se ha planteado con una estructura ecléctica que ha permitido saborear un menú de contrastes.

La música veneciana de Vivaldi tamizada por Bach ha llegado a Toledo, es decir, ha realizado un viaje de la Venecia de agua a la Venecia de piedra. Por otro lado la obra idiomática para teclado de Haendel, gran organista y gran músico, confluye con la de otro gran organista y gran músico como es Bach, un verdadero artista también de la trascripción de otras músicas para el teclado. A su vez estos grandes, con composiciones menos del ámbito religioso, conviven con la tradición más eclesiástica de los organistas españoles, como Aguilera de Heredia y Cabanilles. Y todos convergen en la modernidad que aportan las improvisaciones de los cuatro organistas que han dado vida al concierto, con ese saber que se desarrolla en el aire y que crea la música y las emociones con la espontaneidad, y no sin riesgo, del momento. Esa es una de las gracias más interesantes de esta programación: el ver y escuchar la música creada en el presente sobre unos instrumentos tan antiguos.

La propuesta incluía todas las combinaciones posibles: con cuatro órganos a la vez, con tres, con dos y con solo uno. Cada situación aportaba su fuerza o su sorpresa. Así, la «Ensalada» de S. Aguilera de Heredia, que sirvió de presentación, mostró su poderío; la improvisación sobre «La batalla de Orán» nos evocó el trotar de los caballos y algunos aires de música arábiga; el tiento de batalla de Cabanilles dejó sentir lo más típico en las composiciones propias para esta batallas. Los cuatro organistas, ya conocidos de otras participaciones anteriores, estuvieron a la altura del buen arte que atesoran: Marc Pinardel, Pablo Márquez Caraballo, Atsuko Takano y Juan José Montero.

Un guiño, no muy de batalla, pero sí de música más festiva, fue el que mantuvieron Juan José Montero y Marc Pinardel, tocando una suite de Haendel en dos de los órganos pequeños, conocidos como «realejos». La improvisación de Pablo Márquez sobre la “Entrada solemne del Cardenal Cisneros” en el órgano del Emperador fue esencialmente, lo que se apunta en el título: “solemne”. El “Capriccio sopra la bataglia” de G. Frescobaldi, que se marcó Arsuko Takano en el órgano del Sagrario dejó la impronta virtuosa de la organista japonesa. Claro que el punto álgido lo puso la interpretación de «Concierto para dos cémbalos» de Bach; ahí sí que parecía que los arcos góticos se elevaban con la música y el espíritu de los escuchantes hasta la más alta esfera; pero eso es lo que solo pueden aportar los genios.

Dado el recinto, el contexto y el día en el que el concierto se produjo, el 13 de mayo, parece normal que el bis que ofrecieron los cuatro organistas sobre los tres «realejos» y el órgano del Sagrario estuviera dedicado a la Virgen de Fátima.

Es ya sabido que la programación de estas batallas de órganos concitan un público entregado que gusta de la originalidad de la propuesta; entre ese público se encontraba, en esta ocasión, el ministro del Educación, el arzobispo metropolitano, el consejero de Educación y Cultura, el presidente de la institución organizadora, Real Fundación de Toledo, y un buen número de concejales del ayuntamiento de la ciudad. Ante esa presencia política y de gestión, me pareció muy acertado que, en las palabras de presentación, Juan José Montero, director del Festival de Música El Greco en Toledo y organista del concierto, reivindicase la importancia del patrimonio y de la cultura como un bien supremo que se debe preservar, desarrollar y poner al servicio de la sociedad.

El Festival sigue creciendo y afianzándose. Quienes estuvieron en el concierto harían un gran favor si cuentan su experiencia e invitan a ir a los siguientes que hay en programación, pues la senda de la cultura se ensancha en la medida en que muchas personas se sumen a ese camino de crecimiento, saber y deleite.

Ver los comentarios