Mariano Calvo - ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

La tumba de don Quijote

La persona real que inspiró a Cervantes su caballero andante fue enterrado en convento de Agustinos Calzados de Toledo

Mariano Calvo
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El modelo real que inspiró a Cervantes el personaje más célebre de nuestra literatura, don Quijote de la Mancha, fue un hidalgo de Esquivias que se llamó Alonso Quijada de Salazar, pariente lejano de la mujer del escritor, que acabó sus días como fraile y fue enterrado en el convento de Agustinos Calzados de Toledo. Esto es, al menos, lo que cabe deducir al hilo de los dos biógrafos más importantes de Cervantes, Francisco Rodríguez Marín y Luis Astrana Marín.

Aunque el universo literario de Cervantes es eminentemente ficticio, su inventiva nunca se apartó demasiado de la realidad y bebió con frecuencia de su entorno, como lo prueba el que en sus obras se rastrean abundantes personajes, paisajes y ambientes que conoció a lo largo de su intensa y ajetreada vida.

Los archivos parroquiales de Esquivias muestran cómo El Quijote se nutre de personajes que fueron vecinos de Cervantes o conociópor referencias en el entorno de la familia de su mujer. En los documentos esquivianos se hallan menciones al propio Alonso Quijada (don Quijote), al morisco Ricote (tendero de su lugar), al cura Pedro Pérez (el del donoso escrutinio), a Mari Gutiérrez (mujer de Sancho Panza), a Pedro Alonso (el vecino que retorna a don Quijote), a Vasco Ramírez (el Vizcaíno)…, y resuenan los nombres de Carrasco, Aldonza, Lorenzo, Quiñones…

La muerte de don Quijote», de Gustave Doré
La muerte de don Quijote», de Gustave Doré

Al comienzo de la novela se observa al narrador dudar sobre el nombre de su protagonista, en lo que parecen transparentarse las propias vacilaciones de Cervantes a la hora de descargar sobre el linaje de su mujer la identidad de su caricaturesco héroe: «Quieren decir que tenía el sobrenombre de ‘Quijada’, o ‘Quesada’, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verisímiles se deja entender que se llamaba ‘Quijana’».

En otro momento, el narrador dice: ...«tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que sin duda se debía de llamar ‘Quijada’, y no ‘Quesada’, como otros quisieron decir». Pero, contradiciéndose a sí mismo, más adelante, cuando un labrador vecino de don Quijote se lo encuentra maltrecho en el campo, lo llama «señor Quijana», y el propio narrador comenta «…que así se debía de llamar cuando él tenía juicio y no había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante».

Jugando de nuevo a las ambigüedades, en el capítulo XLIX don Quijote declara que desciende por línea recta de varón de la alcurnia de Gutiérrez Quijada.

Y cuando parece que la ambigüedad ha quedado establecida mayoritariamente entre «Quijada» y «Quijana», nos sorprende, en la segunda parte de El Quijote, que el nombre de nuestro hidalgo pasa a ser, sin previo aviso, el de «Quijano», y con este nombre reobra el seso y muere.

¿Cuál es la explicación de todo este juego de equívocos? De cierto, nadie lo sabe. En nuestra opinión, la identificación del apellido «Quijada» con las excentricidades del hidalgo enajenado debió de causar no poco disgusto entre los Quijadas vivos de Esquivias, especialmente en el tío de su mujer, Alonso Quijada, en cuya casa vivía el matrimonio Cervantes. Por ello nuestro escritor, al escribir la segunda parte, decidiría no volver a tropezar en la misma piedra y pasó a denominar a don Quijote con el nombre más disimulado de «Quijano».

Tras los pasos de Alonso Quijada

Esquivias tuvo desde antiguo conocimiento de que en el pueblo existió cierto personaje coetáneo de Cervantes, llamado don Alonso Quijada de Salazar, del que se decía que sirvió de inspiración a Cervantes para concebir a don Quijote. Se trataba de un tío de la esposa del escritor, cuya existencia transcurrió de 1560 a 1604, y en cuya casa vivieron Cervantes y Catalina. Pero el investigador Rodríguez Marín, al desvelar su perfil de hombre opulento, ajeno a toda afición libresca y que llevó una vida familiar rodeado de una pléyade de al menos quince hijos, descartó que este pudiera ser el modelo de don Quijote.

Como alternativa, sugirió el nombre de otro esquiviano más lejano en el tiempo, también llamado Alonso Quijada de Salazar, sobrino de una abuela de la mujer de Cervantes, aunque solo pudo sustentar su hipótesis en que vivió entre finales del siglo XV y el primer tercio del XVI, época de auge de los libros de caballerías.

La confirmación definitiva se debió al gran biógrafo cervantino Luis Astrana Marín, autor de una monumental biografía de Cervantes en siete tomos que todavía no ha sido superada, al encontrar los testamentos de los padres de este segundo Alonso Quijada de Salazar. Los documentos consignan un dato que para Astrana Marín resulta concluyente: su hijo Alonso Quijada era fraile de la Orden de San Agustín.

Actual Instituto de Enseñanza Secundaria «Sefarad» de Toledo, donde se asentó el convento de Agustinos Calzados, que fue edificado en 1312
Actual Instituto de Enseñanza Secundaria «Sefarad» de Toledo, donde se asentó el convento de Agustinos Calzados, que fue edificado en 1312

Su condición religiosa no disuadió al biógrafo de pensar que se hallaba ante el sujeto inspirador de don Quijote sino que, por el contrario, en su opinión, suponía toda una corroboración: «…Ahora que sabemos que Alonso Quijada acabó profesando en la Orden de San Agustín; ahora que sabemos que fue fraile y sobrino del bisabuelo de la esposa de Cervantes y que vivió justamente en los tiempos de auge de los libros de caballerías, nos explicamos muchas cosas… Nos explicamos cómo pudo cobrar afición a los libros caballerescos y aun considerarlos verdaderos, incluso tener sobre ellos discusión con los vecinos de Esquivias, de que habría quedado memoria. Si cometió alguna excentricidad, ignórase. No me inclino a creerlo, aunque alucinaciones sufrieron los santos».

Que don Quijote es Alonso Quijada de Salazar lo afirma el propio Miguel de Cervantes en el capítulo XLIX de la primera parte de la historia del Ingenioso Hidalgo, donde éste afirma que desciende por línea recta de varón de la alcurnia de Gutiérrez Quijada, lo que es rigurosamente cierto en el caso de nuestro Alonso Quijada. Según la Crónica del Rey don Juan el Segundo de Castilla, Alonso Quijada descendía, por línea recta de varón, de la estirpe de Gutierre Quijada, que asistió al «Paso Honroso» de Suero de Quiñones. Por cierto, que este Quijada acabó matando al héroe del Paso Honroso casi veinticinco años después.

La tesis del insigne biógrafo conquense Astrana Marín no ha podido ser descartada ni sustituida por ninguna otra en casi setenta años, y con este aval podemos seguir creyendo que tras la puerta del que fuera convento toledano de San Agustín, hoy convertido en flamante instituto de secundaria, se halla uno de los espacios de más intensa evocación cervantina, al que metafóricamente podríamos denominar «La tumba de don Quijote de la Mancha».

El gran muro perimetral que se aprecia en la imagen apuntalado por grandes maderos albergó un solar donde se emplazó en su día el convento de Agustinos Calzados. Fotografía de James Jackson perteneciente el blog Toledo Olvidado
El gran muro perimetral que se aprecia en la imagen apuntalado por grandes maderos albergó un solar donde se emplazó en su día el convento de Agustinos Calzados. Fotografía de James Jackson perteneciente el blog Toledo Olvidado

Capricho del destino, el convento de San Agustín fue edificado en 1312 por don Gonzalo Ruiz Toledo, Señor de Orgaz, restaurador de la iglesia parroquial de Santo Tomé cuyo párroco, Andrés Núñez de Madrid, era tío de la esposa de Cervantes y quien encargó a El Greco la famosa pintura del Entierro del Señor de Orgaz. Esto ha levantado la sospecha de que acaso Cervantes se halle retratado en el famoso cuadro, en donde, curiosamente, también figura el sugestivo retrato de un «fraile agustino» de identidad, hoy por hoy, desconocida.

Resulta interesante reparar en el hecho de que Cervantes señale en «La Ilustre fregona» el entorno paisajístico del convento de San Agustín («las Vistillas de San Agustín») como uno de los admirables atractivos de Toledo. Es Avendaño el personaje que hace esa alusión a estas «Vistillas», un paseo muy popular por entonces, con espléndidas vistas sobre la Vega Baja, a donde solían ir los ciudadanos a solearse en el invierno o a tomar el aire en las atardecidas del verano. Es seguro que Cervantes lo visitaría, y es más que probable que, contemplando los muros del convento de San Agustín, pensara en don Alonso Quijada de Salazar, boceto literario de su Ingenioso Hidalgo.

Del mismo modo que Cervantes no quiso acordarse de la aldea natal de don Quijote, tampoco quiso decir dónde recibió sepultura, aunque puso en boca de Sansón Carrasco un hermoso epitafio a su héroe, que debería figurar con timbre de homenaje sobre los muros del antiguo convento de San Agustín:

«Yace aquí el Hidalgo fuerte

que a tanto extremo llegó

de valiente, que se advierte

que la muerte no triunfó

de su vida con su muerte.

Tuvo a todo el mundo en poco;

fue el espantajo y el coco

del mundo, en tal coyuntura,

que acreditó su ventura

morir cuerdo y vivir loco».

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