Emilio Maganto Pavón - ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Nuevo documento histórico sobre el Cervantes recaudador

Datado en 1588, echa por tierra que el autor de El Quijote fuera un implacable recaudador en Écija

Emilio Maganto Pavón
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La digitalización de una gran parte de los fondos de los archivos estatales y su posterior colocación en internet ha permitido localizar un nuevo documento cervantino acerca de las comisiones de Miguel de Cervantes en Écija

Históricamente, son bien conocidas las andanzas de Miguel de Cervantes por tierras andaluzas en su labor como comisario real desde 1587-1593. Mejor documentadas aún están sus comisiones durante el año 1588 a las órdenes de Diego de Valdivia, adjunto del consejero de hacienda y proveedor general de las armadas y flotas del rey Felipe II, Antonio de Guevara, nombrado en abril de ese año, para el abastecimiento de la Armada Invencible.

Para la ejecución del programa de abastecimiento de la flota invasora y de los preparativos de la operación, en particular del suministro de trigo y aceite, materias primas indispensables para la fabricación del bizcocho, Diego de Valdivia nombró a todo un ejército de subordinados: los comisarios reales, entre ellos a Miguel de Cervantes, para las requisas y sacas de estos productos por toda Andalucía, teniendo a Sevilla como cuartel general y a Jerónimo de Maldonado como tenedor de bastimentos y municiones, que fue el encargado de custodiar y repartir estas materias entre los bizcocheros.

Fue excomulgado

Documentalmente, sabemos que desde el 18 de septiembre de 1587, fecha probable de su nombramiento, Cervantes comienza su andadura por el reino de Sevilla, que durará cinco años, y que el primer pueblo donde inicia sus comisiones fue Écija, lugar donde el escritor tuvo muchos problemas con el clero y parte del vecindario por sus embargos y requisas, en particular con los ricos terratenientes y canónigos prebendados, llegando incluso a ser excomulgado por la Iglesia. Durante dos años, Cervantes llevará a cabo hasta 4 comisiones de sacas y embargos de trigo y aceite en la Ciudad del Sol, ordenadas por Antonio de Guevara, pero el firme obstruccionismo del cabildo y de los hacendados para demorarlas o impedirlas obstaculizando su labor, explica que las relaciones entre el comisario y los astigitanos nunca fueran cordiales y mucho menos amigables.

Esto quizás se debió a que Cervantes sabía que muchos vecinos acaudalados obraban con mala fe escondiendo los depósitos de trigo y aceite. En agosto de 1588, la situación se hará insostenible: el cabildo escribirá varias cartas de súplica al Rey y elegirá como representante legal al regidor Luis de Portocarrero, quien tratará de convencer a Guevara, predisponiéndolo en contra del comisario.

Finalmente, el concejo acusará a Cervantes de no respetar el repartimiento consensuado, de requisar más de lo que debía, y, falsamente, de malversación, ante sus superiores y la Corona, imputaciones de las que el escritor tendrá que defenderse y de las que saldrá absuelto. No vamos a exponer en esta reseña todo lo sucedido a lo largo de todo el año 1588 entre el comisario y los ecijanos, asunto que ha sido tratado en extensión recientemente por Marina Martín Ojeda en una excelente exposición documental en abril de 2016 y en su trabajo Miguel de Cervantes en Écija (1587-1589), obra, por cierto, muy bien documentada y argumentada.

¿Celo excesivo?

Sin embargo, si comentaré, que después de estos trabajos y de varios artículos aparecidos recientemente en la prensa andaluza, se sustenta por una parte de la crítica una opinión desfavorable acerca de las comisiones de Cervantes en Écija, juzgando que sus actuaciones fueron excesivamente rigurosas y que, posiblemente, se excedió en su celo requisitorio.

No obstante, el parecer mayoritario entre historiadores y biógrafos sigue siendo el sostenido por Astrana Marín, es decir, que el comisario obedecía ciegamente las órdenes de la Corona, que nunca se extralimitó en sus funciones, y menos aún en sus atribuciones y rectitud, buscando siempre el arbitraje y el apoyo de su superior, Antonio de Guevara, antes que la desmesura o el empleo brutal de la fuerza, potestad de la que podía haber hecho uso legítimamente frente a los ricos opositores y prebendados al ser comisario real con autoridad de juez y portador de la vara alta de justicia.

Como afirma Martín Ojeda: « A su llegada en 1587 Cervantes pisaba el suelo ecijano en mal momento», pero el clima de oposición contra el comisario durante su larga estancia en la ciudad se fue enrareciendo progresivamente. Las malas cosechas en los dos años que duraron la requisas, las repetidas sacas de trigo, cebada y aceite a los vecinos sin ser pagadas regularmente por la Corona y la malversación de caudales que ejerció el depositario de estos fondos, Juan Ruiz de Montemayor, quien más tarde acabaría en la cárcel, no sirvieron para que el proveedor Antonio de Guevara escuchara las repetidas súplicas de las autoridades de que eximiera a la ciudad de los embargos decretados por la Corona y ejecutados tenazmente por su comisario.

En vista de ello, el cabildo de Écija, puenteando a Guevara, llegó incluso a suplicar al rey Felipe II, por dos veces, y por intermedio del Consejo de Guerra, que por la catastrófica situación del pueblo cesaran los embargos de pan y las actuaciones del proveedor general y, sobre todo, las de su «ejecutor» (Cervantes). Por una cédula real de 20 de agosto de 1588 a la ciudad, el monarca pareció aceptar parte de estas reivindicaciones, ya que en ella se da a entender que Guevara no había cumplido sus órdenes anteriores de que reformara las comisiones del ejecutor y que éste cesara en la saca de pan.

En mi opinión, sin embargo, todavía no ha sido analizada rigurosamente la ambigua y algo discutible conducta del proveedor general Antonio de Guevara durante el verano de 1588 (concretamente en el mes de agosto), quizás la época más problemática de las comisiones de Cervantes en Écija. Una lectura superficial de los documentos localizados durante esta etapa haría suponer que su proceder fue simplemente el de mediador en la dura batalla sostenida entre el comisario y el cabildo, que siempre defendió a Cervantes, y que nunca abandonó a su subordinado frente a los ataques del concejo.

No obstante, el nuevo documento demostraría que el proveedor durante el conflicto llevaba, no un doble, sino un triple juego, jugando sus bazas de un modo muy cuidadoso y calculado, pero siempre provechoso para él. Quizás presionado por los graves acontecimientos que se sucedieron durante esos días y enterado por Luis de Portocarrero de que el cabildo había enviado secretamente una nueva carta de súplica al Rey exponiéndole las quejas de la ciudad ante las severas actuaciones de su subordinado y de él mismo, optó por cubrirse las espaldas para protegerse de las acusaciones ante la Corona. En primer lugar, en sus conversaciones del 8 y 22 de agosto con Portocarrero, Guevara pareció ceder ante las demandas de la ciudad.

Les prometió realizar los pagos atrasados de 13.000 fanegas de trigo, y modificó los repartimientos entre los vecinos, limitando el embargo a 2.500 fanegas de trigo y 500 de cebada. El regidor consiguió además que, provisionalmente, cesara la saca de pan y una carta por la que Cervantes quedaba, aparentemente, disminuido en sus atribuciones y bajo la supervisión del concejo. En segundo lugar, sin embargo, con fecha 20 de agosto, encargaba al comisario una nueva comisión (la cuarta) para que sacara más aceite de Écija, con la orden, como en las comisiones anteriores, de que: «Como se pagaba, procediese con rigor».

En tercer lugar, buscando el amparo de la Corona, el 19 de agosto, o sea, un día antes de ordenar a Cervantes la cuarta comisión, remitió al Rey una larga carta personal en la que tratando de justificar sus actuaciones en Écija «siempre en servicio de Su Majestad», parece disculparse de no haber cumplido su anterior real orden de que «reformara las comisiones del dicho Cervantes y cesara la saca de pan», mandatos que juzga imposibles de cumplir por una serie de causas que explica. Aparte, en la misiva expone que, en contra de lo afirmado por algunos miembros del Consejo de Guerra, él no dispone de los fondos necesarios para hacer frente al pago de las 13.000 fanegas de trigo que se les debe a los ecijanos, y que había ofrecido librarlos mediante un crédito de Juan Castellanos de Espinosa hasta la venida de la flota de Indias.

El tal Castellanos, banquero de dudosa reputación relacionado con la Casa de Contratación, es un personaje conocido en la bibliografía pero que hasta ahora no había aparecido en los estudios biográficos del escritor. Este es el resumen principal de esta carta, nuevo documento cervantino localizado en el Archivo General de Simancas, motivo de esta reseña.

Reprimenda de Felipe II

La interpretación de esta misiva de Guevara al rey es sencilla. Trata de protegerse ante la Corona por sus concesiones a Portocarrero y a la vez excusarse por no haber cumplido las órdenes anteriores del monarca de frenar a su subordinado y cesar la saca de pan en Écija. Las reiteradas quejas del cabildo, que él conocía por el regidor, darían lugar a la reprimenda de Felipe II en la cédula del 20 de agosto a la ciudad. Es seguro que la carta de Guevara y la cédula real se cruzaron en el camino, ya que solo tienen un día de diferencia.

Lo que parece evidente de la completa lectura de la carta, es que el documento no deja en buen lugar al proveedor general y que su texto disculparía aCervantes por el presunto rigor y celo de sus comisiones en Écija, deducción ya apuntada por Astrana Marín hace más de 50 años cotejando el resto de la documentación contemporánea. En mi opinión, de la ambigüedad de la conducta del proveedor general y de esas órdenes «bajo cuerda» a su comisario, es de donde surgirían los problemas de Cervantes en la Ciudad del Sol, al ser denunciado por no cumplir los repartimientos, de requisar más de lo acordado, y que finalizarían con las graves acusaciones de malversación.

Pronto se daría cuenta Antonio de Guevara de que sus interlocutores ecijanos no obraban con buena fe. Solo un mes después, el 22 de septiembre e 1588, el proveedor general, en sus conversaciones con Portocarrero, se quejaba de que el cabildo no había cumplido los acuerdos, había escondido el pan y que por tanto «habría que hacer las requisas con mucho ruido cosa que sentiré mucho».

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