ROCÍO LÓPEZ GONZÁLEZ - Diputada por Toledo X Legislatura

Defendamos nuestra Democracia

No creo que ningún socialista se olvide tan fácilmente del discurso de Rufián o el gesto de complacencia de Pablo Iglesias ni tampoco de la actitud de la bancada popular ante la respuesta de Antonio Hernando defendiendo el honor de su partido

ROCÍO LÓPEZ GONZÁLEZ
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En el debate de investidura, asistimos a un lamentable episodio protagonizado por el «señor de negro», el republicano Gabriel Rufián llamando «traidores» a los miembros del partido socialista; palabras ofensivas y de desplante que recibieron un aplauso ronco de sus camaradas de Podemos y la felicitación cómplice de su líder. No creo que ningún socialista se olvide tan fácilmente del discurso de Rufián o el gesto de complacencia de Pablo Iglesias ni tampoco de la actitud de la bancada popular ante la respuesta de Antonio Hernando defendiendo el honor de su partido. Ese aplauso de los grupos parlamentarios constitucionalistas era el aplauso a la Democracia y la condena unánime a la intransigencia y a la zafiedad.

Como española y demócrata me ofenden este tipo de insultos que delatan la debilidad intelectual de aquél que los pronuncia y su incapacidad de argumentar de forma racional; como me ofendió también, cuando hace justamente un año, se rompía nuestra Carta magna en sede parlamentaria.

La Democracia nos ha costado mucho conquistarla y aunque concibo que es un proceso abierto, fue una operación exitosa por la que pasábamos, entre ilusión y miedos, de una Dictadura a un marco de seguridad y a un sistema de garantías. Por ello, es necesario en estos momentos, valorar y preservar nuestro Estado de Derecho. De acuerdo estoy que la Democracia no es el paraíso terrenal y es posible que algunos se equivoquen mitificándola, pero es, sin duda, un sistema aceptado por todos que nos trajo la integración en Europa y una Constitución garante de la dimensión histórica de España como Nación.

Estoy convencida que la mayoría de los españoles son conscientes de ello y prefieren, como en otros tiempos, la unidad frente a la ruptura, las formas y los valores democráticos a la mal llamada «nueva política». No nos engañemos, Rufián y sus amigos no quieren a España, nos traen populismo barato escondido en relatos de supremacía y de pureza. No podemos ser condescendientes con actitudes gerricivilistas, independentistas o mesiánicas.

La actitud de Rufián en el debate de investidura u otros ejemplos recientes como llamar «delincuentes en potencia» a los Diputados por parte de Pablo Iglesias, privar a un ex Presidente de la libertad de expresión en una Universidad de Derecho en la que fue asesinado el mismo Francisco Tomás y Valiente o profanar capillas, dañan gravemente a nuestra Democracia y conducen a una degeneración moral y a un relativismo atroz. Y es que no se puede estar dentro y fuera a la vez, no se puede ocupar un escaño y defender una manifestación de «Rodea el Congreso», no se puede ser al mismo tiempo liberal y totalitario, demócrata y anti-sistema.

En los albores de la formación de un nuevo Gobierno, si no somos capaces de reemplazar insultos y descalificaciones por acuerdos, si no logramos apartar del Parlamento actitudes extremistas estaremos tocando suelo y será imposible la gobernabilidad en nuestro país. Ha llegado una nueva etapa y conviene reemplazar ataques por debates, quejas por propuestas. Esto y no otra cosa es modernidad: trabajar por el bien general teniendo en cuenta a los grandes referentes de la Democracia, defendiendo la España de las libertades y de las garantías, preservando su esencialidad y respondiendo con fuerza, con firmeza, con contundencia ante aquellos que quieren romper España o dañar nuestra Democracia.

Creo que los partidos constitucionalistas han de estar atentos y actuar conjuntamente ante aquellos que pretenden liquidarla. No duden que lo intentarán siguiendo el mismo guión: irrumpiendo en las instituciones con discursos de rencor, pretendiendo ser el principal partido de la oposición. Igualmente jugarán a dividir al PSOE e impedir que se reestablezca de su crisis interna, avivarán el proceso soberanista catalán y enfrentarán a la sociedad española pues el discurso populista es muy dado a enfrentar antagónicamente al «pueblo contra las oligarquías»; esa es su «lucha política» o su programa ya trazado.

Ante este panorama, si de verdad se pretende salvar a España, después de la parálisis y del bloqueo institucional que ha sufrido, habrá que actuar, y los partidos «moderados» tendrán que buscar espacios compartidos, de consensos sobre los temas que realmente preocupan. Eso denotará la madurez política de nuestro sistema. Mariano Rajoy dijo en su discurso de investidura que no pedía la Luna ni un cheque en blanco sino un gobierno previsible y esto pasa por acudir unidos a reformas necesarias y a asuntos de Estado que no pueden esperar; la sensatez se ha de abrir paso.

La ingobernabilidad nos llevaría a la degradación de España. Protejamos ese gran tesoro que es nuestra Democracia de las dos lacras que la ponen en riesgo: el secesionismo y el populismo radical de izquierdas; es momento de los «abrazos» que Genovés quiso plasmar en un cuadro, como símbolo pictórico de la Transición y que desde hace poco, luce en las paredes del Congreso. Abracemos y no demos la espalda a la Democracia. Solo así cimentaremos esta Legislatura que acaba de empezar dando estabilidad, seguridad y bienestar a los ciudadanos que religiosamente nos votan cada cuatro años.

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