Igualdad

¿Qué estamos haciendo mal?

Solo en el primer trimestre de este año ha habido 76 delitos contra la libertad sexual en Castilla-La Mancha. Para acabar con esta lacra, el Instituto de la Mujer lucha a brazo partido

El Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha ha emprendido este verano la campaña «Sin un sí, ¡es no!» contra las violaciones en cita EFE

J. A. PÉREZ

El dato es el último del que se tiene constancia y lo proporciona el Ministerio del Interior: en el primer trimestre de este año hubo 76 delitos contra la libertad sexual en Castilla-La Mancha . Otro más: durante el año pasado 28 hombres y una mujer fueron detenidos en la región por delitos de ámbito sexual.

Contra esta lacra lucha a brazo partido el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha , que este verano ha puesto en marcha la campaña «Sin un sí, ¡es no!» , centrada en las violaciones en cita, que suponen el 80 por ciento del total de las agresiones sexuales que se producen. Estas no dejan de ser un tipo más dentro del amplio cajón de la violencia de género, pero su impacto en la opinión pública aún no es el que debería. ¿Qué estamos haciendo mal como sociedad?

«Pues estamos haciendo aquello que llevamos llevando a cabo desde hace milenios, que es dar soporte al machismo que existe en nuestra sociedad. Las violaciones en cita tienen su origen en el machismo y son fruto del sistema patriarcal en el que seguimos viviendo. Por tanto, para acabar con la violencia de género, y por consiguiente con las violaciones en cita, es preciso desmontar el sistema machista que legitima todo esto».

Lo dice Araceli Martínez, directora del Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha. Martínez habla de un «sistema ideológico» que «legitima el machismo» en diferentes terrenos de la vida pública. Ahí pone «el espacio virtual de internet, donde socializan las personas, como los videojuegos, las canciones, las series de televisión, las películas… todo ello va creando un imaginario que nos transmite que las mujeres y los hombres no somos iguales. Que ocupamos espacios diferentes tanto en el ámbito material y de acceso a los recursos, que se puede traducir por ejemplo en las brechas salariales».

Y del fenómeno relativamente reciente de las redes cosiales, ¿qué? «Son un aspecto que no hay que descuidar porque está perfectamente demostrado que en ellas se puede ejercer un tipo de violencia de género de carácter primario, tremendamente destructivo», explica.

Roles diferentes

La jefa del Instituto de la Mujer habla de «roles» diferentes que se atribuyen en función del género y que se ven «clarisímamente en las relaciones afectivo-sexuales». «A las mujeres se les atribuye un rol de pasividad, incluso de apatía sexual; y, en cambio, a los hombres se les justifica la falta de contención».

Martínez repite con frecuencia dos expresiones en su mensaje: «la revictimización de la víctima» y «la justificación con el agresor». «A la mujer que ha sufrido una agresión, en muchas ocasiones se la responsabiliza de este delito: por cómo iba vestida, por cómo hablaba, se le atribuye que había provocado esa situación», dice, y añade enlanzando la primera idea con la segunda: «En definitiva, es una manera de justificar al agresor».

Para terminar su argumentación, pone el ejemplo de un caso reciente: «En el último asesinato de género que se ha producido en Extremadura, un medio de comunicación preguntó a la gente del pueblo sobre la víctima y la calificaban con adjetivos como que era muy ‘ligera’, que llevaba una vida muy mala. Ella podría tener la conducta que quisiera, pero en ningún caso eso puede justificar el asesinato. Sin embargo, esto socialmente existe».

Se la pregunta a esta experta en la materia si existe algún tipo de patrón del agresor sexual. ¿En qué edades es más frecuente? ¿El nivel económico o cultural influye? Martínez dice: «El patrón de los hombres que cometen violencia de género es muy amplio, pero sí que hay un denominador común: son profundamente machistas y consideran que las mujeres deben estar para satisfacer sus deseos y placeres. Hasta el punto de considerarlas un objeto de su pertenencia y, por tanto, con derecho a hacer sobre ellas lo que consideren».

Campaña

Aunque la edad no es un factor determinante, la campaña de este verano del Instituto de la Mujer se dirige «más a los jóvenes». Por dos razones: «por un lado, para actuar de una manera preventiva, consideramos que lo más lógico es tratar a personas en edad temprana, cuando están conformando su personalidad; por otro lado, observamos con preocupación cómo la violencia de género tiende a normalizarse en edades jóvenes, parece que hemos avanzado mucho en igualdad y, sin embargo, cuando se realizan encuestas, hay una tendencia creciente a normalizar situaciones de violencia de género».

Normalización, justificación son palabras que pueden llegar a confundirse con cierta impunidad en el caso de las agresiones sexuales. Pero, obviamente, esto no es así. «En el caso de las violaciones en cita, la mayoría se producen por conocidos de la víctima» , recuerda Martínez. Con esto pone enfásis en lo «importante» que es «generar un contexto en el que la violación en cita forma parte de la violencia de género y de que la agresión sexual no es una conducta aislada, sino que forma parte del machismo en el que vivimos».

Y el machismo, otra vez, cierra el círculo: «Sería ingenuo creer que porque se lleva a cabo una campaña contra la violación en cita, va a haber un descenso significativo de las agresiones. Se necesitan actuaciones de calado que complementen a esta campaña con otras muchas y que destierren definitivamente el machismo que hay en nuestra sociedad. Mientras siga habiendo machismo, va a haber tolerancia a la violencia de género, a las agresiones sexuales y a las violaciones en cita».

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