José Fco. Fernández Belda - Viviendo en San Borondón

Los desahucios, los bancos y el gobierno

Siguen sin cumplir su gran promesa electoralera de paralizar los desahucios

José Fco. Fernández Belda
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Hay cosas que debieran ser de una obviedad meridiana, pero que han sido tan manipuladas, tergiversadas y repetidas, que una gran parte de las personas ya las considera como verdades indiscutibles. Siguen el esquema propagandístico de los movimientos totalitarios, que una mentira repetida miles de veces acaba siendo aceptada como verdad, y si no como una certeza revelada por el gurú político de turno, si como algo verosímil para muchas personas. Y eso a pesar de lo que reza un célebre aforismo: «mil mentiras no hacen una verdad»... salvo en las redes sociales.

Como soportamos una campaña electoral, que sus actores afirman que cambiará la percepción de la política canaria y nacional, proliferan en las redes sociales todo tipo de consignas, frases ingeniosas y grotescas manipulaciones, que para cuando los lectores comprueben su falsedad, tal vez ya habrán votado, si es que votaron y no decidieron ser abstencionistas activos o pasivos, opción tan democrática como la otra.

Tal vez sea por la edad, pero los mensajes y gritos mitineros, sobre todo ahora de Pedro Sánchez, me retrotraen a las elecciones de 1982, donde el eslogan del PSOE era “por el cambio”. Ayer, al igual que hoy, todos hablan del cambio, pero nadie lo concreta. De momento queda como un vago deseo, una aspiración personal indefinida o un “pensamiento Alicia”, como muy certeramente definió el filósofo Gustavo Bueno las ocurrencias de Zapatero, por cierto de asesor, o de gafe, por Venezuela y dejando a Felipe González, el mismo del cambio y del recambio, que apuntale lo que puede ser un edificio en ruinas y, si las encuestas atinan, seguir la consignas de un salve su nómina pública quien pueda.

Como parece que la campaña política no de todos contra todos, como cabría esperar de los usos y costumbres patrios, sino de todos contra Ciudadanos, por las redes sociales corre el chascarrillo: “¿Sabías que el Banco Popular, responsable de miles de desahucios, ha financiado la campaña electoral de Ciudadanos con un crédito de cuatro millones de euros?”. Pocas veces es posible encontrar una frase con tantas medias verdades, que leídas en su contexto electoral, son auténticos dislates para consumo de gentes poco dadas a profundizar en los conceptos vertidos en esos mensajes con vocación de ocurrencias y maledicencias para dañar al contrario.

Para empezar, el responsable de un desahucio no es el banco, lo es el que impaga su deuda. Es la justicia la que dicta sentencia, no el banco, que sólo aspira a recuperar lo que es legítimamente de sus clientes y accionistas: el dinero que prestó al ahora deshauciado. Sería como culpar a los fabricantes de coches, aviones o barcos de las muertes en la carretera, los aires o los mares.

Por eso el texto es, como poco, insidioso y falaz. Aunque no tengo datos de qué entidades financieras, tanto bancos como sobre todo cajas, han concedido préstamos al resto de los partidos, ni en realidad interesa lo de “y tú más”, el asunto es cuestión de las garantías de devolución que han ofrecido esos partidos y los avales que les han exigido. Cosa distinta sería cuestionar si han sido regalos y no créditos adecuadamente avalados, sobre todo si se tratara de cajas de ahorro públicas.

Seis meses después de pactar de nuevo para gobernar Canarias, CC y PSOE siguen sin cumplir su gran promesa electoralera de paralizar los desahucios que estuvieran en su mano. Por más que Patricia Hernández se empeñe, los juzgados cumplen con su obligación de hacer cumplir la ley, no la voluntad de algunos políticos que gustan de imitar a Robin Hood, robándoles a los bancos que ellos consideran ricos, para dárselo, fotografía mediante, a los desahuciados que esperan les voten. Eso sí, sin mover lo que está en su mano, el parque de viviendas públicas que reparten entre los demandantes que cumplen las condiciones legales para su adjudicación. Puro populismo fue prometer lo que ahora ellos mismos incumplen, sabiendo que es imposible hacerlo legalmente.

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