Sociedad

Raíces de cristal

Pueblos de colonización en la provincia de Huesca: historia viva que hace presente -y futuro- en el medio rural

Artasona del Llano, fundado en 1957, uno de los pueblos de colonización de la provincia de Huesca Turismo de Aragón

D. A.

Sis décadas; más de medio siglo. Es lo que ha transcurrido desde que arrancara en la provincia de Huesca el proceso de colonización que redibujó el panorama demográfico y territorial, y que ha dado lugar a un patrimonio singular en el plano etnográfico e histórico.

Como ocurrió en otras regiones españolas, fue un proceso que se enfrentaba al reto de convertir un desierto en un territorio donde convive un singular patrimonio natural y medioambiental con una importante actividad social. Todo ello con un perfecto equilibrio entre la persona y su entorno.

Hoy en día, al menos en la provincia de Huesca, estos pueblos contribuyen decididamente en la lucha que las instituciones altoaragonesas mantienen contra la despoblación. Acaso, hubiera servido de gran ayuda que estos núcleos de población se hubiesen edificado más cerca de las localidades tradicionales, pero también contra eso se lucha buscando sistemas de diversificación económica, como son el turismo o la transformación agroalimentaria.

En ello andan inmersos en la Diputación Provincial de la provincia de Huesca. Para su presidente, Miguel Gracia , «la solución podría estar en un sólido equilibro entre lo urbano y lo rural, dos espacios complementarios que se necesitan -lo rural a lo urbano para su financiación, y lo urbano a lo rural para su supervivencia». Y este equilibrio «deberíamos empezar a buscarlo porque, al menos en esta provincia, la densidad de población está muy por debajo del 10% en una zona nada despreciable de su territorio».

Pero no basta con el equilibrio entre lo urbano y lo rural, el turismo o la diversificación agroalimentaria para aumentar el censo de nuestros núcleos rurales. Es necesario, además, que la gente conozca lo que se está haciendo para facilitar la vida a quienes quieren comenzar una nueva vida en nuestros pueblos, incluidos los de colonización.

Existen múltiples formas de amplificar la acción de nuestras Instituciones, y una de ellas es el prestigio que aporta el reconocimiento de un premio del calado del Félix de Azara

Premio Félix de Azara

El premio Félix de Azara es un la máxima distinción que la Diputación Provincial de Huesca otorga a una acción relacionada con la conservación del espacio natural, la transmisión de la riqueza del patrimonio a las futuras generaciones y la apuesta por el desarrollo del territorio altoaragonés. Es por ello que la Diputación Provincial ha promovido conceder a los colonos de la provincia de Huesca el XX Galardón Félix de Azara .

Así lo acordaron, por unanimidad, los portavoces de PSOE, PP, PAR y Cambiar Huesca, al valorar la contribución de todas estas personas a la conservación de un espacio natural que pasó de ser un desierto a convertirse en un territorio donde convive un singular patrimonio natural y medioambiental con una importante actividad social, habiendo alcanzado un perfecto equilibrio entre la sostenibilidad social y la medioambiental.

Esta concesión recuerda todo el compromiso de estos pobladores que se instalaron en las décadas de 1950 y 1960 en nuevos pueblos creados en los entornos del canal de Monegros, la zona de Flumen y el Canal del Cinca . Gracias a su trabajo, posibilitaron la reconversión de tierras de secano en tierras fértiles que, hoy por hoy, son una parte fundamental del Altoaragón y son ejemplo de cómo es posible la convivencia entre trabajar la tierra y ser respetuosos con el entorno medioambiental.

Pueblos de tierra

Los 15 pueblos que nacieron con el Plan General de Colonización han ayudado a despertar una tierra casi yerma, pero el mal de la despoblación subsiste, y la acción de los gobiernos debe incrementar su trabajo en esta y otras provincias de la España del interior.

Las instituciones más cercanas –Ayuntamiento y, sobre todo Diputaciones- han definido planes de atracción de población que a duras penas consiguen retener la ciudadanía local. Es necesario que los Gobiernos autonómicos y nacionales se impliquen; e impliquen, de paso, al Parlamento Europeo para que asuma las riendas de un problema que acabará -y si no al tiempo- poniendo en riesgo el futuro de las sociedades occidentales. Al menos, como las conocemos a estas alturas del siglo XXI.

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