Manuel Marín - Análisis

«...y ahora lo rematan sus amigos»

De Sánchez se dice en el PSOE que «lo mataron sus enemigos y ahora lo rematarán sus amigos»… esos que se han integrado en la candidatura de Patxi López

Manuel Marín
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Pedro Sánchez presentó ayer la nueva versión de su candidatura a dirigir el PSOE con el ánimo de demostrar que el partido es rehén de un complejo sistema de equilibrios mutuos, de una desconfianza enfermiza entre aspirantes, y de unos cálculos impredecibles para las primarias. El PSOE se está acostumbrando peligrosamente a vivir en un sobresalto continuo y en un temor fundado a que el congreso federal termine agravando la brecha interna hasta provocar un cisma irreversible. Nadie se atreve a aventurar una solución homogénea para el futuro del PSOE porque el proceso de regresión iniciado por la gestora está viciado por un cúmulo inmanejable de egos, traiciones y golpes ciegos de manotazos al aire como instinto de supervivencia al límite.

A Pedro Sánchez se le atribuye un voraz ánimo de venganza para radicalizar el partido tras su defenestración. A Susana Díaz, un creciente miedo escénico al fracaso porque es la militancia, y no el votante clásico, quien debe pronunciarse. Y a Patxi López le marca su oportunismo camaleónico. No es posible ni coherente ser el más zapaterista del lugar, después el más rubalcabista, más tarde el más pedrista… y ahora Patxi a secas. El temor a una fractura definitiva post-congreso es real, en la medida en que tradicionalmente el perdedor se camuflaba en el paisaje entre sonrisas y falsos abrazos hasta quedar más o menos integrado en la estructura orgánica…, o hasta pactar una salida digna basada en la sumisión agradecida. Ahora, este PSOE a bofetadas con odio inyectado en las venas huele a purgas y depuraciones, porque ya es impensable una convivencia razonable entre Sánchez, López y Díaz tras tanta labor de costura inútil.

Un hipotético triunfo de Pedro Sánchez volvería a trastocar tanto la escena política que sería inevitable la convocatoria de nuevas elecciones generales. De Sánchez se dice en el PSOE que «lo mataron sus enemigos y ahora lo rematarán sus amigos»… esos que se han integrado en la candidatura del antiguo lendakari con la mente puesta en impedir que Susana Díaz encarne el retorno al felipismo. Sin embargo, es cierto que a priori los alcaldes son quienes más capacidad de influencia ejercen sobre la militancia, y de momento solo Díaz ha exhibido musculatura de alcance municipal. Su pacto con Iceta para pacificar las relaciones con el socialismo catalán también puede servirle de ayuda. Por eso es probable que, a la hora de votar, esa sospecha genérica que tiende a vincular de modo indisoluble a la militancia con Sánchez quede reducida a un espejismo basado en especulaciones mediáticas, y no en datos realistas.

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