Cristina Narbona, en el Congreso del PSOE
Cristina Narbona, en el Congreso del PSOE - EFE

«¡Unità! ¡Unità! ¡Unità!»

Por unanimidad. Nadie piensa dar la batalla. Es el PSOE de Pedro Sánchez. La estrategia será exclusivamente suya. Si se da un nuevo batacazo electoral, estará blindado con poderes casi absolutos

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«¡Unità! ¡Unità! ¡Unità!», gritaba desgañitándose Giani Pitella, presidente del grupo socialista en el Parlamento Europeo, con grandes aspavientos de brazos, con su foulard negro al cuello como si en el exterior del Palacio Municipal no rondara los 40º. Aunque la verdadera temperatura en el interior la marcaba el 50,2% con el que Pedro Sánchez ganó las primarias. La sensación que transmitía el 39º Congreso del PSOE era de balsa de aceite. «El primero sin debate político. Todo está decidido de antemano. ¡ Parece un Congreso del PP!», era la opinión generalizada entre los delegados.

Por unanimidad. Nadie piensa dar la batalla. Es el PSOE de Pedro Sánchez. La estrategia será exclusivamente suya. Si se da un nuevo batacazo electoral, estará blindado con poderes casi absolutos.

Suyas son las bases. Hay un nuevo equilibrio de fuerzas. «Se han juntado los que dejaron de ser y los que quieren ser para echar a los que son», me asegura un diputado mientras enumera a los guerristas que han vuelto a primera línea.

Cuando revalide como secretario general, Sánchez estará en su propia soledad orgánica, bien rodeado de los suyos. «No voy a asistir para ver cómo coronan a Dios», me dice un susanista, que se ha dejado ver unas horas antes de desaparecer. A Sánchez poco le importa, como si hubiera madurado de repente, sigue cada uno de los pasos marcados para crear una alternativa que le lleve a La Moncloa.

Nada de mociones de censura, la legislatura es de Rajoy y él se propone coser al PSOE con su hilo y aguja, cortando los retales que sobran. «Los que han trabajado con él, que le conocen muy bien, y le dieron la espalda tras su caída, están esperando que les corte la yugular», me cuenta un exsenador mirando a Óscar López caminando junto a Patxi López.

El antes todopoderoso aparato socialista está preparándose para una larga travesía en el desierto. Ni Felipe González, con un vídeo de un minuto sin nombrar al secretario general, ni Susana Díaz, con una excusa de altos vuelos, ni Zapatero ni Rubalcaba, entre otros muchos, asistirán a la entronización del líder. Un Congreso sin sangre, porque las heridas internas han dejado al PSOE en la mesa del quirófano listo para recibir transfusiones. Veremos quiénes son los donantes.

Se nota quiénes apoyaron a Pedro por sus caras de satisfacción. Deambulan por las salas encantados de contar la historia de una superación, de cómo creyeron que era un ave fénix cuando nadie apostaba por él. Es el caso de Michel Montaner, alcalde de Xirivella (Valencia), que organizó en noviembre de 2016 el primer acto de Sánchez tras su dimisión.

La palabra que está en boca de todos es cohesión. Podrían hacer una canción del verano, porque esa cohesión va unida a la palabra traición. Las luchas en la sombra con la mirada puesta en los próximos Congresos territoriales. «¿Has visto a Rafael García, alcalde de Burjassot sentado en la mesa como un apóstol? Le disputará la secretaría a Ximo Puig», me avisan.

Será también Sánchez el único que resuelva la incógnita de quién será «la» portavoz parlamentaria. Se escuchan con fuerza dos nombres: la jueza e independiente Margarita Robles y la diputada catalana Meritxell Batet. La cuestión será si pesa más la forma que el fondo. El premio a la fidelidad sería para Robles, quién sabe moverse como pez en el agua tanto en la judicatura como con la prensa. Ella asegura que se sabrá «el lunes por la mañana. Y que todavía no ha hablado con Pedro». Batet se inclinó en las primarias por Patxi y le podría pasar factura. «A Pedro le estarían tratando de convencer, porque es una apuesta más inteligente, con más fondo, cuando la política nacional mirará en otoño a Cataluña».

Otra de las grandes cuestiones: «¿Qué es la plurinacionalidad y qué significa», como le preguntó Mariano Rajoy a Pablo Iglesias durante el debate de la moción de censura. La respuesta la dio Sánchez irónicamente en el Campo de las Naciones avalando ese carácter de España apuntado en la Constitución. Le repito la pregunta a Guillermo Fernández Vara, de los pocos que han pasado de ser susanista a sanchista en un abrir y cerrar de ojos. «Es lo que habría detrás del artículo 2, que los constituyentes no se atrevieron a aprobar», asegura.

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