Entrevista a Alfonso Alonso, presidente del PP vasco

«Todavía quedan rescoldos de odio en el País Vasco y Navarra»

El exministro de Sanidad advierte de que el PNV «no quiere cerrar la puerta a una posible colaboración» con la izquierda radical

El presidente del PP vasco, Alfonso Alonso, frente a la entrada del Congreso de los Diputados ISABEL PERMUY
Adrián Mateos

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Los partidos constitucionalistas del País Vasco han recuperado el lazo azul para conmemorar el fin de la barbarie etarra. Se trata, en palabras de Alfonso Alonso (Vitoria, 1967), de un símbolo de aquella «resistencia cívica» que consiguió doblegar a la banda. Al igual que muchos de sus compañeros, el presidente del PP autonómico conoció de primera mano el alcance de la crueldad de los terroristas, cuyo fracaso califica de «histórico». Sin embargo, el exministro de Sanidad es consciente de que los herederos ideológicos de la organización todavía representan una amenaza para el Estado.

¿Es esta la derrota de ETA que el PP vasco quería?

Lo que se ha producido es la constatación de una derrota que tuvo lugar hace tiempo, porque la capacidad operativa de ETA fue desmantelada por la Guardia Civil. También por la fortaleza del Estado de Derecho, que la dejó sin oxígeno. Por esta razón, la banda no tenía ahora más remedio que ratificar su fracaso. Tengo derecho a sentir que está derrotada a pesar de la ignominia y la vergüenza que suponen la manera con la que quiere escribir su final.

¿Se fía del anuncio de los terroristas?

Realmente no tienen capacidad operativa, pero hay que leer lo que dicen y comprender que si ETA duró tanto es porque dispuso de apoyo social y político en el País Vasco. La izquierda abertzale dio soporte a la organización y continúa ahí, aunque para ella ahora mismo la marca ETA es un lastre, un obstáculo para sus objetivos políticos. En todo caso, al final la banda desaparece justificando su historia, reivindicándose con un discurso vomitivo y emplazando a que sea la izquierda abertzale la que recoja su testigo.

El anuncio de ETA pone fin a cerca de seis décadas de terror tanto en el País Vasco como en el resto de España ¿Qué saca usted en limpio del proceso de liquidación?

Lo principal es que ETA no ha podido vender su versión de los hechos. Ha fracasado, y a cambio solo ha obtenido el desprecio de la sociedad española y de una mayoría de la población vasca que aborrece su pasado criminal.

Algunos colectivos, sin embargo, no están satisfechos con la justificación y el perdón selectivo de ETA.

La gente tiene derecho a sentirse profundamente indignada. El jueves escuchamos a un asesino como Josu Ternera, procesado por delitos de lesa humanidad y huido de la justicia, poner voz a un último comunicado que hace que a todo el mundo se le revuelva el estómago. Pero España ha sido más fuerte que el terror, y la sociedad puede reivindicarse como protagonista en la derrota de ETA.

¿Qué escenario cree que se abrirá ahora en el País Vasco?

La izquierda abertzale va a intentar blanquearse sin haber condenado el pasado criminal de ETA ni ninguno de los asesinatos que cometió. Durante este proceso, buscará atrapar a otras fuerzas políticas para impulsar un disparate similar al de Cataluña. Por ello es fundamental la construcción de un relato veraz que, sobre todo, esté basado en el ejemplo de dignidad de las víctimas del terrorismo. El País Vasco y Navarra siguen teniendo una brecha moral que cerrar, como hemos podido ver en zonas como Alsasua. Todavía hay rescoldos de odio procedentes de esa base social enrabietada que apoyó a ETA. Nosotros seguiremos apostando por la convivencia en el marco del Estado de Derecho, aunque esta idea tiene todavía poderosos adversarios.

¿Qué capacidad de maniobra tienen los radicales?

ETA ha emplazado a que sea la izquierda abertzale la que recoja su testigo para, a través de lo que ellos llaman un proceso de acumulación de fuerzas, avanzar en el derecho de autodeterminación. Ese testigo lo recogió Arnaldo Otegi, quien también fue dirigente de la banda. Los objetivos de los terroristas siempre han sido perversos, porque no buscan únicamente la independencia de Euskal Herria, sino también construir un Estado de corte totalitario en el que se eliminaría cualquier vestigio de España y a todo aquel que pudiera discrepar.

¿Qué papel cree que juega el PNV en esta nueva etapa?

Frente al proceso de blanqueamiento de la izquierda abertzale, el Gobierno vasco ha mantenido una posición razonable, y de hecho manifestó que no estaría representado en Cambo por razones políticas y éticas. Sin embargo, sí acudió el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, porque los nacionalistas no quieren cerrar la puerta a una posible colaboración con los aberzales. Siempre hay riesgo en el doble discurso del PNV y esa posición inquietante que a veces toma. Mantiene encendida una vela al diablo, y creo que sería importante que la apagara, porque participar en ese intento de los terroristas de camuflar su derrota no solamente es un error, sino que supone una humillación a la sociedad vasca. Mucha gente no les ha votado para que vayan a darle un abrazo de despedida a ETA, sino para que mantengan una posición centrada, que es lo que estamos intentando conseguir para que todos podamos convivir siendo ciudadanos bajo el amparo de la Ley.

¿Han hablado con el PNV sobre la situación de los presos etarras?

No, no hablamos de eso con el PNV porque saben que no hay ningún margen de acuerdo en ese sentido. La colaboración que mantenemos con ellos es para garantizar una estabilidad en el marco de la Ley y para que no se produzcan aventuras soberanistas en el País Vasco. Nuestra prioridad va a ser la estabilidad, la recuperación de la convivencia, el crecimiento económico y la creación de empleo. De lo otro no hay nada que discutir.

¿Entendería el PP el hecho de abordar el debate sobre la dispersión como una contrapartida?

ETA no puede obtener absolutamente ningún beneficio por lo que ha hecho. Un Estado moderno y democrático debe hacer cumplir la Ley sin entrar en ese tipo de cambalaches. No va a haber ningún tipo de contrapartida, los terroristas no han cumplido ninguno de sus objetivos ni los van a conseguir ahora. Los presos tienen que expresar su arrepentimiento, tienen que reconocer el daño que ha causado y tienen que colaborar con la justicia para esclarecer los 358 crímenes que quedan sin resolver.

Sin embargo, ¿cree posible el estudio de la situación de los presos de forma individualizada?

Pero es que eso siempre se ha podido hacer. La penitenciaria es una política individualizada. Si un preso se arrepiente y colabora, es evidente que su situación es distinta, pero tiene que cumplir su condena. Aquí no va a haber impunidad, no puede haberla. Que se olviden de ella. A partir de ahí, los presos de ETA han actuado hasta ahora como un colectivo que estaba sujeto a la jerarquía de la banda y a lo que ésta les dictaba. La organización ha negado a sus reclusos la posibilidad de reinsertarse o tener una visión crítica de su vida. El que era leal, recibía un homenaje al salir de la cárcel y se le ofrecía una justificación de su pasado criminal. ETA seguirá existiendo en las cárceles, y la pregunta es si va a seguir ejerciendo esa tutela que asfixia las posibilidades de arrepentimiento a los presos. Eso está por ver.

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