Caso Morate

«Si me ocurre algo, que este cabrón no se vaya de rositas», dijo Marina a una amiga

Familiares y amigos de la víctima aseguran que huyó a Ucrania por el miedo que le tenía

Sergio Morate, en el primer día de juicio EFE
Cruz Morcillo

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Sergio Morate , acusado de asesinar a su exnovia Marina Okarynska (24 años) y la amiga de esta, Laura del Hoyo (26) , fue ayer el invitado a la primera sesión del juicio en el que la Fiscalía le pide 48 años de prisión . Es a él a quien se juzga pero se comportó como si las palabras y los duros alegatos que se escucharon resbalaran por su espalda. Impávido, a ratos parecía aburrido, enfundado en un chándal taleguero con capucha gris y camiseta negra. Rapado, afeitado y con bastantes más kilos que cuando le detuvieron el 13 de agosto de 2015 en Rumanía. El equilibrado menú de la cárcel le ha aprovechado. Los insultos con los que fue recibido al bajarse del furgón en la Audiencia de Cuenca tampoco lo inmutaron. «¡Asesino!», fue lo más suave que escuchó. Y se repitieron a la salida.

La primera sesión del juicio descubrió a un maltratador de manual (ya fue condenado por dejar desnuda y retener a su primera novia para fotografiarla), un diosecillo vigilante las 24 horas de su «trofeo» (Marina) que no estaba dispuesto a permitir de ningún modo que ella le abandonara. «La dejó en un monte de noche, encerrada en un coche cuatro o cinco horas hasta que se cansó», relató al tribunal María Luisa L. , primero jefa y luego amiga de la chica, en cuyo restaurante, muy conocido en Cuenca, trabajó.

Moratones cubiertos

No fue la única amiga de Marina que relató la persecución y el acoso al que él la sometía, los malos tratos físicos que le infligía y que hasta ahora no se conocían. Moratones en brazos y cara que ella cubría con manga larga y ocultaba a su familia. Várvara M. , ucraniana como la víctima e íntima desde la adolescencia reveló que Morate «intentó ahogar a Marina con sus propias manos en la cama y ella le dio una patada en los huevos y lo abandonó». A continuación, la mujer se fue a Valencia, buscó un nuevo trabajo y un piso pero la convencieron de que el cáncer de testículos que sufrió él posteriormente tenía que ver con aquella noche y ella regresó a su lado.

La madre de Várvara, que fue la persona a la que se lo contó, confirmó las palabras de su hija al testificar. Luisa, la amiga-jefa, que además trabajó en su día como orientadora laboral en un centro de la mujer, mantuvo un duro rifirrafe con la defensa de Morate - José Javier Gómez Cavero - al referirse expresamente a él. Explicó que Marina le había dicho que había redactado un documento, una especie de «testamento» para entregárselo (era el abogado de la familia Morate) por si algún día le pasaba algo. «Si algún día me ocurre algo que este cabrón no se vaya de rositas», me dijo. El letrado quiso saber por qué ella no había hecho nada y dónde estaba ese documento, que no ha sido aportado.

«Me sorprendió que una persona con 22 años tuviera que hacer un testamento por si le ocurría algo», insistió la testigo, que describió una relación muy íntima con su empleada en la que ella le contaba detalles de esa envenada relación.

Sergio Morate, tras oír aparentemente sin prestar atención a la fiscal -magnífica y didáctica en su exposición-, al resto de acusaciones y a su defensa y desatender las cuestiones previas se negó a declarar. «Me acojo a mi derecho a no declarar», respondió con voz meliflua al juez, José Eduardo Martínez Mediavilla , presidente de la Audiencia de Cuenca. Cuatro veces repitió «no» al preguntarle si iba a contestar a alguna de las partes.

Su abogado había argumentado en su turno de palabra que Morate «no planificó matar a Marina por el fin de su relación sentimental y que la relación era estrecha y cordial». Lo que la Fiscalía considera actos preparatorios, siguiendo las tesis de los investigadores (compra de cal, tarjeta de teléfono, asistencia a un concierto con su amigo Echeverri y viaje a Rumania) para su defensa son actos habituales. Creía que «la ruptura era transitoria» y que pasado un tiempo «volverían a estar juntos» porque desconocía que Marina se había casado en Ucrania un par de meses antes.

Mostró una frialdad de manual de asesino y de manual de maltratador. «Levanta la cabeza, desgraciado y mira a mi madre», pudo oírse con claridad en la Sala cuando se sentó en el estrado Alina Okarynska tan idéntica a Marina que conmovía mirarla a los ojos. Describió una relación normal, enturbiada con el paso del tiempo por los celos compulsivos de él. «Mi hermana le preguntaba todo. Él no quería ir al cine, no quería salir por la noche, decía que había mucho peligro». Cuando decidió dejarlo le confesó a Alina: «Mira, esto ya no era una pareja era una pesadilla. Ella se sentía controlada, vigilada, en febrero nos dijo que no podía mas que no eran compatibles». Alina narró una cotidianeidad de hermanas desvencijada por el control de él. «Estaba en mi casa alisándome ella el pelo y la llamaba muchas vecespara ver si iba a tardar y saber dónde estaba». La guapa y llena de vida Marina se convirtió en la Marina nerviosa y triste. Olha, la madre de la víctima, admitió que cuando su hija volvió del primer viaje a Ucrania (en la Semana Santa) era otra persona. «Otra Marina, le brillaban los ojos».

La hermana admitió que ella engañó a Morate cuando éste fue tras Marina a Ucrania. «Le dije que se volviera, que ella estaba en Barcelona y ahí no tienes nada que hacer». Pese a la estrecha relación que tenían las hermanas, Marina nunca le contó que la maltrataba y ella solo vio las señales cuando ya era tarde . «¿Tenía su hermana miedo de Sergio?», le preguntó una de las acusaciones: «Yo creo que sí, por eso se fue a Ucrania. Le cambió el carácter. Ella quería zanjar su vida. Fue a recoger la ropa para zanjarlo. Esa ropa no le hacía falta».

Tanto la madre como la hermana describieron cómo la chica trabajadora y cumplidora se vio forzada por su novio a dejar empleos donde la querían y estaba a gusto, con excusas fuera de lugar para complacer a su novio. Luego ella trabajó en varios negocios de la familia de Morate, con la que tenía muy buena relación. De hecho confesó a su amiga que no lo denunciaba por la madre de él, María Jesús Garcés. Ella y el hermano del acusado, Óscar Morate , se acogieron ayer a su derecho a no declarar.

Sí lo hicieron dos de las tías del acusado: una que tiene su casa en la vivienda familiar de Chillarón, donde trabajaba Morate, lo vio la tarde del crimen entrar con su coche sin notarle nada extraño.

La mayoría de los testigos de la primera sesión hablaron sobre la relación de Marina y Morate; Laura del Hoyo apareció colateralmente produciendo la sensación de una muerte doblemente injusta, un azar maldito que la colocó en el lugar equivocado. Morate se enfrenta a 48 años de prisión por los dos asesinatos. La fiscal Cristina Moruno , teniente fiscal y fiscal delegada de Violencia sobre la Mujer basó su intervención inicial en detallarle al jurado cómo preparó el asesinato el acusado, el lugar y la coartada, así como los actos preparatorios que llevó a cabo (como avanzó ABC). «Un cadáver no aparece enterrado en cal si no se compra la cal», expresó gráficamente.

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