C.Z., tras denunciar el secuestro virtual al que fueron sometidos ella y sus padres
C.Z., tras denunciar el secuestro virtual al que fueron sometidos ella y sus padres - ERNESTO AGUDO
Sucesos

Secuestros «virtuales», la estafa basada en el miedo que se expande por España

Los criminales llaman al azar y fingen tener retenido a un familiar para exigir un rescate

Madrid Actualizado: Guardar
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Estaba secuestrada y ni siquiera lo sabía. Mientras C. Z. estaba en el trabajo, sus padres recibieron una llamada para pedir dinero por su rescate. «¿En cuánto dinero valoráis su vida?», les dijeron. Todo hubiera podido acabar en un instante, porque era una estafa: la chica que gritaba «papá» no era su hija y el hombre que hablaba al teléfono ni siquiera estaba en España. Estaban siendo víctimas de un secuestro «virtual» o imaginario. Pero ellos no lo sabían y esa era la baza de los estafadores.

Durante estos sucesos, los delincuentes hacen creer a sus víctimas que tienen retenido a un familiar, aunque sea mentira. La mayoría de las veces han llegado a ese teléfono por azar, tras buscar por internet.

Durante la conversación sacan datos útiles a sus víctimas y, cuando los tienen, amenazan a los familiares como si supieran esos detalles de antemano.

El año pasado, el primero en el que se registró este «modus operandi» en España, la Policía Nacional registró 240 denuncias y se pagaron 15.000 euros. Este año, en los primeros tres meses, se denunciaron 120 casos, aunque solo dos víctimas cayeron en el engaño y pagaron 1.400 euros cada una. El susto, en cambio, se lo llevaron todos.

Amenazas

«Miedo no tengo ninguno, pero es verdad que luego te preocupas por todo», cuenta C. Z. un día después. Aquella noche apenas pudo dormir. La llamada la recibieron sus padres y su hermana, que viven en Chile. Allí eran las 10.30 horas. Cristian, como se hizo llamar el presunto secuestrador, preguntó por el padre, quien una vez al teléfono escuchó una voz femenina que decía «papá». Cristian aseguró que tenía secuestrada a su hija y les preguntó si tenían cuenta bancaria. La hermana se puso entonces al teléfono. «Con 300 euros de pensión, poco te voy a pagar», le dijo. «Pues si tan poco vale la vida de tu hermana, entonces mejor le saco los órganos y los vendo en el mercado negro».

Cuando el estafador se dio cuenta de que no iban a pagar, colgó. La familia intentó contactar con C. Z., con la mala suerte –y el consiguiente nerviosismo– de que tenía el teléfono sin cobertura. Dos horas después, lo consiguieron gracias al Consulado español y a amigos comunes. Estaba bien, no le había pasado nada. Cuando intentaron poner una denuncia en la Policía chilena, la respuesta fue reticente: «Si no hay secuestro, no hay delito», les dijeron.

Extorsión

En España, en cambio, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad siguen muy de cerca este delito, considerado como extorsión, al haber amenazas. También tienen perfectamente identificados a los autores: son presos del penal Colina II de Santiago. Sin embargo, cualquier actuación policial tendría que pasar por la autoridades chilenas.

Los presos tienen tiempo, tienen acceso a internet y tienen una buena tarifa telefónica. Tanto, que les cunde llamar al otro lado del Atlántico porque a ese lado ya nadie pica, nadie da sus datos, nadie se lo cree. En España la palabra secuestro aún causa un gran impacto y los ciudadanos son más propensos a dar datos personales casi sin darse cuenta. Para elegir a dónde llaman, los estafadores solo tienen que buscar en internet «barrios de ricos en Madrid», aunque últimamente también están utilizando teléfonos publicados en anuncios de compraventa.

La Policía recomienda desconfiar cuando aparezca el prefijo 0056, mantener la calma pese a las amenazas y no dar ningún dato: siempre son ellos quienes deben demostrar que tienen la información. En caso de que hayan llamado al fijo, se puede utilizar el móvil para localizar al familiar del que hablen o para contactar con la Policía. De hecho, los criminales intentarán conseguir el móvil de la víctima para evitarlo, pero se pueden utilizar excusas, como que no hay cobertura o batería.

«Al final, piensas que estas cosas solo le pasan a la gente con dinero, pero le pueden pasar a cualquiera. Y unos padres son capaces de hacer cualquier cosa por un hijo», dice C. Z. De ahí la importancia de la concienciación. A los estafadores solo les frena demostrar que no se tiene miedo. Cuelgan y nunca llaman dos veces.

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