Juan Fernández-Miranda - Análisis

En el salón no se juega

Juan Fernández-Miranda
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Al comienzo de esta legislatura, una diputada populista sorprendió a sus compañeros comiéndose un apetitoso bocadillo, de un tamaño considerable, sentada en su escaño mientras seguía el pleno. Tan ricamente. ¿Por qué no lo vas a hacer si tienes hambre y tu madre no te insistió de niña lo suficiente con la importancia de guardar las formas?

En otro Pleno, varios diputados se quitaron los zapatos, mostrando sus calcetines (quién sabe si olorosos) a los asistentes. ¿Y por qué no? Qué decir del día que Anna Gabriel, portavoz de la CUP, se rascó el sobaco izquierdo y acto seguido se olisqueó la mano. El vídeo está en Internet. ¿Y por qué no? Tampoco estuvo mal el día que Pablo Iglesias se sentó en el suelo Salón de los Pasos Perdidos para charlar distendidamente con periodistas, o la utilización de las bancadas del hemiciclo como tendal para sus camisetas serigrafiadas con proclamas...

Unas veces por ignorancia, otras por provocación, todas por mala educación, la estrategia antisistema de Podemos también se manifiesta en las formas. En su vida privada cada uno puede vestirse como le da la gana -afortunadamente, y yo el primero-, pero el juego de la democracia requiere respeto a las instituciones. Mantener las formas es tolerancia y respeto a los demás, porque si todo el mundo actuara como estos señores la vida pública sería insufrible. No hace falta llevar monóculo , tirantes y fumar en pipa. Se llama educación.

Animo a los amigos de Podemos, que en su programa electoral plagiaron el estilo de los catálogos de Ikea, a que escuchen el estribillo de un popular y pegadizo anuncio que esta empresa hizo para televisión, y que rezaba así: «en el salón no se juega, en el sofá no se come, quita los pies de la mesa...».

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