La realidad contra los locos

Cualquier persona medianamente informada sabía desde la misma tarde de la aplicación del 155 que el independentismo se había acabado

Carles Puigdemont, el martes durante un mensaje en vídeo para las juventudes del partido Nueva Alianza Flamenca EFE
Salvador Sostres

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Jorge Bustos, jefe de Opinión de Ciudadanos -perdón, de «El Mundo»- fue uno de los que corrieron a insultar a la vicepresidenta del Gobierno cuando interpuso su providencial recurso contra la a todas luces fraudulenta investidura de Puigdemont. En un tweet -porque la nueva intelectualidad de la derechita cool es muy de tweet y rasga- dijo: «Dónde está ese ejército de infalibles abogados del Estado. Otro paso en falso del Gobierno y Puigdemont reforzado para intentar el martes la fiesta telemática que el Gobierno decía que no se iba a celebrar».

Ayer Puigdemont le contestaba vía sms, esa otra gran herramienta de los más hondos estadistas. «El plan Moncloa triunfa. Supongo que tienes claro que esto se ha acabado». La novedad es que hemos tenido acceso a la confesión por escrito, pero cualquier persona medianamente informada en Cataluña sabía perfectamente, desde la misma tarde en que se aplicó el artículo 155, que el independentismo se había acabado y que tanto Esquerra como Convergència tenían y tienen la absoluta prioridad de destrozarse entre ellos y, los dos juntos, acabar con Puigdemont: sí, Carles, tienes en esto toda la razón: los tuyos te han traicionado. También los tuyos de Junts per Cataluña, ansiosos por instalarse en el poder y hablar de ti en pasado.

El presidente Rajoy ha ganado sin usar ni un gramo más de la fuerza estrictamente necesaria. Ha ganado a los independentistas y ha ganado a la España histérica, mezquina y federica que con su resentimiento tira del país hacia lo funesto. Los de las tantísimas lecciones al Gobierno también han sido derrotados en su siniestra oscuridad. Las dos fuerzas que con más obstinación han querido destruir nuestra convivencia razonable y razonadora han hecho el «ridículo histórico» al que Puigdemont alude en sus publicados mensajes, y tanto la vida pública catalana como la Generalitat intervenida funcionan con apacible normalidad.

Es tan cierto que al presidente Rajoy le han obligado a hacer lo que no quería hacer como que lo ha hecho con mesura, con moderación, con prudencia, sin causar estragos y además le ha salido bien.

Un día del pasado mes de diciembre, hablando de todo y de nada, el presidente me dijo: «El peor enemigo de un loco es la realidad». Y precisamente la realidad es lo que se ha impuesto en Cataluña, muy por encima del delirio de Puigdemont y de la vanidosa maldad de los que convierten sus complejos de inferioridad en odio indiscriminado y falto de cualquier sentido de la piedad. Han ido de la mano y se han alimentado el populismo narcisista de Albert Rivera, el populismo independentista de Puigdemont y la retorcida y nefasta tiniebla de la peor España. Locos de diversa procedencia pero de la misma enfermedad que al final han naufragado en la realidad, que una vez más ha sido su peor enemiga.

Dos ideas adyacentes pero no menores redondean el poder revelador de los mensajes que conocimos ayer.

La primera constituye una fenomenal metáfora sobre cómo se ha llevado todo este «procés», y es la pretenciosa utilización por parte de Puigdemont y los suyos de un sistema mensajería especialmente cifrado cuando luego te dejas pillar del modo más tonto, todo muy como de un episodio de la Pantera Rosa; y la segunda tiene que ver con la poca conciencia que algunos tienen de sus propios actos y fue que Puigdemont, para protestar por la filtración de sus mensajes, escribió un tweet -¡como Bustos!- diciendo que «hay límites que no se tienen que violar». Pero qué límites, Carles, si tú los has sodomizado todos.

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