Rajoy departió «amigablemente» con los barones socialistas durante la Recepción Real

El sentir generalizado en palacio era que se van a evitar las terceras elecciones. Pocos echaron de menos a Iglesias y Carmena, ausentes en los actos del Día de la Fiesta Nacional

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«He visto amor. Hoy aquí había amor», proclamaba a todo el que quisiera escucharle el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, al describir el ambiente que había percibido entre el jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, y los «barones» socialistas durante la recepción del 12-O en el Palacio Real.

Convocados un año más por los Reyes para celebrar la Fiesta Nacional, unos 1.300 invitados han abarrotado literalmente el Comedor de Gala del Palacio de Oriente después del preceptivo saludo a don Felipe y doña Letizia en el imponente Salón del Trono.

Entre los más buscados para compartir impresiones, reflexiones e incluso confidencias, el todavía presidente en funciones, Mariano Rajoy, el presidente de la Gestora del PSOE, Javier Fernández, y la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz.

Ninguna duda sobre el motivo central de conversación: la investidura de Rajoy que el PP ya acaricia con los dedos y que parece cosa hecha a tenor de los comentarios escuchados a políticos de uno y otro signo que han consumido canapés, vino y apuestas sobre el futuro de España, del que ya parecen descartadas más elecciones.

Rajoy se ha mostrado cauto, además de gallego, y ha preferido insistir en que no le corresponde hablar pero ha dejado también caer, indirectamente, que se ve en el debate de investidura, ya que al preguntarle los periodistas si había preparado ya su discurso ha explicado que todavía no había podido; o sea, que espera hacerlo.

Fernández, tal vez el hombre del día, ha pasado poco tiempo en Palacio, lo justo para saludar a los Reyes y escabullirse de la prensa, con la que ha hablado brevemente; su compañera de filas Susana Díaz le ha disculpado ante los redactores: «Después de lo que está pasando, tiene indulgencia para todo».

Pero antes de marcharse ha vivido un significativo episodio, el que ha permitido a Revilla detectar ese intenso amor en el aire palaciego, mientras en el Campo del Moro, al que se asoman los grandes ventanales del palacio, la lluvia no paraba de celebrar su particular fiesta meteorológica.

Se trata de una curiosa «encerrona», en palabras de una protagonista, de la que fueron objeto Rajoy, los representantes de las principales instituciones del Estado, el Gobierno en pleno y los catorce presidentes autonómicos que han acudido a la celebración.

Mientras los demás invitados iban llenando el Comedor de Gala tras saludar a los Reyes, los más "VIP" de todos permanecieron de charla en una salita contigua por espacio de una media hora. Y en muy buena armonía, a decir de Revilla, a quien el «buen rollito» le recordaba al de «los bautizos y las bodas».

Un ministro también presente en el cotarro contaba después a los periodistas que se habían perdido el mejor corrillo, el de la salita contigua donde Rajoy departió amigablemente con los barones socialistas que en el próximo Comité Federal deben propiciar una abstención que culmine con su investidura.

En cualquier caso, el sentir generalizado en palacio era que se van a evitar las terceras elecciones -nadie ha hablado hoy de ellas- y desde el Gobierno se refuerza el papel del actual capitán del trasatlántico socialista, el asturiano Javier Fernández, al que un destacado ministro del PP no dudaba en alabar abiertamente.

Los miembros del Gobierno parecían cruzar los dedos pensando en una investidura positiva mientras una destacada socialista decía que el PSOE ha pasado del desenfreno del «after-hours» al relax del «spa».

No han faltado díscolos, eso sí, y la presidenta de Baleares, Francina Armengol, ha aprovechado para insistir ante Fernández en que ella sigue en el «no es no» a Rajoy, mientras al otro lado el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, sorprendía por la contundencia y dureza de sus reproches al caído Sánchez.

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, hace un año objeto de todas la miradas y estrella en alza por el papel que se presumía iba a jugar tras las elecciones del 20D, ha pasado casi desapercibido, como la crisis catalana, todo un clásico en las recepciones de la Fiesta Nacional, de la que poco se ha hablado.

Entre los ausentes, unos lo han sido más que otros, porque Sánchez sí ha estado en boca de algunos, como García-Page, pero ni a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, de viaje en Colombia para una reunión internacional del alcaldes, ni al líder de Podemos, Pablo Iglesias, hoy ubicado en su cuenta de Twitter, parecen haberles echado mucho de menos los invitados de palacio.

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