Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, la pasada semana en una rueda de prensa
Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, la pasada semana en una rueda de prensa - Ángel de Antonio

Rajoy: Cinco días de sigilo para evitar el efecto Zapatero

Encerrado desde el domingo en Moncloa, el presidente frisó el límite para anunciar a sus ministros los nombramientos

Madrid Actualizado: Guardar
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Los cuatro días, veintitrés horas y cuarenta y cinco minutos que discurren entre la investidura del sábado y la designación de su segundo Gobierno está encerrado a cal y canto en Moncloa.

Solo sale el lunes por la mañana camino de Zarzuela para jurar su cargo ante el Rey. No porque Mariano Rajoy crea que su reclusión vaya a evitar por sí misma las filtraciones. Sabe que a su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, los nombres de los ministros se le colaban por debajo de la puerta y llegaban a las Redacciones antes de que los conociera el Rey.

Todavía recuerda cómo en 2009 al expresidente, de visita en Estambul, le reventaron una crisis de Gobierno que preparaba en sigilo con la entrada de José Blanco y el ascenso a vicepresidenta de Elena Salgado.

Pretende que, como en 2011, este no sea su caso. Pero hace cinco años solo tuvo que dar buenas noticias; nadie tenía que caerse de la alineación. Ahora hay que hablar con los que se estrenan pero también con los «jubilados». Y estos últimos son sus amigos.

Por eso toda precaución es poca. Tantas toma que a la mayoría de los ministros se lo dice frisando la nota oficial. A dos de los que se quedan, Isabel García Tejerina e Íñigo Méndez de Vigo, se lo comunica, según relatan ellos, horas antes; y a la titular de Sanidad, Dolors Montserrat, cincuenta minutos antes de partir para Zarzuela.

Esta vez, al nuevo portavoz del Gobierno le resuelve su horizonte político desde España. La primera ocasión que fue designado titular de Educación, a cinco meses de las elecciones del 20-D, Rajoy se lo propuso en Bruselas donde había viajado para asistir a un Consejo Europeo.

Interlocución con los medios

Precisamente la elección de Méndez de Vigo como cara visible del Gobierno es una de las grandes novedades del sudoku. Su cordialidad y cintura política convencen a Rajoy de que, a la ingente tarea de firmar por primera vez un pacto educativo en España, le debe sumar otra no menos delicada: las relaciones con las empresas de comunicación.

El nuevo portavoz ni siquiera confirma estas nuevas atribuciones tras su primera comparecencia a mediodía del viernes. «Creo que sí asumiré esa tarea», contesta prudente a un periodista. Hasta el viernes esa labor la ha desempeñado la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

A ella es a una de las primeras ministras a las que plantea Rajoy la composición del nuevo Consejo y principalmente las funciones que gana y las que pierde.

Entre las primeras, asume la Administración territorial que es tanto como decir la gestión del desafío independentista catalán (tiene buena sintonía con Oriol Junqueras) pero es informada también de que no ostentará la interlocución con las empresas de comunicación.

De hecho esa decisión la toma el presidente tras haber recibido quejas de algunos directivos de esos medios que le alertan sobre la inclinación de Sáenz de Santamaría hacia un determinado grupo, lo que le resta eficacia y neutralidad a su función.

Para conjurar la rivalidad entre la número dos del Gobierno y la segunda responsable del partido, María Dolores de Cospedal, Rajoy ha cerrado con esta última semanas antes su designación como titular de Defensa.

No era la primera vez que Rajoy le ofrecía a la responsable del PP sentarse en el Consejo de Ministros. Lo hace tras las autonómicas de 2015 que la apean de la presidencia castellano-manchega por un pacto entre el PSOE y Podemos.

Entonces hablan de la cartera de Sanidad pero ahora un «Ministerio de Estado», con alto perfil institucional, parece una buena elección para sortear las posibles fricciones con la vicepresidenta.

El control de los servicios de Inteligencia quedan en manos de Santamaría, pese a que algunos colaboradores de Moncloa especularon sobre la posibilidad de que recayeran en Cospedal, que sigue siendo secretaria general del PP hasta el Congreso del próximo año.

La nueva ministra salió al paso hace horas, en su toma de posesión, de los rumores sobre la incompatibilidad de ambas funciones. Quiere quedarse pero «eso ya se verá», al estilo Rajoy, que no ha tomado ninguna decisión al respecto.

Comisión delegada

Para despejar los entresijos de otro foco de tensiones -el área económica- ha hecho falta bucear en los decretos de nombramientos. Rajoy decide hace semanas quedarse con Luis de Guindos y Cristóbal Montoro, pese a su reconocida falta de sintonía y a que desde Ciudadanos le llegan mensajes contrarios a la permanencia del segundo.

Para Moncloa, la confirmación de Fátima Báñez y la entrada de Álvaro Nadal y Dolors Montserrat en el Consejo, tres eficaces negociadores del acuerdo con Albert Rivera, es ya un claro gesto de predisposición al diálogo con el partido naranja.

Pero hace meses que De Guindos le ha solicitado al presidente dotar a su Ministerio de una estructura más potente. Traducido: una vicepresidencia que pueda facilitar una mayor unidad de acción en la política económica española.

Sin embargo, Rajoy opta por no crear otra superestructura aunque le refuerza con las funciones de Industria. Más de un alto cargo de Moncloa espiga horas después en ese decreto para saber si el titular de Economía consigue o no otro de sus objetivos: presidir la comisión delegada de Economía cuando falte Rajoy, batalla que ha librado antes de ser confirmado. Sin embargo, como el CNI, esa labor sigue en manos de Santamaría.

El día 1, festividad de Todos los Santos, es tranquilo en Moncloa. El presidente ha hablado con los jefes de Estado de Ecuador y Colombia, Rafael Correa y Juan Manuel Santos. Está a la espera de que le llame Angela Merkel, que le telefonea por la tarde para felicitarle.

Hace algunas semanas Rajoy ha charlado en privado y por separado con los dos últimos amigos personales que le quedan en el Gobierno, José Manuel García-Margallo y Jorge Fernández Díaz.

En una conversación «franca y cordial», apunta un alto cargo popular, les informa de que va a sustituirles. Las polémicas que han rodeado al ministro de Interior son incompatibles con los nuevos tiempos y cuenta además con la animadversión de todos los grupos de oposición. Y para Margallo, opina Rajoy, se ha cerrado un ciclo. A uno y a otro pide silencio.

Filtración de los exministros

Con ambos volverá a hablar en la mañana del jueves para confirmarles lo que ya sabían. Pero la marcha de ambos llega a oídos de los medios que, como ABC, lo recoge en su edición digital.

Algunos apuntan a que la información podría haber salido del excanciller. Del exclusivo grupo de amigos de Rajoy, conocidos como G-5, al que pertenecían ambos junto a Ana Pastor, José Manuel Soria y Arias-Cañete, tan solo queda, con una excelente salud política, la presidenta del Congreso.

En Bruselas Rajoy encontró hace meses otro potencial ministro, Alfonso Dastis. A lo que se ve, la labor de representación de España ante las instituciones europeas se ha convertido en una cantera de ministros. Primero fue Méndez de Vigo y ahora, uno de sus estrechos colaboradores, que también ha trabajado codo con codo con el presidente en sus constantes viajes comunitarios.

En Moncloa se guarda ese nombre bajo siete llaves durante días. Incluso el propio interesado no es informado de la cartera que le espera hasta el miércoles. Su perfil diplomático, eficaz, prudente y resolutivo no solo es apreciado por el ministro de Educación sino por dignatarios de la UE «que han hablado muy bien de él a Rajoy», sostiene una persona de confianza del jefe del Ejecutivo.

Fin de cinco días de sigilo para conjurar el efecto Zapatero. Como le dijo Rajoy en privado el sábado por la tarde tras la investidura en el Congreso, al presidente gallego, Alberto Núñez-Feijóo, hasta el jueves le esperaba «una buena tarea»: formar Gobierno. La única, junto a disolver las Cortes, que solo puede hacer él.

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