Puigdemont, dispuesto a renunciar la semana que viene a su acta de diputado

De este modo, sacrificaría la «legitimidad republicana» para favorecer la realidad autonomista. Se quedará como un prófugo cualquiera

Puigdemont, en uno de sus vídeos emitidos desde Bélgica ABC | Vídeo: El ministro de Justicia, Rafael Catalá, tacha de «antidemocrático» considerarse una «víctima» cuando se es objeto de una investigación (ATLAS)
Salvador Sostres

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Carles Puigdemont está dispuesto a ceder su acta de diputado y sacrificar de este modo la «legitimidad republicana» para favorecer la realidad autonomista. Será la segunda vez en tres años que la CUP fulmina al candidato independentista a la presidencia de la Generalitat. Si en 2015 humilló a Mas tirándolo «a la papelera de la Historia», en este 2018 dejará a Puigdemont sin lo único no estrictamente simbólico que le quedaba -su acta de diputado- y colgado por lo tanto, como un prófugo cualquiera, en Waterloo.

Puigdemont , ciclotímico y probablemente bipolar , ha tenido momentos de todo desde que se fugó y su carácter sanguíneo, iracundo e inestable, le ha llevado, en días alternos de la misma semana, a querer rendirse y a pensar que podría derrotar al Estado. Ahora piensa, convencido por el sector posibilista de su entorno -que necesita volver a cobrar un sueldo cuanto antes- que la repetición electoral podría salirle cara: no podría presentarse, ni mentir, como en diciembre, diciendo que si gana volverá para ser investido presidente; tampoco podría prometer ninguna república, ni local ni forajida, ni siquiera hablar en nombre de una mayoría independentista, que si hubiera elecciones sería precisamente porque está más rota que nunca.

Nadie descarta que el expresidente pueda cambiar de opinión, como en pocas horas pasó de querer convocar elecciones a proclamar la independencia, pero su estado de ánimo ahora es propenso a la rendición disfrazada de generosidad para sobre todo no perder algo tan autonómico -esa autonomía que tanto despreciaba- como la presidencia de la Generalitat y las consejerías más jugosas, para que los suyos puedan volver a poner en solfa el chiringuito financiero que se les vino abajo una vez desmantelada la trama del Palau.

El «nacionalturismo»

Para disimular la humillación y la irrelevancia en que Puigdemont y su «casa de la república» quedarán una vez el nuevo presidente de la Generalitat sea investido, el exalcalde de Gerona ha reclamado a cambio de su rendición un gran acto de reconocimiento en Waterloo y que le solucionen de una manera estable su financiación y la de su estructura belga.

«El independentismo va a terrizando poco a poco mientras la «república» se consolida como folclore para touroperadores, irreductibles y jubilados»

En este sentido, algunos empresarios trabajan ya en la idea de explotar lo que han bautizado como el «nacionalturismo» y que consistiría en organizar «viajes patrióticos» a Bruselas que incluirían una visita al Parlamento Europeo, donde los enardecidos turistas serían recibidos por diputados nacionalistas de pueblos con problemas; la vistia «central» y solemne a la «casa de la república» en Waterloo, con Puigdemont de anfitrión, la asistencia luego a un concierto de algún cantautor catalán de esos que en Cataluña tienen dificultades para llenar incluso las salas más pequeñas, y una cena de gala para rematar la «nacionaljornada».

Los viajes serían amenizados por figuras mediáticas del independentismo y aunque de momento no hay nada firmado, ni definitivo, se barajan los nombres del sociólogo Salvador Cardús , de la orgánica Pilar Rahola y del profesor Joan B. Culla . «El folclore» -asegura uno de los empresarios interesados en desarrollar esta iniciativa- «no es tan serio como la política efectiva, pero como negocio, es mucho más rentable, y yo estoy dispuesto a prolongar el sueño del que cientos de miles de catalanes no quieren despertar».

Casa de Carles Puigdemont en Waterloo ABC

Toni Comín está profundamente irritado con su partido, ERC, al considerar que no le han prestado la atención ni el apoyo que esperaba. Entiende que no tiene la capacidad simbólica de Puigdemont ni por consiguiente su posibilidad recaudatoria y por lo tanto su prioridad es poder mantener a su hijo y a su marido en el destierro: a cambio de su renuncia, ha exigido, ser nombrado consejero.

Le han dicho que sí, pero en su condición de prófugo es más que probable que su nombramiento no llegue ni siquiera a ser efectivo, eso si el hipotético nuevo president -que es a quien finalmente le corresponde nombrar y cesar a los consellers- decide empezar su mandato prevaricando (haciendo algo a sabiendas de que es ilegal), lo que en el caso de Jordi Turull , que es el candidato con el que JxCat trabaja y que Esquerra acepta, podría inscribirse en la reiteración delictiva y llevarle directamente a la cárcel.

«El candidato Turull, con la renuncia de los dos forajidos de Bruselas, obtendría en segunda votación más votos a favor que en contra»

Puigdemont esperará a anunciar su renuncia a que el Supremo extinga cualquier esperanza de que Jordi Sánchez pueda acudir al Parlament para ser investido.

El candidato Turull, con la renuncia de los dos forajidos de Bruselas, obtendría en segunda votación más votos a favor que en contra, lo que le bastaría para lograr la investidura. Turull tiene un horizonte judicial poco halagüeño y su candidatura es una forma más que plantea el independentismo de buscarle las cosquillas al Estado a la desesperada.

El independentismo va aterrizando poco a poco mientras la «república» se consolida como folclore para touroperadores, irreductibles y jubilados.

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