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Oriol Junqueras, Raül Romeva y Carles Puigdemont, en la conferencia en e Ayuntamiento de Madrid - ÁNGEL DE ANTONIO

Puigdemont se abraza a Podemos para exigir el referéndum en Madrid

Los independentistas quieren diálogo, pero advierten de que seguirán adelante con sus planes hasta el final

Madrid Actualizado: Guardar
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El principal socio de Puigdemont en Madrid se llama Podemos. El presidente de la Generalitat, antes de pronunciar su conferencia en el Ayuntamiento de la capital para exigir un referéndum, se reunió en el Congreso con los líderes de Podemos y En Comú Podem, Pablo Iglesias y Francesc Xavier Domenech, y más tarde se haría la foto con la alcaldesa, Manuela Carmena, quien tuvo el gesto de ceder una de las salas del Consistorio para la conferencia en la que se abogó por la ruptura de España.

En la Caja de Música, con un aforo de 270 personas (una cuarta parte eran periodistas y el resto invitados de la Generalitat), se reservó el lugar preferente a Pablo Iglesias, al mismo nivel que la representante del Gobierno autonómico Neus Munté.

Entre el público pudo verse a otros «podemitas» como Juan Carlos Monedero o José Manuel López, y se reservaron varios asientos a «embajadas», aunque sin especificar la persona ni el cargo. En primera fila, más esquinados, se sentaron los portavoces del PNV en el Congreso y el Senado, Aitor Esteban y Jokin Bildarratz, junto a Joan Tardà, Gabriel Rufián y Carles Campuzano.

Puigdemont aterrizó en el corazón de Madrid acompañado de su vicepresidente, Oriol Junqueras, y del consejero que se autodefine como «ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de Cataluña» en Twitter, el madrileño Raül Romeva. Los tres van de la mano en el desafío independentista, en un proceso en el que no faltan las tensiones internas ante la probable inhabilitación del que se salte la ley con su firma y la posibilidad de unas elecciones autonómicas en el horizonte.

Las primeras palabras del presidente de la Generalitat en la conferencia, titulada «Un referéndum para Cataluña. Invitación a un acuerdo democrático», fueron para hacer un encendido elogio de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena:«Gracias de manera muy especial. El pueblo de Madrid está hoy muy dignamente representado por la alcaldesa y su compromiso democrático, que contribuye a dar soluciones allá donde otros siembran de problemas el camino».

El discurso de Puigdemont fue previsible desde la primera hasta la última palabra. No contuvo ni una sola idea que invitara a pensar que la operación diálogo del Gobierno ha dado algún tipo de fruto. Podría resumirse en esta premisa: quiere diálogo, pero a su manera, porque si no lo hay los independentistas seguirán adelante con sus planes hasta el final. «Jamás renunciaremos a que los catalanes voten», aseguró. «Que no quepa ninguna duda de que no si se articula una propuesta pactada, el compromiso del Gobierno de Cataluña con su pueblo es inviolable: celebraremos el referéndum». Hubo muchas apelaciones a la democracia, la libertad e incluso a la paz, pero ni una sola al Estado de Derecho o a la defensa de la ley. Al contrario, insistió en que aplicar la ley –«perseguir judicialmente a cargos electos»– es «una irresponsabilidad».

Portazo al Parlamento

A su juicio, todo depende de la «voluntad política». Con ella, dijo, es posible celebrar un referéndum de independencia. Los asistentes solo se animaron a aplaudir cuando aseguró que «el Estado español no dispone de tanto poder para impedir tanta democracia».

Puigdemont dedicó parte de su intervención a despreciar la invitación del Gobierno de la Nación para que explicase sus propuestas en las Cortes Generales. Recordó el fracaso de JuanJ osé Ibarretxe en 2005 y de la delegación catalana en 2014, y concluyó que ir al Congreso «sería un error». Aludió a la imagen de derrota que darían ante los «observadores internacionales», algo que obsesiona a los independentistas de forma especial. «No vamos a participar en eso», subrayó, tras quejarse de no haber tenido a su disposición el antiguo salón de plenos del Senado para impartir su «conferencia».

Puigdemont y sus teloneros, Romeva y Junqueras, en distintos tonos insistieron en el «diálogo» para negociar un referéndum. Y lo hicieron justo el día en que se conoció el proyecto de ley de ruptura que prepara la Generalitat para proclamar la independencia de forma inmediata si no se aceptan sus exigencias. De sus palabras se dedujo que todo está preparado para el paso final, por encima de todo obstáculo legal.

El discurso de Junqueras, buenista y conciliador, tuvo más matices que el brochazo de Puigdemont: «Queremos una buena relación con nuestro entorno», comentó en son de paz, casi con amabilidad, tras decir que habrá consulta sí o sí, aunque haya «condenas y querellas».

A la salida, un grupo de falangistas esperó a la delegación independentista para despedirles con silbidos e insultos.

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