Feijóo posa para ABC en su residencia de Monte Pío, en Santiago, junto a su perra «Cata»
Feijóo posa para ABC en su residencia de Monte Pío, en Santiago, junto a su perra «Cata» - MIGUEL MUÑIZ

El presidente que vino de la aldea

Núñez Feijóo, que dio el golpe de gracia al PSOE de Pedro Sánchez con su tercera mayoría absoluta, repasa en ABC su vida política y familiar

OS PEARES/ SANTIAGO Actualizado: Guardar
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Saturnino muere en julio pero hasta agosto la paternidad de su hijo Alberto no se confirma. «Viene niño», confiesa a ABC el futuro padre y presidente por tercera vez de Galicia. Durante la campaña que le ha llenado de votos y síes a un Rajoy acostumbrado a los noes no tiene tiempo de pensar en su primer hijo: «Pero ahora me fijo mucho más en los bebés...». Su madre, doña Sira, ya no podrá repetir aquello de que «mi hijo se ha casado con Galicia pero Galicia no me da nietos». Viene el primero para Alberto Núñez-Feijóo (Os Peares, Orense, 1961). Y el abuelo del bebé murió hace dos meses sin saberlo. Tras la noche de su enfermedad, vino la noche más larga, como canta Luis Eduardo Aute, uno de los preferidos de Feijóo.

Pero Saturnino parece intuir algo. «Me dijo delante de Eva (Cárdenas) y poco antes de morir: tener un hijo es muy importante». Y ya estaba en camino un bisnieto de la abuela Eladia, aquella viuda con ocho hijos a la que su nieto Alberto (su preferido, admite apurado el aludido) visitó todos los fines de semana en Os Peares mientras vivió. Y a la que deja unas flores cada primero de noviembre en la tumba familiar que ahora comparte con su yerno.

Os Peares. El Macondo de Feijóo. Uno, dos, tres ríos lo bañan. El Miño, el Sil y el Búbal. Además de bañarlo, lo refrescan. Porque el sol abrasa como una tea cuando visita ABC esta aldea perdida de la Galicia rural con apenas cien habitantes. Más de 35 grados zurran como si los enviaran las mismísimas mareas gallegas; no las que mecen y a veces zorrean la costa galaica sino las que soñaron el pasado domingo con arrebatarle el poder «a la derecha», como hicieron en 2005 el socialista Touriño y el nacionalista Quintana, mandando a la oposición a Fraga, pero sobre todo a Feijóo. «Allí me curtí», reconoce.

En Os Peares todavía quedan restos de la batalla electoral y de la huella sentimental del reelegido líder gallego. Pancartas de «Alberto noso presidente» recuerdan que allí es Alberto y no Feijóo. El nieto de Eladia; el hijo de Saturnino y Sira, que ayudaba a su abuela vendiendo pan en el colmado y que cuando su padre se fue al paro tuvo que dejar la oposición a juez para ponerse al tajo y ayudar en casa. El presidente que nació en una aldea, hijo de un encargado de obras, desbaratando buena parte del viejo discurso de sus rivales populistas que durante la campaña le llamaron «señorito» y al pueblo gallego «esclavo» por votarle.

Pan, y pienso para cerdos

En Os Peares la casa de piedra sigue intacta. Allí asoma Rosa que, desde el balcón, contesta a ABC: «Nosotros le compramos la casa a unos primos de Alberto. Vendían comida ahí abajo». Feijóo no la desmiente: «El colmado era también estanco y ofrecíamos aceite, chocolate, pan, pienso para cerdos, y yo ayudaba a mi abuela». Por Peares, que depende de cuatro Ayuntamientos, dos Diputaciones y se reparte entre dos provincias, Orense y Lugo, iba Alberto en bici y cuando llovía, con una mano sujetaba el manillar y con otra el paraguas. Buena manera de prepararse para, al correr de los años, ser condenadamente gallego y galleguista, y a la vez saltar de quiniela en quiniela desatando nervios palaciegos en Madrid, como sucesor de Rajoy. El eterno aspirante a una plaza vacante desde hace casi un año. Feijóo niega la mayor: «Mire, yo estoy aquí y ahora tengo mucha tarea en Galicia, a la que debo todo lo que tengo». «Más allá del norte no hay mucho que hacer», canta Xoel López, otro de sus músicos de cabecera.

Correr en el parque

Lo cuenta después de rascar unos minutos a su endiablada agenda para hacer deporte. Dos veces en semana corre por un parque cercano para minimizar los efectos colaterales de la tortilla de patata con huevo poco hecho y los pimientos del padrón que degusta como si fueran los 41 escaños que acaba de lograr desafiando la teoría de la relatividad política: ningún presidente autonómico ha ganado por mayoría, tras la galerna de la crisis y la corrupción. Salvo Feijóo; y con Rajoy en funciones.

Rajoy. Otra constante en su vida. Como José Manuel Romay Beccaría y Manuel Fraga. Al igual que los dos primeros, también estudió Derecho en Santiago. Pero todavía es un niño en Os Peares cuando sus padres lo mandan interno a Los Maristas de León. Allí, la ducha fría a la que te exponías si no eras de los primeros resucitaba a un muerto. Pero lo peor que te podía pasar era «el fregadero», rememora Feijóo. Limpiar cacharros todo el día: del desayuno, de la comida y de la cena de más de 80 chicos.

Castigado al «fregadero»

Los que dicen de él que era incapaz de romper un plato se equivocan. «Un par de veces intenté escaquearme y como me había peleado con otros, estuve un mes y medio en el fregadero», aclara. En el PP años después también tuvo que usar estropajo de aluminio para renovar un partido cuya facción rural y caciquil (los de la boina) dominaba al sector urbano (los del birrete), en el que militaban Romay y Rajoy.

El chico de los Feijóo opta por hacer Derecho y prepararse para juez. En la aldea, mientras vive la abuela, le siguen viendo los fines de semana. Cine, baile, paseos... y el programa «La Clave». «Al niño» le gusta la política. Se queda a ver los debates de Suárez (el presidente al que su abuela votó hasta su muerte) contra Felipe González. Pero se engancha también a los de Balbín, la antesala ahumada del carrusel de tertulias donde de cuando en vez se faja ahora. En ese tiempo a Saturnino, empleado de una subcontrata que trabaja en una de las presas del pueblo, lo echan y su hijo Alberto tiene que arrimar el hombro para ayudar a sacar adelante a su hermana Micaela, a la que lleva seis años. Dos años y medio para estudiar la oposición a juez era un lujo imposible así que en seis meses se prepara otra para aportar un sueldo en casa: la de letrado de la Xunta.

Entonces, al joven Feijóo si le tira algo es el PSOE y no tiene la menor relación con nadie de la antigua AP. En la carrera trata con Carlos Negreira, que llegó a ser alcalde de La Coruña, y uno de sus mejores amigos. Negreira cuenta a ABC que «coincidimos en la promoción de Derecho en Santiago del 79 al 84. Era un tipo metódico y estudioso y muy amigo de sus amigos». Las malas lenguas mantienen que durante el primer curso de Derecho le presta apuntes a José Blanco (exministro de Zapatero) y éste no se los devuelve jamás. Hay quien da datos: en el bar Bananas de la Universidad. Pero hoy casi todos los implicados lo niegan en nombre de lo políticamente correcto: desde luego Pepiño Blanco y hace unas horas el presidente electo. Leyenda agotada, pues.

Feijóo, con su perra
Feijóo, con su perra - MIGUEL MUÑIZ

Pero no es Blanco quien torcerá el destino de Feijóo. Es Romay Beccaría que, como conselleiro de Agricultura de Fraga, le propone ser su segundo. Alberto, con 29 años, finalmente accede. Y después se va a Madrid con él cuando Aznar, en 1996, le hace ministro de Sanidad. Será presidente del Insalud y de Correos. Solo entonces se hace del PP. Pero el viejo Fraga le llama cuando el Prestige asola a su partido. Vuelve a su tierra -quemada políticamente- y con la derrota de 2006 ante el bipartito de Touriño y Quintana da con sus huesos en la oposición.

La «broma» del embarazo

Cuatro años después, el despilfarro en la compra de un coche se lleva por delante a Touriño y en 2009 Feijóo obtiene su primera mayoría absoluta a la que seguirían las de 2012 y 2016. En el debate de investidura de hace un mes, Pablo Iglesias, consciente de la potencia del enemigo en Galicia, sacó a relucir una vieja foto del líder gallego con un narco en un barco que, dada su inconsistencia, nunca tuvo recorrido. Rajoy defendió a Feijóo en la tribuna como si el ataque hubiera sido a él mismo.

Y como dijo Fraga, Feijóo arrastra un defecto: que está soltero. Celoso de su vida privada, en campaña trasciende que la directora de Zara Home, Eva Cárdenas, a la que conoce en un vuelo de vuelta de Madrid tras ver a Zapatero, le va a hacer padre. Cuando se lo contó a su madre no le creyó. «Pensaba que estaba de broma», recuerda. Porque de Feijóo se dicen muchas cosas, pero hay una en la que todos coinciden: su socarronería. Hace horas se enteró de que había nacido el mismo mes y año que el otro triunfador del 25-S. Mandó un whatsapp al lendakari. Íñigo Urkullu le siguió la broma pero aclarándole que él era unos días más joven.

En su equipo cuentan que su peor día fue cuando un tren en Angrois descarriló en 2013 dejando 79 muertos. A pesar de los consejos, marchó allí sin saber siquiera el origen de la tragedia. Macaco, otro fijo en su banda sonora, lo canta: «Y ahora sé que las horas de la vida no son del reloj».

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