El precio

No ha habido en el independentismo un cambio de tendencia ni de estrategia: ha habido un cambio de oportunidad, de oportunismo

Puigdemont y Artadi en Berlín ABC
Salvador Sostres

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El independentismo preso sale ahora como «la mano de Dios» de Maradona a reivindicarse. Tal como disimuló Diego en la cancha, pero luego nos dejó su declaración memorable, los independentistas callaron con su cara de «yo no fui» para decir lo que el juez quería escuchar, y sólo se han hecho los héroes cuando han sabido que igualmente el juez les mantendría encarcelados. Podrían los rebeldes haber sacado pecho cuando importaba, cuando todavía el juez tenía que determinar por qué les procesaba. Pero el precio era muy alto y la noción de lo que es noble, muy escasa.

No ha habido en el independentismo un cambio de tendencia ni de estrategia: ha habido un cambio de oportunidad, de oportunismo. Ha habido un cambio de precio, como siempre que el catalanismo se decanta por algo. Mientras se jugaban su suerte , se hicieron las ovejitas. Cuando ya nada importaba, y todo era a beneficio de inventario, han sacado al héroe de pacotilla que llevan dentro, esa dignidad de plástico y con forma de «strapon», en una demostración de cinismo y de infamia que no creo que ni en sus fabulaciones más turbias, maniqueas y sectarias recuerden haber detectado en el bando contrario.

La línea divisoria de este proceso no ha sido Cataluña, ni España, ni la dignidad, ni los presos, ni la democracia. Ha sido el precio, únicamente el precio que por cada paso los independetistas tenían que pagar y que les ha parecido demasiado caro . Todo lo han negociado al por menor, y lo que queda, acabará disolviéndose a un precio todavía más bajo: es lo que ocurre con los que que creen que no tienen precio, que siempre la negociación acaba pillándoles por sorpresa y se venden de largo los más baratos.

El independentismo ha dejado estos días al descubierto su farol, su farsa. Los que más reclamaban su dignidad la han rebajado hasta los extremos más vergonzosos ; y los que más hablaban en nombre de la libertad han sido los primeros en resquebrajarla, prostituirla, y lo que es peor: no tomarla en serio, mezclando indignas humillaciones con cantos del cisne todavía más humillantes, porque todo el mundo ha visto que sólo se han producido cuando no comportaban ningún riesgo, no por lo tanto, ninguna sinceridad.

Es la metáfora perfecta del secesionismo , y de cómo sus mayores hazañas han tenido lugar mientras las ha pagado España. Pero cuando el Estado se ha puesto serio las tonterías se han acabado y no ha hecho falta ni flautista, porque ya las mismas ratas se han puesto a tocar la flauta.

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