JAVIER JIMÉNEZ-UGARTE - Análisis

Políticos y lingüistas

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La OCDE sigue elaborando un a encuesta conocida con el nombre de «PISA», para medir el nivel de aprendizaje de los alumnos en las escuelas de los distintos países miembros en lo que tiene que ver con la «comprensión en la lectura», en la que España se encuentra, sin duda, por debajo de lo que nos gustaría.

Tengo la impresión de que si se llevase a cabo un similar estudio sobre «comprensión terminológica» entre muchos de nuestros políticos, quedaríamos absolutamente en la cola.

Hubiese bastado que los políticos del «no» hubiesen justificado debidamente el término «abstención»

En efecto, han sido muchos los dirigentes que se han limitado a decir una y otra vez que «no es no», olvidando que en las democracias occidentales existe otro término

, «abstención», que no cabe identificar ni con el «no» ni con el «sí». Me pregunto si, recurriendo a la ciencia de la lingüística, no hubiese sido sencillo sacar adelante el Gobierno resultante de nuestras últimas, primeras y segundas, elecciones. Para ello, hubiese bastado que, como sucede en muchos países de la OCDE y de la UE, los políticos del «no», convertidos en buenos lingüistas, hubiesen justificado debidamente, ante los votantes, el término «abstención».

Desde mi época de joven universitario y luego opositor, me acompaña el viejo «Diccionario Ideológico de la Lengua Española», fruto de 40 años de trabajo e investigación por el ilustre Académico Julio Casares. Frente a otros Diccionarios que sólo contienen las definiciones de los términos, éste incorpora 400 páginas más para presentarnos una novedosa «Parte analógica», donde se organizan por «familias lingüísticas» miles y miles de términos, presentándolos de manera agrupada. La búsqueda de la definición de «abstención» en la edición de 1963 nos lleva a la familia de «inacción», y allí encontramos algunos términos cercanos, como los de «tregua» o «amnistía», que dejan claro que la abstención no lleva consigo acción alguna, ni a favor ni en contra. Pienso que hubiese sido muy positivo para España que «políticos del no», como el dirigente del PSOE, Pedro Sánchez, hubiesen invocado este importante «Diccionario Ideológico» para explicar a sus respectivos electores que la «abstención» en el momento de la investidura, solicitada por el Presidente en funciones, Mariano Rajoy, del mayoritario PP, con el voto positivo de otros partidos y un número final elevado de parlamentarios, era la única fórmula existente para la constitución de un nuevo Gobierno, imprescindible ya para España desde todos los puntos de vista, y evitar así unas terceras elecciones.

Podría, e incluso sigue pudiendo, invocar otras expresiones de la misma familia investigada por el Académico, como las de «dejar al tiempo», «cruzarse de brazos», «allá se las hayan», o la algo más despectiva de «lavarse las manos», tan vinculada al habilidoso Herodes, para dejar claro su distanciamiento de la decisión final del Parlamento. En sus manos quedaría la voluntad de llevar adelante una dura política de oposición contra un Gobierno que no sería el del «cambio», y velar sus armas para futuras batallas democráticas.

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