Podemos muta de piel y asume gobernar en coalición con el PSOE

Los anticapitalistas rechazan el acuerdo y afines a Errejón reclaman más pactos

Pablo Iglesias, líder de Podemos, en el Congreso de los Diputados IGNACIO GIL
Víctor Ruiz de Almirón

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La entrada de Podemos en el Gobierno de Castilla-La Mancha no solo supone un cambio de rumbo en las relaciones entre PSOE y Podemos, sino que implica la rectificación respecto a los postulados inciales de los populistas. Un cambio estratégico que implica la aceptación de la vía institucional y la acción de gobierno como mecanismo de acción política.

Tras las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2015, Pablo Iglesias limitaba la colaboración de Podemos con el PSOE a los acuerdos de investidura, si cumplían una serie de condiciones, y para evitar que el PP gobernase. «Podemos no entrará en ningún gobierno presidido por un candidato del PSOE», dijo entonces el líder de Podemos.

Iglesias se enfrentó a Íñigo Errejón con una visión más contestataria. Pero ya en su fallida moción de censura destiló la intención de recuperar centralidad al plantear que su propuesta era «transversal» al estar muy enfocada en la lucha contra la corrupción.

El errejonismo sin Errejón

El ex número dos de Podemos insistía en sus tesis a comienzos de julio cuando planteó en la universidad de verano organizada por el partido que «solo donde nos pongamos de acuerdo (con el PSOE) seremos capaces de desarrollar proyecto de gobierno».

Una vez se hizo patente el principio de acuerdo en Castilla-La Mancha, Iglesias evidenció su cambio de criterio bendiciendo el pacto en redes sociales como directriz antes de la consulta a sus bases: «Hacemos política para cambiar las cosas. A veces, solo gobernar garantiza el cambio».

El propio líder de Podemos en Castilla-La Mancha, José García Molina, ponía ayer de manifiesto que esta entrada en el Ejecutivo es la mejor forma de controlar la puesta en marcha de sus políticas: «Espero que el PSOE no lleve adelante medidas que no haya negociado con nosotros», señaló, antes de pedir «templanza e inteligencia política» para «negociar lo negociable y dejar apartado lo innegociable» .

Con esta última afirmación, García Molina hacía un ejercicio de pragmatismo también como forma de responder a las críticas de la corriente anticapitalista, que lideran Teresa Rodríguez y Miguel Urbán , que plantean que este tipo de acuerdos significan adoptar un papel gregario respecto al PSOE.

En la otra cara de la moneda se encuentran los rescoldos del errejonismo, que defienden este tipo de acuerdos pero que expresan en privado dudas sobre cómo va a funcionar el pacto en esta región, por los enfrentamientos pasados entre García Page y García Molina. Y porque en esta región «el PSOE muestra su rostro más conservador», dicen desde este sector. Consideran que habría sido mucho más positivo integrarse en los gobiernos de la Comunidad Valenciana o Baleares «donde se está planteando una política nítidamente progresista que no estamos rentabilizando».

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