Los candidatos a la secretaría general del PSOE, durante el debate
Los candidatos a la secretaría general del PSOE, durante el debate - AFP
EDITORIAL

Pésimo nivel para el nuevo PSOE

Mientras los socialistas no rectifiquen y asuman la evidencia de que la socialdemocracia no puede aferrarse a recetas fallidas, seguirá desangrándose a su izquierda y a su derecha

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Lamentablemente para el PSOE, ninguno de los tres candidatos ganó el debate si de lo que se trataba era de ilusionar al militante con un proyecto socialdemócrata sólido, de futuro y creíble. Pedro Sánchez y Susana Díaz ofrecieron un espectáculo de pésimo nivel y embarraron el debate de modo tan cainita y rencoroso que difícilmente podrá pensar un solo militante en recomponer la unidad tras las primarias. Tampoco los esfuerzos conciliadores de Patxi López sirvieron para mucho. Fue el candidato con ánimo más constructivo, pero con sus remotas opciones de ganar se limitó a certificar a Sánchez que no se aliará con él para derrotar a la presidenta andaluza. El PSOE está roto y en manos de aspirantes que defienden modelos antagónicos de partido, y ninguno aportó luz al militante indeciso.

Sánchez culpó a Díaz de modo tan reiterativo como cansino de regalar el poder al PP, y recordó con desprecio cómo la mitad de la Ejecutiva y del Comité Federal lo defenestraron. A su vez, Díaz recordó que Sánchez fue el culpable de las dos derrotas más estrepitosas del PSOE en su historia, de querer sumarse al frente-populismo de Podemos, y de no tener principios ni empacho en cambiar de criterio a conveniencia en función de sus exclusivos intereses. Fue demoledor para Sánchez que López le preguntara si sabe qué es una nación, y que Díaz le dijese que «tu problema eres tú mismo porque no eres fiable». Sánchez no sale reforzado del debate porque su tono agresivo y rencoroso pueden penalizarle. Pero tampoco Díaz tiene motivos para estar satisfecha. Buscó un perfil institucional, pero en ningún momento ocultó su visceralidad al denunciar las contradicciones, «bandazos» y oportunismo de Sánchez en contra de la historia del partido.

Lo más grave fue constatar el débil proyecto de futuro que diseña el PSOE, gane quien gane. No es creíble que Díaz, «hija» política de Griñán y Chaves, del socialismo de los ERE o de los fraudulentos cursos de formación, tilde al PP de «partido tóxico e infame». Son dos expresidentes andaluces los que se sentarán en el banquillo, y Díaz es heredera de ese nefasto legado. Además, los candidatos abogaron por subir impuestos a las empresas y «a los que más tienen», realimentando un debate que ya debería estar superado por la socialdemocracia, y alarmantemente imitativo de Podemos. Tampoco es legítimo plantear un futuro económico anclado a más gasto público, más deuda y más subvención para todo. El subsidio solo es una solución puntual para crisis muy profundas, y vivir de él es abocar a un país al fracaso. El libre mercado y las empresas son las creadoras de empleo. Mientras el PSOE no rectifique y asuma la evidencia de que la socialdemocracia no puede evolucionar hacia recetas fallidas, se desangrará a su izquierda y a su derecha.

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