Salvador Sostres

La Operación Rajoy

Oriol Junqueras, vicepresidente de la Generalitat REUTERS
Salvador Sostres

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Oriol Junqueras y Pablo Iglesias se han dado cuenta de que sobre todo en Cataluña une más el odio al presidente Rajoy que el odio a España. Y habiendo asumido que el referendo no va a celebrarse y que España, como mínimo de ésta, no va romperse, concentran ahora sus esfuerzos en la movilización callejera, en desacreditar al Gobierno y en crear una suerte de paradigma moral que les permita gobernar juntos: Esquerra, diciendo que el problema no es tanto España como la idea de España que tiene el PP; Podemos, con el argumento de que el independentismo es un invento de la derecha que se cura con amor plurinacional; y confluyendo ambos en este gran tortel de nata que es lo que han llamado «proceso constituyente».

Aunque España es un Estado más fuerte, serio y moderno de lo que sus «haters» domésticos quieren creer, enemigos más audaces y menos pedantes podrían hacerla saltar por los aires si en lugar de despreciarla con la fatua arrogancia de los que siempre pierden se dedicaran a tratar de entenderla e hicieran palanca en sus grietas.

Pero por mucho odio que inspire, quien es verdaderamente indestructible es el presidente Rajoy. No sólo agotará esta legislatura sino que en 2020 volverá a presentarse y os volverá a ganar: y muy probablemente por mayoría absoluta. Sus adversarios se parecen cada día más al viejo del café del poema de Kavafis. Pasarán los años, muchos años, y Pablo con su coleta cana todavía en sus mítines dirá lo del «tic-tac». A Rivera se le habrá caído todo el pelo –salvo el implante, claro, por lo que tendrá que peinarse como Anasagasti, pero al revés– y todavía estará tratando de impedir por ley que Rajoy vuelva a presentarse. Lo de Pedro será incluso más truculento porque cuando el aparato socialista procede contra sus propios líderes no queda ninguna parte del cuerpo unida a la otra.

Mi amigo Oriol Junqueras, que es más listo que los tres juntos, una vez haya usado a Iglesias para ser president, lo tirará a la basura y dirá que ha descubierto –cuando lo sabía desde el principio– que contra Rajoy no hay nada que hacer y pactará amablemente con él para durar como mínimo el mismo tiempo en el poder.

La turba por supuesto continuará tomando cada año la calle por la Diada. La reivindicación irá dejando paso al exorcismo y el exorcismo al folclore en el que siempre acaban varando los que a sus carencias personales les llaman urgencias históricas. Tanta cursilería –«¡si me queréis irse!»– os va a dejar el azúcar por las nubes.

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