Los ocho agresores de Alsasua niegan tanto la «pelea de bar» como el odio a la Guardia Civil

Las cuatro víctimas declaran como testigos en el juicio por el ataque a la Guardia Civil en 2016

Concentración de apoyo a los ausados en la Audiencia Nacional de San Fernando
Luis P. Arechederra

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No reconocen ni un solo golpe y niegan actuar movidos por el odio. Con tesis dispares, los ocho acusados por la agresión de Alsasua del año 2016 rechazaron ayer su participación en el ataque a los dos guardias civiles y sus novias, considerado un acto terrorista por la Fiscalía. En la primera jornada del juicio en la Audiencia Nacional, los acusados utilizaron su declaración, en la que tienen derecho a mentir, para cuestionar todo el relato de las acusaciones, que les señalan como los autores de la paliza y les atribuyen una intención política, vinculada a las reivindicación histórica de la banda terrorista ETA: la de atemorizar a la Guardia Civil y a la Policía Nacional para expulsarla de Navarra y el País Vasco .

Los acusados –que solo respondieron a sus abogados, habituales defensores de presos etarras– aseguraron a los tres jueces que dictarán sentencia que no propinaron ni una patada, que observaron el tumulto desde otro rincón del bar Koxka (el lugar del ataque), o que ni siquiera pasaron por allí aquella madrugada del 15 de octubre de 2016, un día festivo en la localidad del norte de Navarra que finalizó con un teniente operado por un tobillo roto. Solo dos admitieron una discusión verbal.

Para desvirtuar la acusación por terrorismo, que supondría condenas mayores, todos se desligaron del movimiento Ospa, que canaliza las hostilidades contra la Guardia Civil en Alsasua. Sin interés por la política, uno de los acusados dijo que aquella noche lo que quería era ligar; otro se presentó como una persona pacífica sin odio contra los agentes ni contra nadie.

Algunos contradijeron sus propias declaraciones ante la Policía Foral, y alegaron no reconocer bien lo que sucedió porque estaban borrachos. También cuestionaron la identificación que les señaló, al alegar que había poca luz en el bar y mucha gente. Las amenazas comenzaron a partir de las dos y media de la mañana , y la agresión, en la que participó una veintena de personas en total, se precipitó a las cuatro.

Este desentendimiento choca de frente con la tesis de las víctimas, que hoy declaran en la vista oral, y de la Fiscalía de la Audiencia Nacional, que pide para ellos condenas de entre 12 y 62 años y medio de prisión por delitos de lesiones y amenazas terroristas. Los tres más activos en el ataque según el Ministerio Público –Jokin Unamuno, Adur Ramírez de Alda y Oihan Arnanz– se encuentran en prisión preventiva desde el 14 de noviembre de 2016.

Uno de los líderes del grupo y el primero en declarar ayer, Unamuno, explicó el ataque por el ambiente etílico que inundaba el bar Koxka. El supuesto agresor –a quien la Fiscalía acusa de encararse con los agentes y golpearles «con gran virulencia»– negó que él insultase a los guardias, que les agrediera y que provocase el ataque contra ellos solo por ser guardias civiles, como consideran el Ministerio Público y la juez instructora que investigó el caso, la magistrada Carmen Lamela.

El acusado reconoció que discutió con las víctimas dentro del bar, pero según él solo por unas multas que le habían puesto días atrás. «Es verdad que en ese contexto, mi discusión pudo provocar los hechos que vinieron después», alegó Unamuno, en alusión a la salvaje agresión, aclarando que todo sucedió «en un contexto de fiesta a las cinco de la mañana en el que todo el mundo está bastante bebido». El acusado manifestó que siente si su discusión fue el detonante del ataque a los agentes y sus parejas. Relató que en el bar se montó «un alboroto, en el que hubo empujones» , pero que él no golpeó a nadie ni incitó ninguna agresión.

En su declaración, Unamuno, de 24 años, negó formar parte del movimiento Ospa, aunque fue él quien precisamente solicitó permiso al Ayuntamiento de Alsasua para celebrar el Ospa Eguna en 2016, una jornada para protestar contra la presencia de los policías en el municipio. Según Unamuno, él se encargó de aquel trámite porque conocía el procedimiento.

Los acusados Ramírez de Alda y Arnanz, considerados los más violentos en el ataque según la Fiscalía, también rechazaron su participación. Ramírez de Alda, que asestó patadas a los agentes según el Ministerio Público, aseguró que ni siquiera estuvo esa noche en el lugar de los hechos. El acusado narró que después de cenar con sus amigos y asistir a un partido de pelota en el frontón del municipio, donde tomó unas copas, se marchó a su casa sobre las dos de la mañana. El peor parado en el escrito de acusación, Arnanz, que se enfrenta a 62 años y medio de cárcel, también se desligó de la agresión, aunque reconoció que estuvo en el local. Manifestó que, tras interesarse por la pelea que se estaba produciendo, un amigo suyo le sacó del alboroto y le pidió que se mantuviera al margen. «Me acerqué a ver qué pasaba, pero no amenacé a nadie ni les pregunté si eran maderos» , respondió ayer Arnanz, a quien la Fiscalía atribuye una especial habilidad para asestar golpes. Durante la investigación, Arnanz tuvo otra versión y negó que acudiera al local. «Se me quedaba la cosa grande», explicó ayer.

Otros dos acusados, Jon Ander Cob y Julen Goicoechea, buscaron sembrar dudas sobre la identificación realizada por la novia del teniente, María José, que vive en Alsasua desde la infancia y fue compañera de colegio de algunos de los acusados. Cob y Goicoechea insistieron en que la iluminación en el local era muy escasa. «Me pudieron ver bailando, pero en ningún momento agrediendo a alguien», dijo Goicoechea.

Los últimos en declarar –Aratz Urrizola, Iñaki Abad y Ainara Urquijo– mantuvieron la misma estrategia: rechazaron participar en el ataque y se desvincularon del movimiento Ospa, aunque hayan participado en algún evento como una comida popular o un pasacalles. Tanto al entrar como al salir del tribunal, los acusados fueron arropados por un centenar de simpatizantes, muchos llegados en autobús desde Navarra.

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