El año del Ministerio y del tiempo... perdido

Si España es una potencia cultural, el sector merece una nueva estrategia

Madrid Actualizado: Guardar
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La cultura vivirá en España un año decisivo en 2016, con independencia de cómo se configure políticamente el nuevo gobierno (aunque la inestabilidad bien podría retrasar un repunte del sector). El primer desafío es lograr una silla en el Consejo de Ministros para una industria que sale de la crisis -como otras- seriamente dañada. Urge redefinir las prioridades que marcan la relevancia política y económica del sector -¿es o no es estratégico?- si creemos firmemente que España es una potencia cultural. Aunque la mejora de las finanzas elevará el consumo, algo que dará un respiro a las industrias culturales, hubo que apretarse el cinturón en exceso y resulta urgente que las instituciones salgan de la economía de subsistencia.

Las instituciones han limitado sus actividades por la reducción de presupuestos, no se ha implantado una política de mecenazgo que sustituya las aportaciones públicas en un sector dependiente de la subvención y el debate del IVA Cultural ha terminado la legislatura sin hallar solución, solo palabras.

El IVA, debate inacabado

Es cierto que el IVA Cultural no se subió en partes fundamentales del sector, como la importante industria editorial española, pero es necesario impulsar una política de gestos que haga sentirse al mundo cultural atendido. En los pasados años este ha sido un fracaso sin paliativos, más allá de las tensiones puntuales. Y está pendiente una gran batalla contra el mercado negro de la piratería (un fenómeno tercermundista socialmente tolerado en España).

Los gestos serán importantes. Debemos exigir al nuevo gobierno una apuesta clara por la cultura, con medidas más allá de la instauración del ministerio que den relevancia política al sector. Está pendiente la mejora de la política estatal de promoción a cuanto se hace en cada autonomía, otra buena idea pendiente de desarrollar. Se deberá pensar en la cultura con grandeza, en términos de economía creativa, de potencialidad, superando clichés con voluntad política: si el idioma es nuestro petróleo, como suele decirse, entonces hay que tomarse en serio el desarrollo de la industria cultural, aquí y fuera, en la economía global.

Primero, por motivos tangibles: hay cifras positivas, la crisis no se tradujo en una caída del PIB que debemos a la cultura (entre el 3% y el 4 %), y los empleos de las industrias mantienen posibilidades de crecimiento. La cultura puede ser básica en el desarrollo presente y futuro de España, porque vertebra y permite una imagen moderna de lo que somos, incluso en nuestras contradicciones. Ampliamente entendida, cabe añadir, la cultura es la base de una imagen de país que debemos mejorar, ayudando a generar tejido creativo, con nuevas propuestas en artes, letras, música, dominio escénico cine y, por supuesto, tecnología, ya que todas las disciplinas compiten en el mundo digital. ¿Por qué la Marca España no fue -no es- más cultural? ¿Por qué no dar un mayor apoyo a los creadores y artistas españoles de todas las artes?

Hay cifras que lo respaldan. Según los últimos datos disponibles, el 12,6% del turismo procedente del extranjero y el 14,7% del nacional tienen una motivación primordialmente cultural. Son 7,1 millones de turistas del exterior y 12,1 del interior que se desplazan específicamente para participar en eventos, exposiciones o instituciones culturales. La cifra indica un camino prometedor. Pero, además, el 60,7% de los turistas -vengan por lo que vengan- realizan alguna actividad cultural. ¿Qué otra cosa diferencial puede ofrecer España al mundo?

Dos cuestiones estratégicas más. La primera pasa por la historia, nuestra mayor riqueza y, paradójicamente, nuestro talón de Aquiles, puesto que a España le cuesta hallar consensos en el pasado. Pero es una mina de personajes novelescos, grandes aventuras, patrimonio incomparable que atrae a grandes públicos y que el sistema educativo ha dejado en barbecho durante los últimos cuarenta años.

Conmemoramos cuatro siglos de la muerte de Cervantes y del Inca Garcilaso de la Vega, una centuria del nacimiento de Camilo José Cela, tres del de Carlos III, a lo que hay que sumar el V centenario del Bosco. Sin duda son básicos, pero no los únicos hitos en la promoción de grandes historias que compartimos. En especial se echan en falta las asociadas a la exploración del mundo o incluso al patrimonio subacuático, que ofrecen campos inexplorados de desarrollo de industrias culturales e innovación científica que España no se ha planteado seriamente.

Un galeón en el presente

Solo las posibilidades que ofrecería excavar un galeón, para conocer y divulgar las huellas de una historia compartida con América que destierre prejuicios y ponga de relieve valores que todavía compartimos, es una tarea urgente. Es un legado que, si no, otros contarán: Colombia está dispuesta a excavar el San José con cazatesoros en 2016. ¿Quién habitará nuestro pasado?

Para terminar, tomarse en serio este sector y sus posibilidades pasa consecuentemente por un vuelco en la cultura española en el exterior. El Ministerio de Cultura debe volver, pero también debe ser tratado como adulto y liderar o participar más en la proyección cultural global.

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