Mesa redonda para un grupo emergente

Hollande, de despedida, confiesa que aconsejará a su sucesor que siga acudiendo a una cumbre que gana peso

MADRID Actualizado: Guardar
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Los siete países del sur quieren consolidar una cita que les va dando voz propia en pleno debate sobre el futuro de la Unión Europea. Después de Atenas, Lisboa y Madrid, la próxima reunión será en Chipre, aunque ahí ya no estará uno de sus protagonistas hasta ahora, François Hollande. El presidente francés está de despedida, con las elecciones presidenciales en su país a la vuelta de la esquina (el 23 de abril), pero ayer confesó que dará un consejo a su sucesor: que siga acudiendo a estas cumbres del sur, donde se dan cita, según el primer ministro maltés, los más proeuropeos de los 27.

En este grupo del sur el más veterano en el poder es Mariano Rajoy, que actuó como anfitrión.

El Gobierno eligió el Palacio Real de El Pardo porque se ajusta como un guante a una cumbre de estas características, de proporciones pequeñas. Si vinieran los 27, sería impracticable y habría que habilitar un Palacio de Congresos. Rajoy llegó a las 13.25 al Palacio, acompañado de su jefe de gabinete, y los secretarios de Estados para la UE y de Comunicación, y fue recibiendo uno a uno a sus invitados, por estricto orden protocolario, a partir de las 13.45: primero, los que llevan menos tiempo en el poder, y entre ellos los primeros ministros antes que los jefes de Estado. Es decir, el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, estrenó el «paseíllo» con Rajoy, y le siguió el portugués Antonio Costa, al que el presidente trata con enorme afecto y familiaridad. Detrás de él, Alexis Tsipras, el único que se presentó sin corbata, Joseph Muscat y los dos jefes de Estado, Nicos Anastasiades y François Hollande, con quien Rajoy charló animadamente. Coincidieron en dos salas del Palacio, Parcerisa y Palmera, para el aperitivo previo a la foto de familia en los jardines bajo un sol casi veraniego.

Con puntualidad extrema, comenzó el almuerzo de trabajo en el comedor habilitado en el Patio de los Austrias, engalanado para la ocasión con tapices de la colección de Don Quijote, de Patrimonio Nacional. Los siete se sentaron a una mesa redonda, en igualdad de condiciones. Rajoy, que se sentó entre Hollande y Anastasiades, les tenía preparado un «homenaje a la gastronomía española», como lo llamó él mismo en las redes sociales. De primero, unos corazones de alcachofas frescas salteadas con virutas de jamón ibérico. De segundo, medallón de lubina al albariño sobre lecho de puerro confitado. Y de postre, torrija caramelizada con helado de vainilla. Para beber, un Rioja, un Rías Baixas y cava Segura Viudas.

El almuerzo de trabajo les llevó dos horas y media, y antes de la comparecencia conjunta hicieron una visita al Palacio. Los siete llegaron a la vez al Patio de los Borbones, para explicar la Declaración de la cumbre ante los medios. En total, 315 informadores acreditados, 112 de ellos extranjeros. De nuevo el protocolo situó a Rajoy en el centro, como anfitrión, flanqueado por Hollande y Anastasiades. Cada interviniente tenía unos dos minutos para hablar, pero nadie lo respetó, y el que menos, Tsipras.

El griego acabó citando a Cervantes, quizás inspirado por los tapices de la comida. Recordó la relación del escritor español con Lepanto, y cuando dijo «lo absurdo que es ver el mundo solo como es y no como tendría que ser». «Queremos (en estas cumbres) ver a Europa como podría ser, y no solo como es, y trabajar por lo que tendría que ser», afirmó resuelto.

Fue el primer ministro portugués, Antonio sin más para Rajoy, quien confirmó que la próxima cita de este nuevo G-7 del sur de Europa será en Nicosia, capital de Chipre, aunque habrá que esperar varios meses. Antes se celebrarán las elecciones en Francia y Alemania y, aunque ninguno quiso decirlo expresamente, el futuro del proyecto europeo pasa inexorablemente por París y Berlín.

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